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¿Original? Juan Antonio Barcat Hace años, en Original e interesante, tratamos sobre la originalidad en los trabajos científicos y médicos. Apenas fuimos un poco más allá de la definición usual entre los editores de revistas científicas, en síntesis: que no ha sido publicado antes1 . No evitamos las del Diccionario de la Real Academia Española. Repetimos las acepciones pertinentes: «Original: 2) Dícese de la obra científica, artística, literaria o de cualquier otro género producida directamente por su autor sin ser copia, imitación o traducción de otra. 4) Dícese igualmente de lo que en letras y artes no denota estudio de imitación, y se distingue de lo vulgar y conocido por cierto carácter de novedad, fruto de la creación espontánea». Pero ¿cómo resolver que una obra es original? El tiempo pasa y el suscrito sigue tan dubitativo como entonces sobre el uso del adjetivo original. Pero ha encontrado buena compañía y motivos para convivir con esa duda. Las siguientes ayudas, tomadas de la literatura y la ciencia, valen. La selección es al azar de las lecturas, el orden cronológico. Aquí va la primera, es de Giacomo Leopardi (1798-1837)2 . Per molto que uno abbia letto, è ben difficile che al concepire un pensiero, lo creda suo, essendo d’altri; lo atribuisca all’intelletto, al immaginazione propria, non appartenendo che alla memoria. Tali concezioni son accompagnate da certa sensazione che distingue le originali delle altre, en quel pensiero che porta seco la sensazione, per così dire, dell’originalità, verisimilissimamente non sarà stato mai concepito ugualmente da alcun altro, e sarà proprio e nuovo; dico, non quanto alla sostanza, ma quanto alla forma, chè el tutto quell che si può pretendere. Giachè è noto che la novità della più parte de’pensiere degli autori più originali e pensatori, consiste nella forma.(10 Maggio 1829). Por mucho que uno haya leído, es bien difícil que al concebir un pensamiento lo crea suyo, siendo de otro; lo atribuya al intelecto, a la imaginación propia, no perteneciendo sino a la memoria. Tales concepciones están acompañadas de cierta sensación que distingue las originales de las otras; y aquel pensamiento que trae consigo la sensación, por así decirlo, de la originalidad, verdaderamente no será concebido nunca igualmente por ningún otro, y será propio y nuevo; digo, no en cuanto a la sustancia, sino en cuanto a la forma, que es todo lo que se puede pretender. Ya que es notorio que la novedad de la mayor parte de los pensamientos de los autores más originales y de los pensadores, consiste en la forma. (10 de mayo de 1829). Pero ¿en qué consiste la forma? ¿Cómo diferenciar la forma de
la sustancia? Se entiende por fondo, las ideas, los sentimientos y los hechos que sirven de base al artista. La manifestación sensible de esos sentimientos, la determinación de esas ideas y la interpretación artística de esos hechos, constituye la forma esencial o interna, ó sea la concepción estética, y la expresión de todo ello por medio de la palabra, el color o la piedra, la forma externa. […]El fondo y la forma, por lo demás, se hallan, en las verdaderas obras de arte, tan estrechamente unidos y fundidos, que no es posible separar el uno de la otra sin destruir el todo. Aceptemos que la sustancia es el fondo. Sigamos a Oyuela y llegaremos, por pasos, a la definición de originalidad: Se llama estilo el relieve y sello particular que cada autor estampa en sus obras, y que resulta de su modo propio de pensar, de desenvolver sus pensamientos y de expresarlos. La cualidad esencial para la existencia del estilo es la originalidad. […]El no tomar nada de nadie no basta para ser original, ni la verdadera originalidad se pierde por la apropiación de pensamientos e imágenes de otros autores. El que nada toma de autores determinados, suele tomar mucho de ese señor anónimo que se llama todo el mundo. La originalidad existirá, tanto en uno como en otro caso, con tal de modificar en nuestro espíritu, asimilándola, la materia común o ajena, con tal de volver á pensar y á sentir, por cuenta propia, descubriendo nuevas y más profundas relaciones é imprimiéndoles la marca de un nuevo ingenio, lo que todo el mundo ó determinados autores, han pensado y sentido anteriormente. Publica materies privatis juris erit. De otra manera se incurrirá en copia, plagio o servil remedo. Veamos otro ejemplo, esta vez de Jorge Luis Borges5 : […]Leí a Papini y lo olvidé. Sin sospecharlo, obré del modo más sagaz; el olvido bien puede ser una forma profunda de la memoria. Sea lo que fuere, quiero referir una experiencia personal. Ahora, al releer aquellas páginas tan remotas, descubro en ellas, agradecido y atónito, fábulas que he creído inventar y que he reelaborado a mi modo en otros puntos del espacio y del tiempo. Más importante aún ha sido descubrir el idéntico ambiente de mis ficciones. Años después, en otro prólogo a un libro de Papini, Borges es
más explícito. Borges leyó a Papini cuando tenía diez años y una
fábula que ha creído inventar es el cuento El otro, compuesto en
Cambridge (Massachusetts) en 1969, que repite el argumento del cuento
de Papini Dos imágenes en el estanque6 . Some colleagues and myself have found that sometimes what we have thought to be a new idea turns out not to be original at all when we refer to notes which ourselves made on the subject some time previously. Incomplete remembering of this type occasionally results in the quite unintentional annexing of another’s person’s idea. An idea given by someone else in conversation may subsequently be recalled without its origin being remembered and thus be thought to be one’s own Algunos colegas, y yo mismo, hemos encontrado que algunas veces aquello que habíamos pensado que era una nueva idea resultaba ser nada original cuando la encontrábamos en las notas que nosotros mismos hicimos sobre el tema un tiempo atrás. El recuerdo incompleto de este tipo resulta, ocasionalmente, en la anexión completamente inintencional de la idea de otra persona. Una idea dada por alguien en una conversación puede subsecuentemente ser recordada sin acordarse de su origen y por esto pensada como propia. Robert K. Merton trató la originalidad en sus escritos sobre el
sistema de recompensas en ciencia, partes de su libro The Sociology of
Science8 . En Priorities in Scientific Discoveries, dice: “Pero la
gran frecuencia de disputas sobre la prioridad no resultan meramente
de esas características de los científicos como individuos, sino de
la institución de la ciencia, que define la originalidad como un
valor supremo y, por lo tanto, hace del reconocimiento de nuestra
originalidad una preocupación mayor”. En Singletons and Multiples
in Science, sostiene, con acopio de ejemplos, que la multiplicidad de
los descubrimientos es la regla (los múltiples) y los únicos la
excepción, tal vez por ser una categoría provisoria. Pero, ojo, los
científicos excepcionales comparten muchos múltiples y los otros
sólo uno o muy pocos. Un ejemplo, Lord Kelvin [Sir William Thomson
(1824-1907)] encontró, él mismo, que 32 de sus descubrimientos
habían sido hechos, independientemente, por otros 30 científicos.
Fueron 30 para duplicar los 32 del excepcional Kelvin. Bibliografía 1. Barcat JA. Original e interesante. Medicina (Buenos Aires) 1990;
50:81-3.
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