|
|
CARTAS AL COMITÉ DE REDACCIÓN
Los beta-bloqueantes en
la disfunción sistólica luego del infarto de miocardio ¿Se cierra
el círculo?
José A. Martínez
Martínez
División Unidad Coronaria, Hospital de Clínicas José de San
Martín, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires
En anteriores revisiones hicimos referencia al tratamiento con
beta-bloqueantes en los pacientes con insuficiencia cardíaca crónica
secundaria a disfunción sistólica1, 3. Habíamos señalado que está
suficientemente demostrada su utilidad terapéutica, agregada al
tratamiento convencional con inhibidores de la enzima covertidora, en
los enfermos en clase funcional II y III de la NYHA1. En una carta
adicional comentamos los hallazgos que se anunciaron en el estudio
Copernicus2, 3. Este último, si bien no ha sido publicado y debe
analizarse con cuidado, demostró una reducción muy importante en la
morbimortalidad de los pacientes con insuficiencia cardíaca, muy
graves pero estables (Clase IV de la NYHA) que recibieron tratamiento
con dosis crecientes de carvedilol. Este estudio podría ser el
comienzo del fin de varios interrogantes.
Lentamente pero con gran certidumbre se han ido contestando la mayor
parte de las preguntas de nuestro editorial1.
Una de las más trascendentes, era si los betablo-queantes podían
tener ventajas aditivas a la administración de los inhibidores de la
enzima convertidora, en los pacientes con disfunción sistólica
grave, después del infarto agudo de miocardio con o sin insuficiencia
cardíaca.
En ese sentido había aspectos muy interesantes; por un lado
investigar si se podía extender la indicación de los betabloqueantes
después del IAM a los pacientes más graves para disminuir las
complicaciones isquémicas, como se había demostrado en varios
estudios, que consideraron poblaciones de menor riesgo, y la otra si
probablementes a través del efecto de invertir el re-modelamiento
ventricular podrían interferir con la progresión de la disfunción
sistólica y reducir la morbimortalidad, aun en pacientes sin
expresión clínica de insuficiencia cardíaca. Esta última
indicación era uno de los interro-gantes fundamentales que quedaban
por responder.
Después del IAM los betabloqueantes sólo se usaron hasta ahora en el
30% de los pacientes elegibles para ese tratamiento y una muy pequeña
proporción de ellos los recibía en forma intravenosa.
Por otra parte la mayor parte de los estudios, fueron previos a la
trombolisis o angioplastia, y excluyeron a los enfermos más graves
con el concepto de que podían empeorar su déficit sistólico. Otro
importante número de enfermos no fue incluido por bradiarritmias o
hipotensión arterial, de modo que el impacto epide-miológico de esta
medicación quedó disimulado por su restringida utilización, en una
población de poco riesgo. Sin embargo pareció que los que más se
beneficiaban eran aquellos que podían sufrir complicaciones
isquémicas.
El análisis del estudio Capricorn recientemente publicado5, marca un
hito en el tratamiento con betablo-queantes en los pacientes con
disfunción sistólica y en los que han sufrido un infarto de
miocardio. El estudio incluyo 1959 enfermos entre los días 3 y 21
después del infarto. El promedio fue de 10 días, la mayoría de los
pacientes fueron randomizados durante la internación. La condición
excluyente para ser incorporado en el estudio fue una fracción de
eyección del ventrículo izquierdo ³ al 40%. Los pacientes podían o
no tener el síndrome clínico de insuficiencia cardíaca. Debían
tener el tratamiento óptimo, estabilidad clínica al menos durante un
día, y por lo menos dos días previos de administración de
inhibidores de la enzima convertidora. No importaba si con ellos se
había alcanzado la dosis óptima o no; se continuaba su titulación
simultáneamente con la administración de carvedilol o placebo según
la rama a la que asignó el enfermo.
La edad promedio fue de 63 años y el seguimiento promedio de 1.3
años. Se administró carvedilol 6.25 mg o 3.125 mg dos veces por
día, en forma ascendente hasta estabilizar la máxima dosis tolerada
en 2 a 4 meses. El objetivo fue llegar a los 25 mg dos veces diarias.
El 74% de los enfermos alcanzaron esa meta, en tanto que el 11%
recibieron dos tomas diarias de 12.5 mg.
El punto final primario fue la mortalidad total y los secundarios, la
mortalidad cardiovascular u hospitalización cardiovascular, muerte
súbita, y hospitalización por insuficiencia cardíaca.
Durante el estudio el comité coordinador fue informado de que la
mortalidad iba a ser menor que la prevista, de modo que, sería
difícil obtener evidencias a partir de ese punto final. Se decidió
modificar el objetivo final y analizar otro co-primario que incluyó
además de la mortalidad total a las hospitalizaciones
cardiovasculares. Sobre 957 pacientes con una fracción de eyección
de 32% tratados con carvedilol, hubo 151 fallecidos (15%) con
diferencia significativa respecto al grupo control OR 0.77 (0.60-0.98)
y una p: 0.031. En mortalidad total y hospitalización que afectó a
367 pacientes (37%) la diferencia no alcanzó a ese nivel OR: 0.92
(0.80-1.0) p: 0.296.
Es decir que la mortalidad total tuvo una disminución del riesgo
relativo del 23% que fue significativo, no así el punto co-primario
combinado. Sin embargo los autores detectaron además una reducción
del riesgo relativo del 41% en la tasa del reinfarto no fatal con una
p: 0.014 y una disminución del punto combinando: mortalidad total y
reinfarto no fatal del 29% con p: 0.002. Hubo tendencias no
significativas en la reducción de la muerte súbita y de la
hospitalización por insuficiencia cardíaca.
