MEDICINA - Volumen 58 - Nº 5/2, 1998
MEDICINA (Buenos Aires) 1998

       
     

       
    SIMPOSIO: COMITE DE ETICA

LA DESMEDICALIZACION DE LA MEDICINA

Samuel Finkielman

Hubo un tiempo en el que la Medicina era una profesión liberal, pero hoy en día ha dejado de serlo, salvo para médicos jubilados. La profesión médica tiene una historia varias veces milenaria y frente al punto de vista de los historiadores positivistas, optimistas incorregibles, la medicina es el más claro contraejemplo de que el progreso continuo es apenas una ilusión de los últimos siglos. Ciertamente la Medicina ha tenido períodos y geografías de esplendor y desarrollo relativos, alternados con períodos de decadencia. Y cabe preguntarse si para un historiador del futuro la nuestra será rotulada de progreso o decadencia.
Pero sean los tiempos buenos o los tiempos malos, el médico aparece como el protagonista de la historia de la Medicina, sobre todo, en lo que podríamos llamar tímidamente, medicina científica eficaz, en sentido estricto. Esta medicina no abarca más que los últimos 200 años. El jalón inicial, el comienzo de la medicina científica, fue el estudio monográfico de la acción farmacológica de la digital, apenas anterior a la utilización de la vacunación antivariólica; casi al mismo tiempo se inició una revolución en la terapéutica y la prevención. Otros hitos jalonaron el devenir médico. Uno de ellos, la descripción tan simple de la precipitación de una substancia blanca parecida a la clara de huevo, que se llama albúmina, cuando la orina de los enfermos de enfermedad de Bright es hervida, introdujo la bioquímica en la práctica médica. Otros escalones en el ascenso de la medicina fueron el empleo de los rayos X, apenas algo más que centenarios, el primer ejemplo de alta técnica aplicada al diagnóstico, y la introducción de los arsenicales en el tratamiento de la sífilis. El electrocardiógrafo es de la década del 20 y los antibióticos se comenzaron a usar en 1945 –las sulfas 10 años antes. Me dirán que la quinina, eficaz contra el paludismo es del siglo XVI; es verdad, es eficaz contra ciertos paludismos, pero no contra todas las fiebres, excepcional ejemplo de medicina etnológica.
No intento contar la historia de la medicina, sino poner énfasis en el protagonismo médico en la lucha contra la enfermedad.
¿Y qué sucede hoy en día?. Disponemos de imágenes por tomógrafos computados y resonadores magnéticos que revelan la intimidad de órganos y tejidos y antidepresivos y sedantes que simulan de tal manera la felicidad y la ataraxia que ni siquiera Aldous Huxley lo hubiera soñado en su Mundo Feliz. Sólo que ahora a la felicidad y la ataraxia las llamamos «calidad de vida». Tenemos equipos de corazón-pulmón que permiten realizar cirugía cardiovascular en cualquier recodo de un camino suburbano así como catéteres que sirven para «amputar las arritmias». Utilizamos respiradores mecánicos sabios en unidades de cuidados intensivos que son como un infierno inmaculado donde se mantienen casi vivos a pacientes centenarios con antecedentes de demencia afectados de distress respiratorio provocado por sepsis, tratados con el ultimísimo antibiótico, en tanto se discute la anticoagulación y la indicación de ultrafiltración por diálisis. Claro está, estos pacientes están asociados a un programa que les brinda una cobertura amplia que les permite ser tratados en Centros Médicos VIP. Suena más absurdo cuando esto se hace en un hospital universitario en forma gratuita, en el mismo en cual una simple consulta tiene un retardo de más de un mes. Ciertamente disponemos de muchos dispositivos casi increíbles: PCRs que nos revelan la presencia de un antígeno bacteriano y flujos laminares que nos permiten fraccionar una dieta parenteral o ponerle corchos a frasquitos. Se nos ofrece la oferta de la terapia génica y el injerto de células fetales por estereotaxia y practicamos la fecundación in vitro en un mundo superpoblado y contaminado.
