|
|
Repensando la patogenia de
la cardiopatía crónica chagásica en el fin del milenio
Edecio Cunha-Neto
Instituto do Coração, Faculdade de Medicina da Universidade
de São Paulo,
São Paulo, Brasil
La patogenia de la cardiopatía crónica chagásica (CCCh) se
encuentra bajo intenso debate1, 2. Aun cuando los infiltrados
miocárdicos por linfocitos T han sido implicados como los
responsables últimos del daño tisular, el hallazgo de antígenos y
ADN de T. Cruzi en la intimidad del miocardio mediante técnicas
inmunohistoquímicas y reacción en cadena de polimerasa (PCR) ha
replanteado el rol directo del parasitismo3, 4.
Sin embargo, es posible también encontrar cierto grado de parasitismo
en otros órganos, como el riñón5, 6, en ausencia de daño tisular
significativo. Por otra parte, el parasitismo sistémico no parece ser
mayor en los pacientes portadores de CCCh; en efecto, la frecuencia de
resultados positivos para el Xenodiagnóstico y la PCR para ADN de T.
Cruzi es semejante en pacientes chagásicos portadores de cardiopatía
y en aquellos con la forma clínica «Indeterminada» (FI ) o
asintomáticos. El mayor hallazgo histopatológico en la forma
dilatada de la CCCh es la presencia de una miocarditis difusa, con
intenso daño tisular y muy escasa presencia de formas de T. Cruzi3;
esto se observa en todos los casos de autopsia y en el 93% de las
muestras de biopsia endomiocárdica7. Sin embargo, puede observarse
miocarditis focal en un número significativo de casos de autopsia, y
en el 15% de las muestras de biopsia endomiocárdica correspondientes
a la forma indeterminada7 frecuentemente en asociación con antígenos
de T. Cruzi2. Por otra parte, también se ha detectado ADN de T. Cruzi
en el miocardio tanto de corazones portadores de CCCh como de la forma
indeterminada8, 9. Esto parecería indicar que si bien la presencia
directa del T. Cruzi sería capaz de inducir cierto grado de
inflamación, ésta no sería un estímulo suficiente para producir
una miocardiopatía dilatada. La escasez de parásitos en las lesiones
cardíacas llevó rápidamente a los investigadores a sugerir que los
linfocitos podían reconocer un componente específico del tejido
miocárdico y montar contra él una reacción de tipo inmunidad
retardada como resultado de la infección crónica por T. Cruzi, la
así llamada hipótesis de la patogenia autoinmune. En los pacientes
portadores de CCCh (pero nunca en los asintomáticos) los infiltrados
cardíacos inflamatorios parecen sufrir una transformación
potencialmente capaz de llevarlos a la destrucción del tejido
cardíaco y la miocardiopatía dilatada, tal como se describe en
modelos animales de enfermedad autoinmune10, 11. ¿Cuáles son los
elementos que facilitan esta transformación en un 30% de los
infectados? No podemos aún responder a este interrogante; más aún,
no podemos explicar cómo esta transición se produce. Pero sin duda
están involucrados factores inmunológicos, genéticos, ambientales y
relacionados con el propio parásito.
Disección de los factores involucrados
Un camino posible para analizar la progresión de la CCCh es
desarrollar una búsqueda sistemática de los factores predisponentes.
La intensidad de los infiltrados inflamatorios en el miocardio es
regulada por citoquinas y quimoquinas, reconocimiento autoinmune y
reconocimiento del parásito, en su mayor parte relacionados con los
efectos locales y sistémicos de la infección por T. Cruzi. Los
factores que controlan la fibrosis miocárdica, la apoptosis y los
genes de la miocardiopatía congénita parecen influenciar la
respuesta miocárdica al daño inflamatorio y su progresión a la CCCh
en los pacientes infectados. Ya han sido identificados algunos locus
genéticos que presentan variantes conocidas como causantes de la
miocardiopatía dilatada hereditaria, mostrando que diferentes
fenotipos moleculares pueden generar un síndrome clínico
semejante12. Es posible que estos «locus de cardiopatía dilatada»
sean también portadores de alelos predisponentes, tal vez con un
fenotipo más débil o de menor penetrancia en los cuales una
alteración molecular parcial pueda generar un «estado susceptible».
