MEDICINA - Volumen 58 - Nº 5/2, 1998
MEDICINA (Buenos Aires) 1998

       
     

       
    SIMPOSIO: COMITE DE ETICA

EL ROL CULTURAL DE LA MEDICINA

CARLOS A. SCARPONI

Me parece que hablar de «medicalización de la cultura» implica ubicarse en un punto de vista que, si bien forma parte de la realidad y debe ser tenido en cuenta, puede inducir a un tratamiento parcial e inadecuado. Por eso he preferido replantear el tema a partir del interrogante fundamental que se halla presupuesto en la cuestión de la «medicalización de la cultura»: ¿cuál debe ser «el rol cultural de la medicina»? En concreto, mi aporte quiere ser un intento de ubicar, lo más correctamente posible, a la medicina en el conjunto de la cultura.
¿Qué entiendo por «cultura»?
«La cultura o la civilización es el desarrollo de la vida propiamente humana, que comprende, no solamente el desarrollo material necesario y suficiente para permitirnos llevar una vida recta aquí abajo, sino también y sobre todo el desarrollo moral, el desarrollo de las actividades especulativas y de las actividades prácticas (artísticas y éticas) que merece ser llamado con propiedad un desarrollo humano»1.
Este desarrollo de la vida propiamente humana es fruto del concurso de las energías y del logos contenidos en la naturaleza y de las energías específicamente humanas, la razón y la libertad. Es decir, la cultura es fruto de la naturaleza y de la acción libre y consciente del hombre.
El hombre, impulsado por las energías de la naturaleza (cósmica y propia) e iluminado por el logos inteligible de la misma, va realizando una obra de razón y de libertad que consiste en el «cultivo» de la naturaleza (cósmica y propia) en orden a un «desarrollo humano integral». En este sentido, el fin primario y fundamental del quehacer cultural del hombre es su desarrollo integral, es decir, que el hombre sea cada vez más hombre, cada vez más humano. Humanizando la naturaleza cósmica el hombre debe crecer él mismo en humanidad. Por eso, la cultura es una realidad esencialmente «humana y humanista», pero de un «humanismo integral» que lleve al desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.
En cuanto que la cultura procede de la naturaleza, hay un orden inmensamente sabio ya existente que el hombre está llamado a reconocer y a desentrañar de la naturaleza cósmica y de su propia naturaleza humana, que procede de la Sabiduría creadora de Dios. Si bien este reconocimiento y desvelamiento del orden ya existente en la naturaleza es la condición sine qua non del quehacer cultural, sin embargo, el hombre está llamado a realizar un orden nuevo por su razón y su libertad que continúe y complete lo que en la naturaleza se halla esbozado. La Persona Humana está llamada a ser continuadora y colaboradora de la obra de Dios, inventando a cada instante, en conformidad con el orden eterno, el orden contingente y constantemente renovado de sus obras humanas y temporales. En este sentido, la cultura es la vocación del hombre a crear un orden humanista integral en la historia a partir de lo que ya se encuentra esbozado en la naturaleza.
En este contexto, de la cultura como desarrollo auténticamente humano y como orden humano integral a crear en la historia, se plantea nuestra cuestión sobre el «rol cultural de la medicina»: ¿qué lugar ocupa el quehacer de la medicina en la obra cultural humana? La medicina, ¿está llamada a desempeñar un «rol hegemónico» en la cultura? ¿Es la medicina un quehacer cultural humano que tiene en sí mismo las condiciones objetivas que le permitan ejercer un «rol central y fundamental» en la cultura? De no ser así, ¿cuál debería ser «su rol cultural»?
La medicina tiene más de arte que de ciencia: se trata del arte de curar y de aliviar. Por eso, los antiguos la consideraban un arte más que una ciencia en sentido estricto. Que la medicina tenga más de arte que de ciencia quiere decir dos cosas: primera, que progresa en sus métodos y conocimientos por la vía de la experiencia; segunda, que sus métodos y conocimientos revisten una gran provisoriedad.
A su vez, la medicina se sirve y, por lo tanto, depende de otros quehaceres científicos y tecnológicos que le aportan sus conocimientos y técnicas para que puedan ser aplicados médicamente al ser humano (por ej.: la bioquímica, la biología, la biotecnología, la genética, etc.).
Por otra parte, la medicina depende cada vez más de los recursos económicos, tanto privados cuanto estatales. Esto hace que gran parte del quehacer médico esté reservado a una minoría de la población y que, tanto la investigación cuanto la aplicación médicas, creen a los médicos una situación de dependencia y, a veces, de verdadera esclavitud respecto de quienes tienen en sus manos el poder económico y político.