Todo eso porque el médico ha perdido el protagonismo de la medicina y los que ofrecen la atención médica han perdido la racionalidad.
Los últimos 30 años han sido testigos del desarrollo de distintos sistemas de financiamiento para las prácticas médicas. Se los denomina seguro médico o de salud, sistemas prepagos o coberturas sociales, familiares o sindicales. Son caros o no tan caros y venden todo un abanico de prácticas y promesas preventivas. Porque el negocio, la medicina por ganancia, está en involucrar a los sanos y jóvenes y especular con una perenne «calidad de vida».
¿Cómo?
El financista que tiene a los potenciales usuarios contrata prestadores que ofrecen sus servicios. El prestador debe equiparse con la última tecnología y con los mejores o más renombrados cerebros médicos y cotizar al menor precio. Claro, que para tener ganancia, tiene que hacer el menor uso de la última tecnología y de los cerebros renombrados, porque eso encarecería las prestaciones. Naturalmente el prestador no es un médico (y si lo fue, ya lo ha olvidado) sino un gerenciador representante de un grupo económico que dispone de una pléyade de médicos que contrata por tiempo limitado y con muy escasa remuneración (son tantos los médicos y tan ansiosos de trabajar por cualquier remuneración). Así el gerenciador puede escoger médicos de todo tipo y educación de las más arcanas especialidades y le fijará a cada médico un programa de atención limitado en el tiempo, un máximo de estudios a los que puede acceder el paciente según el monto que lo financia y un vademécum de especialidades del que no se puede desprender. También se agregarán una serie de módulos quirúrgicos siempre bien financiados, llevados a cabo por insomnes cirujanos trotamundos, sin importar la oportunidad o no de la cirugía.
Algunos otros médicos de la muchedumbre de subocupados acabarán por ser asesores de medicina preventiva para sanos, a los que se indicará –si prevalece una muy difundida tendencia– inhibidores de la enzima de conversión, drogas hipocolesterolizantes y antiagregantes caros; y a cada mujer menopáusica 4 años de estrógenos que le prolongará la juventud y le evitará la osteoporosis y el infarto seniles y a los hombres seniles antiandrógenos preventivos del cáncer de próstata, siempre que cuenten con una buena cobertura y accedan a una consulta de 15 minutos.
Obviamente se trata de medicina por ganancia, pero no de ganancia para el médico, sino una auditada para dar réditos a inversores.
Estas relaciones entre financieros y atención médica configura un cuadrilátero cuyos dos vértices protagónicos son: uno, el financiador y el otro: el gerenciador de prestaciones. El tercer vértice lo constituye la proletarizada profesión médica, desmedicalizada, regimentada y subordinada.
El último vértice lo constituye el paciente –o mejor dicho, la población sana en la que pueden delimitarse dos sectores: uno abandonado a su suerte; el otro, con recursos suficientes o abundantes, sometido a la rapiña, complaciente en la creencia de que se procura una ilimitada calidad de vida, generalmente incapaz de comprender qué cosa es la calidad de vida y de comprender mucho menos lo que es una buena atención médica.
El «esquema de salud» tiene contradicciones y paradojas, pues los intereses de los financiadores no son los mismos que los de los que gerencian las prestaciones, los que a su vez, son distintos o se oponen al de los médicos que compiten por magras remuneraciones, mientras que el interés de los pacientes es, implícitamente, conservar o recuperar la salud. Estas contradicciones se resuelven en el centro del cuadrilátero en lo que constituye el complejo médico-industrial.
¿Suena apocalíptico? No, de ninguna manera. Donde hay enfermos y médicos se da esa curiosa coyuntura denominada relación médico-paciente que siempre –o casi siempre– termina por hacer prevalecer a la cordura. Pero el médico ya no es el protagonista y la medicina se ha desmedicalizado.