De este modo, los portadores de estos alelos podrían tener una mayor
sensibilidad al daño miocárdico inflamatorio/autoinmune produciendo
una mayor cantidad de muertes y/o fibrosis de los cardiomiocitos, aun
después de un insulto inflamatorio de otro modo trivial, arrasando de
este modo la reserva miocárdica y produciendo insuficiencia cardíaca
congestiva.
Una minuciosa disección de esta compleja enfermedad puede iniciarse
también en los modelos de ratón infectados con T. Cruzi para
estudiar los cambios inmunológicos y el reconocimiento autoinmune
mediado por células de los antígenos cardíacos. A pesar que el
ratón no es un buen modelo experimental para estudiar la CCCh
dilatada, algunos hallazgos pueden ser convalidados por estudios
realizados en pacientes. Revisaremos algunos ejemplos ilustrativos de
nuestro grupo de trabajo. El papel de la autoinmunidad en la génesis
de la CCCh puede sustentarse en la identificación de la miosina
cardíaca como el primer antígeno cardio-específico reconocido tanto
por los linfocitos TCD4 como por los autoanticuerpos provenientes de
ratones infectados con T. Cruzi (revisado en 1). Para confirmar estos
resultados en los pacientes, nuestro grupo estudió la presencia de
anticuerpos antimiosina en suero de chagásicos portadores de CCCh y
asintomáticos (forma indeterminada). Anticuerpos anti-cadena pesada
de miosina seleccionados por afinidad en pacientes chagásicos
reconocen específicamente un antígeno definido de T. Cruzi, la
proteína recombinante B1313. Anticuerpos con reactividad cruzada se
encuentran en 100% de los pacientes portadores de CCCh y sólo en el
14% de los portadores de la forma indeterminada14. Dado que las
células T que infiltran el miocardio parecen ser el último efector
del daño tisular, estudiamos clones de células T provenientes de
biopsias miocárdicas libres de T. Cruzi, obtenidas de individuos
portadores de CCCh. Estos clones reconocen en forma cruzada tanto la
miosina cardíaca como el antígeno B13 de T. Cruzi15. Además, las
células T que infiltran el corazón chagásico poseen un perfil de
citoquinas inflamatorias de tipo T1, como el Interferón gamma (IFN) y
el factor de necrosis tumoral alfa (TNF)16.
En conjunto, estos resultados sugieren que el daño cardíaco es
secundario a citokinas inflamatorias y a una reacción de
hipersensibilidad retardada iniciada o mantenida por céulas T con
reactividad cruzada antimiocárdica.
Una vez definidos los marcadores de reactividad inmunológica en
tejidos de las células T que infiltran el miocardio, podría
intentarse la búsqueda de estos marcadores en sangre periférica de
chagásicos portadores de CCCh y asintomáticos, lo que resultaría
mucho más fácil que efectuar biopsias endomiocárdicas. A pesar que
los linfocitos periféricos no reaccionan con la miosina cardíaca, la
sensibilización de linfocitos de pacientes no-chagásicos con
proteína B13 induce clones de células T con reactividad cruzada
antimiosina17 lo que sugiere que a lo largo de la infección
chagásica, sería la sensibilización con la proteína B13 la que
seleccionaría clones con reactividad antimiosina. La respuesta a la
proteína B13 de T. Cruzi por parte de linfocitos provenientes de
chagásicos con CCCh o asintomáticos es indistinguible. Los
linfocitos T reconocen la proteína B13 presentada por moléculas HLA
de clase II, y las respuestas por citoquina se caracterizan por altos
niveles de interferón gamma (IFN-G) y muy bajos de interleukina 4
(IL4)18. Sin embargo, linfocitos periféricos de individuos normales
respondieron al Ag. B13 de T. Cruzi (probablemente sensibilizado por
un antígeno cruzado ambiental) de una manera dicotómica: un 40%
produjeron IL4 mientras otro 40% produjeron bajos niveles de IFN-G
(datos no publicados), indicando una significativa heterogeneidad en
los individuos antes de la infección por T. Cruzi, que podría
afectar la eficiencia de la respuesta anti T. Cruzi en una infección
eventual19. El cambio sistémico a un perfil de citokina de tipo T1 en
chagásicos tanto portadores de cardiopatía como de la forma
indeterminada, se relaciona probablemente con interleukina 12 inducida
probablemente por glicoconjugados de mucina de tripomastigotes a lo
largo de la infección por T. Cruzi20. Una infección de bajo grado
por T. Cruzi parece jugar un rol en el mantenimiento del panel de
citokinas y de la memoria inmunológica, manteniendo el estímulo para
la progresión de la inmunopatología y la autoinmunidad. Sin embargo,
esta respuesta polarizada tipo T1 de citoquina no es suficiente para
el daño tisular cardíaco, dado que individuos asintomáticos
comparten este fenómeno pero no desarrollan miocarditis difusa con
daño tisular.