Toda esta realidad endógena y exógena de la medicina nos muestra que es una ilusión pensar que el rol cultural de la misma pueda y deba llegar a ser hegemónico. Es por eso que, en vez de hablar de «medicalización de la cultura», habría que decir «instrumentalización de la medicina» y, por lo tanto, de los médicos. Creo que no es una exageración decir que hoy día, en muchas situaciones, tanto la medicina como los médicos, dando éstos a veces su aprobación, son verdaderos «sirvientes» de los poderosos a nivel mundial, nacional e incluso de personas individuales.
Volvemos, entonces, a formular el interrogante fundamental: ¿cuál debería ser el rol cultural de la medicina y de los médicos? Si la cultura es un desarrollo auténticamente humano y un orden humano integral a crear en la historia, el rol cultural de la medicina tiene que ser el de contribuir, desde su especificidad propia, a hacer más humana la vida de los hombres y de todo el hombre. Para ello, la medicina está llamada a un proceso siempre creciente de liberación de los condicionamientos biológicos humanos adversos y de promoción de las potencialidades biológicas humanas, a fin de que los hombres puedan crecer cada vez más en humanidad.
Se sigue, entonces, que la tarea no es ni «medicalizar la cultura» ni «instrumentalizar la medicina», sino promover el auténtico «rol cultural de la medicina»: servir al desarrollo humano integral del hombre.
¿Qué sería prioritario hacer en lo inmediato para que la medicina pueda realizar su rol cultural? Creo que una de las tareas principales y urgentes es la de garantizar y promover la «legítima autonomía» de la medicina y de los médicos a fin de que no sean instrumentalizados por los poderosos bajo la ilusión de medicalizar la cultura.
Dios, al crear por su sabiduría y amor al ser humano a su imagen y semejanza, ha dado a la dimensión corporal humana una verdad, una bondad y una consistencia propias y específicas del cuerpo humano, a fin de que los hombres las integremos de modo armónico en la totalidad de nuestra humanidad psico-somática. Esta verdad, bondad y consistencia propias y específicas del cuerpo humano fundan la «legítima y auténtica autonomía» de la medicina y de las demás ciencias y biotecnologías que tienen que ver con el organismo humano.
Legítima autonomía de la medicina significa respetar y promover su competencia propia que se funda y está al servicio de la verdad, la bondad y la consistencia propias y específicas del cuerpo humano de cada persona humana. La medicina no puede ser dominada e instrumentalizada por nada y por nadie, ni siquiera por los mismos médicos. Siempre debería ser un quehacer artístico y científico al servicio de la verdad, la bondad y la consistencia del cuerpo humano de cada persona humana que son engendrados en este universo hasta el término de su existencia temporal.
Legítima autonomía no significa autonomía absoluta. Servir a cada persona humana en su cuerpo, es un aporte sumamente valioso y necesario para que ésta pueda crecer en humanidad. Pero, el servicio de la medicina es intrínsecamente limitado, por eso tiene que dar su aporte en la perspectiva de un desarrollo humano integral de todo el hombre y de todos los hombres.
Desde esta perspectiva, el rol cultural de la medicina tiene que ser encauzado y controlado por el propio quehacer médico y por la comunidad humana: cuidar que el aporte cultural de la medicina sea siempre el de un auténtico servicio al desarrollo humano integral de los hombres, desanimando, limitando y, si es necesario, prohibiendo aquellas prácticas médicas que, por estar en una fase aún experimental o por atentar directamente contra el hombre, niegan la dignidad de la persona humana y ponen en peligro su desarrollo humano integral.
El garantizar y promover la legítima y auténtica autonomía de la medicina y de los médicos exige, obviamente, que la misma medicina y los mismos médicos tomen conciencia de que es necesario y urgente «humanizar a la medicina y a los médicos». Para que la medicina pueda realizar su rol cultural, ésta tiene que ser «humana y humanizadora».
Pbro. Dr. Carlos A. Scarponi

Bibliografía

1 Jacques Maritain, «Religion et culture», (EC. IV, pág. 201). Cf. «Du Régime Temporel et de la Liberté», II «Religion et culture II»; (EC. V, pág. 394); «Humanisme intégral», (EC. VI, págs. 401-402); «Questions de Conscience», (EC. VI, pág. 792).