Los datos de la literatura avalan el punto de vista que la infección
por T. Cruzi puede gatillar células T potencialmente patogénicas,
como se ha postulado para otros agentes infecciosos en enfermedades
autoinmunes órgano-específicas. La provisión del estímulo
antigénico inicial (por ejemplo la proteína B13 de T. Cruzi) en
presencia de señales co-estimulatorias y producción de IL 12, genera
en la mayoría de los individuos infectados linfocitos T CD4
«experimentados», B13 específicos y productores de interferón
gamma. Estas células T «experimentadas» son capaces de migrar al
tejido cardíaco, donde epítopes de proteínas miocárdicas (por
ejemplo miosina) son presentadas por moléculas de clase II MHC en los
macrófagos del intersticio cardíaco, y potencialmente pueden iniciar
el daño cardíaco. Sin embargo, la presencia de células T B13
específicas potencialmente patogénicas en sangre periférica de
chagásicos asintomáticos sin daño cardíaco indica que su presencia
puede ser necesaria pero no suficiente para el establecimiento de una
miocarditis difusa.
La generación de infiltrados de células T patogénicas para el
tejido cardíaco sólo podría ocurrir en un subgrupo de individuos
infectados cuyo repertorio de células T permite un reconocimiento
cruzado de antígenos cardíacos (por ejemplo miosina) por células T.
Cruzi específicas (por ejemplo B13). De este modo, la «imitación»
molecular puede ser el vínculo entre la persistencia de una
infección en el paciente crónicamente infectado y el daño cardíaco
en áreas del miocardio desprovistas de antígenos parasitarios (114,
138). La presencia en este repertorio de células T con reactividad
cruzada podría ser el mecanismo que explique la diferente
susceptibilidad de los pacientes Chagásicos para la progresión hacia
la cardiopatía crónica. De este modo, se podría hipotetizar que la
presencia de un infiltrado patogénico en la cardiopatía chagásica
es un proceso con múltiples pasos donde las características
inmunológicas del huésped previas a la infección, tales como el
balance de citoquinas19 o el repertorio de células T con reactividad
cruzada21 son determinantes mayores. La infección sistémica por T.
Cruzi –más que la local– puede funcionar como gatillo y
amplificador, generando células T patogénicas «experimentadas» en
individuos susceptibles, que podrían migrar subsecuentemente al
corazón y producir daño cardíaco. Sin embargo, la progresión hasta
su total potencial de daño (el daño cardíaco) puede ser dependiente
del perfil genético del individuo, especialmente los genes
relacionados con el sistema inmune y la función cardíaca (por
ejemplo, citoquinas, HLA, TCR, junto con los locus génicos cuyas
mutaciones causan miocardiopatía dilatada). La caracterización
precisa de estas etapas puede conducir a una mayor exactitud
diagnóstica, pronóstica y terapéutica en estas enfermedades.
Nuevos tratamientos: drogas ‘inteligentes’ e
inmunomodulación
Es sabido que el T. Cruzi produce infecciones crónicas, que duran
toda la vida, independientemente de la progresión clínica de la
enfermedad, como lo indica la reactivación de la parasitemia en
pacientes crónicamente infectados, cuando son sometidos a
tratamientos inmunosupresores o padecen inmunodeficiencias. Parece no
haber esterilidad sin presencia de antígeno contra la infección por
T. Cruzi, y el tratamiento con las drogas antiparasitarias de que
disponemos no produce una eliminación completa de los parásitos en
los adultos crónicamente infectados. Ante este hecho, asociado a la
evidencia histopatológica que ciertas células del huésped altamente
parasitadas no presentan infiltrados inflamatorios2, 22 parece lógico
pensar que las formas intracelulares del parásito han desarrollado
ciertos mecanismos de escape basados en el bloqueo de los antígenos
de presentación, o en la refractariedad de mecanismos citotóxicos,
como se encuentra en algunas formas de virus23, 24, «Apuntar» con
drogs a estos mecanismos de escape de las formas intracelulares puede
ser el camino para curar la infección crónica por T. Cruzi.
La identificación de «blancos» autoantigénicos relevantes en la
cardiopatía crónica chagásica podría justificar el uso de la
inducción de tolerancia antígeno-específica para bloquear el
proceso de lesiones cardíacas sin interferir con la respuesta inmune
protectora frente al agente infectante. El perfil de citoquinas T1
observado en las lesiones de la CCCh se corresponde con mecanismos de
daño tisular del tipo inmunidad retardada. Esto podría abrir la
posibilidad de utilizar terapéuticas de desviación inmune (en las
que las citoquinas producidas en el órgano blanco cambian de
inflamatorias tipo T1 a antiinflamatorias tipo T2) para el control del
daño cardíaco. Se han comunicado resultados positivos en el bloqueo
inmunológico de la respuesta patogénica por células T en
enfermedades humanas autoinmunes como la artritis reumatoidea y la
uveítis autoinmune, utilizando tolerancia oral con antígenos
órgano-específicos para inducir desviación inmune25-27.
¿Quo vadis 1999?
La aplicación de métodos de estudio moleculares comienza a
establecer un nuevo paradigma en el conocimiento de la patogénesis de
la enfermedad de Chagas. Al respecto puede resultar esencial el
estudio de los fenotipos que diferencian los chagásicos con
Cardiopatía Crónica de los asintomáticos, para precisar los
«checkpoints».
Los factores genéticos del huésped que controlan las quimoquinas y
citoquinas, la inflamación, la fibrosis, los «genes de la
cardiomiopatía», y los factores que determinan la mayor gravedad de
la enfermedad crónica chagásica entre los varones, seguramente
aportarán también información muy valiosa. Por fin, nuevos estudios
sobre las causas y el efecto patogénico de la infección persistente,
el rol de la presencia del T. Cruzi in situ, junto con el rol de
posibles diferencias genéticas entre las cepas de T. Cruzi aisladas
de pacientes, ayudarán a resolver el enigma. Para que esto sea real,
es urgente que se combinen ensayos clínicos de diseño óptimo con
las técnicas más actualizadas de la biología e inmunología
molecular; esto es, que clínicos y científicos experimentales
trabajen juntos.
Bibliografia
1. Kalil J, Cunha-Neto E. Autoimmunity in Chagas’ disease
cardiomyopathy: fulfilling the criteria at last? Parasitol Today 1996;
12: 396-9.
2. Higuchi MD, Reis MM, Aiello VD, et al. Association of an increase
in CD8+ T cells with the presence of Trypanosoma cruzi antigens in
chronic, human, chagasic myocarditis. Am J Trop Med Hyg 1997; 56:
485-9.
3. Higuchi ML, De Brito T, Reis MM, et al. Correlation between T.
cruzi parasitism and myocardial inflammatory infiltrate in human
chronic chagasic myocarditis: light microscopy and immunohistochemical
findings. Cardiovasc Pathol 1993; 2: 101.
4. Jones EM, Coley DG, Tostes S, Lopes ER, Vnecank-Jones CL, McCurley
TL. Amplification of a Trypanosoma cruzi DNA sequence from
inflammatory lesions in human chagasic cardiomyopathy. Am J Trop Med
Hyg 1993; 48: 348-57.
5. Chocair PR, Amato-Neto V, Sabbaga E, Torrecillas PH. Aspectos
clínico-diagnósticos relativos à fase aguda da doença de Chagas,
em pacientes submetidos a transplante de rim e imunodeprimidos. Rev
Soc Bras Med Tropical 1985; 18: 43-5.
6. Vazquez MC, Riarte A, Pattin M, Lauricella M. Chagas’ disease can
be transmitted through kidney transplantation. Transplant Proc 1993;
25: 3259-60.
7. Higuchi ML, De Morais CF, Pereira Barreto AC, et al. The role of
active myocarditis in the development of heart failure in chronic
Chagas’ disease: a study based on endomyocardial biopsies. Clin
Cardiol 1987; 10: 665-70.
8. Carrasco HA, Añez N, Percoco G, et al. persistence of myocardial
Trypanosoma cruzi in chronic chagasic patients. J Am Coll Cardiol
1998; 31: (Suppl C): 210C.
9. Olivares-Villagomez D, McCurley TL, Vnencak-Jones CL,
Correa-Oliveira R, Colley DG, Carter CE. Polymerase chain reaction
amplification of three different Trypanosoma cruzi DNA sequences from
human chagasic tissue. Parasite Immunol 1998; 20: 447-54.
10. Akkaraju SH, Ho WY, Leong D, Canaan K, Davis MM, Goodnow CC. A
range of CD4 T cell tolerance: partial inactivation to organ-specific
antigen allows nondestructive thyroiditis or insulitis. Immunity 1997;
7: 255-71.
11. Andre I, González A, Wang B, Katz J, Benoist C, Mathis D.
Checkpoints in the progression of autoimmune disease lesions from
diabetes models. Proc Natl Acad Sci USA 1996; 93: 2260-3.
12. Schowengerdt KO, Towbin JA. Genetic basis of inherited
myocardiopathies. Curr Opinion Cardiol 1995; 10. 312-21.
13. Gruber A, Zingales B. Trypanosoma cruzi: Charac-terization of two
recombinant antigens with potential application in the diagnosis of
Chagas’ disease. Experimental Parasitology 1993; 76: 1-12.
14. Cunha-Neto E, Duranti M, Gruber A, et al. Autoimmunity in Chagas’
disease cardiopathy: biological relevance of a cardiac myosin-specific
epitope crossreactive to an immunodominant Trypanosoma cruzi antigen.
Proc Natl Acad Sci USA 1995; 92: 3541-5.
15. Cunha-Neto E, Coelho VPC, Guilherme L, Fiorelli A, Stolf N, Kalil
J. Autoimmunity in Chagas’ disease: identification of cardiac
myosin-B13 Trypanosoma cruzi protein crossreactive T cell clones in
heart lesions of a chronic Chagas’ cardiomyopathy patient. J Clin
Invest 1996; 98: 1709-12.
16. Cunha-Neto E, Rizzo LV, Albuquerque F, et al. Cytokine production
profile of heart-infiltrating T cells in Chagas disease
cardiomyopathy. Braz J Med Biol Res 1998; 31: 133-7.
17. Abel LCJ, Kalil J, Cunha-Neto E. Molecular mimicry between
cardiac-myosin and Trypanosoma cruzi -antigen B13: identification of a
B13-driven human T cell clone that recognizes cardiac myosin. Braz J
Med Biol Res 1997; 30: 1305-8.
18. Cunha-Neto E, Abel LCJ, Rizzo LV, et al. Autoimmunity in human
chagas’ disease cardiomyopathy: Cytokine production and antigen
recognition by T cells. Mem Inst Oswaldo Cruz 1997; 92 (Suppl I):
40-41.
19. Cardillo F, Voltarelli JC, Reed SG, Silva JS. Regulation of
Trypanosoma cruzi infection in mice by gamma interferon and
interleukin 10: role of NK cells. Infect Immun 1996; 64: 128-34.
20. Camargo MM, Andrade AC, Almeida IC, Travassos LR, Gazzinelli RT.
Glycoconjugates isolated from Trypano-soma cruzi but not from
Leishmania species membranes trigger nitric oxide synthesis as well as
microbicidal activity in IFN-gamma-primed macrohages. J Immunol 1997;
158: 5890.
21. Moudgil KD, Deng H, Nanda NK, Grewald IS, Ametani A, Sercarz EE.
Antigen processing and T cell repertoires as crucial aleatory features
in induction of autoimmunity. J Autoimmun 1996; 9: 227-34.
22. Vianna G. Contribuição para o estudo da anatomia patologica da
«Molestia de Carlos Chagas» Mem Instituto Oswaldo Cruz 1911; 3:
276-94.
23. Fruh K, Ahn K, Djaballah H, et al. A viral inhibitor of peptide
transporters for antigen presentation. Nature 1995; 375: 415-8.
24. Meinhl E, Fickenscher H, Thome M, Tschopp J, Fleckenstein B.
Anti-apoptotic strategies of lymphotropic viruses. Immunol Today 1998;
19: 474.
25. Nussenblatt RB, Gery I, Weiner HL, et al. Treatment of uveitis by
oral administration of retinal antigens: results of a phase I/II
randomized masked trial. Am J Ophthalmol 1997; 12: 583-92.
26. Barnett ML, Kremer JM, Clegg DO, et al. Treatment of rheumatoid
arthritis with oral type II collagen. Results of a multicenter,
double-blind, placebo-controlled trial. Arthritis Rheum 1998; 41:
290-7.
27. Weiner HL. Oral tolerance for the treatment of autoimmune
diseases. Annu Rev Med 1997; 48: 341-51.
|
|
|
|
|