El cambio del punto final del estudio mientras éste se estaba
cursando hace menos claro el significado de sus resultados. Por otra
parte es evidente que el proyecto estuvo orientado más a buscar el
lugar que tienen los betabloqueantes en el tratamiento de la
disfunción ventricular, que en la prevención de los nuevos eventos
isquémicos tras un infarto de miocardio.
Sin embargo posiblemente la reducción de la mortalidad y la
disminución de los reinfartos no fatales debieron haber sido los
puntos finales más concluyentes de este estudio clínico. En ese
sentido el tratamiento redujo una muerte cada 43 enfermos tratados y
disminuyó significativamente el reinfarto no fatal.
Podría pensarse que luego de este estudio se cierra el círculo de
los cuestionamientos que planteaba la administración de carvedilol en
la disfunción sistólica beneficiando también a los pacientes sin
expresión clínica de insuficiencia cardíaca y extendiendo su
utilidad en el post infarto aun en los pacientes con disfunción
sistólica.
Dirección Electrónica: José A. Martínez Martínez.
e-mail: jamartinez@intramen.net.ar
Bibliografía
1. Martínez Martínez JA. Los betabloqueantes y el tratamiento de
la insuficiencia cardíaca crónica. Medicina (Buenos Aires) 1999; 59:
793-7.
2. Packer M. Carvedilol Prospective RaNdomIsed CUmulative Serial
(COPERNICUS) XXII Congreso Europeo de Cardiología, Amsterdam, agosto
2000.
3. Martínez Martínez JA. Betabloqueantes en el tratamiento de la
insuficiencia cardíaca crónica. ¿Son útiles en pacientes estables
pero muy graves? Medicina (Buenos Aires) 2000; 60: 665-7.
4. Freemale N, Cleland J, Yong P, Mason J, Harrison J. Beta-blockade
after myocardial infarction; systematic review and meta regresion
analisis. BMJ 1999; 318: 1730-8.
5. The Capricorn Investigators. Effect of carvedilol on outocome after
myocardial infarction in patients with left-ventricular dysfunction:
The CAPRICORN randomised trial. Lancet 2001; 357: 1385-90.
Linfadenitis
necrotizante de Kikuchi-Fujimoto
Ricardo Drut
Servicio de Patología, Hospital de Niños, Buenos Aires,
Argentina.
He leído con interés el reciente trabajo de Malbrán y col.1
sobre Linfadenitis necrotizante de Kikuchi-Fujimoto. Sólo para
confirmar que efectivamente la lista de casos sudamericanos está
subrepresentada es que quisiera referir dos publicaciones de esa área
geográfica. En una2 se mencionan dos casos, uno en un niño de 3
años y el otro, publicado previamente3 y mencionado en el artículo
de Malbrán y col., en el que se pudo demostrar la presencia del virus
de Epstein-Barr (VEB) por hibridación in situ. El otro artículo es
del Perú4 y refiere dos casos, en una mujer de 31 años y en un
varón de 14.
Dirección Electrónica: Ricardo Drut. e-mail: patologi@netverk.com.ar
Bibliografía
1. Malbrán A, Mejía R,
Elsner R. Linfadenitis necrotizante de Kikuchi-Fujimoto. Presentación
de dos casos. Medicina (Buenos Aires) 2000; 60: 947-50.
2. Drut R, Drut M, Sapia S. Adenitis necrotizante tipo
Kikuchi-Fujimoto. Presentación de dos casos con demostración del
virus de Epstein-Barr mediante hibridación in situ. Patología
(Méx.) 1996; 34: 113-7.
3. Roncoroni AJ, Sapia S, Rosenberg M. Linfadenitis histiocitaria
necrotizante de Kikuchi-Fujimoto. Medicina (Buenos Aires) 1994; 54:
377-8.
4. Arias-Stella J, Navarro F, Abugattas J, Arias-Stella J.
Linfadenitis histiocitaria necrotizante. Primeras observaciones sobre
la enfermedad de Kikuchi-Fujimoto en el Perú. Patología (Méx.)
1996; 34: 263-70.
---
La carta del Dr. Drut
agrega otros tres casos de linfadenitis necrotizante a la lista. Es
oportuna su información porque es muy difícil recopilar los casos
latinoamericanos publicados en revistas que no están listadas en
Medline.
Dirección Postal: Alejandro Malbrán. Uriburu 1267, 1114
Buenos Aires
e-mail: amalbran@arnet.com.ar
Objeción de conciencia
Comité de Etica,
Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, Buenos Aires
Coordinador: Horacio Lejarraga
Este Comité de Etica ha tomado conocimiento de la Declaración de
la Academia Nacional de Medicina sobre la objeción de conciencia, a
propósito de la reciente ley de salud reproductiva y procreación
responsable sancionada por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Esa Declaración, que fuera a su vez
publicada en Medicina (Buenos Aires) 2000; 60: 983-4, ha sido objeto
de análisis en el seno de nuestro Comité.
Consideramos que la objeción de conciencia en el médico se plantea
ante la ley, más que ante las exigencias de un paciente. Este Comité
acuerda con la Academia Nacional de Medicina en la necesidad de
defender la figura de la objeción de conciencia, reconociendo que
esta figura tiene límites. Si con la objeción de conciencia, el
médico se abstiene de cumplir una acción, poniendo así en peligro
la salud o vida del paciente, ese médico está violando su juramento
hipocrático que es defender la vida del paciente.
Otro límite que, a nuestro modo de ver tiene la objeción de
conciencia es que, si bien la ley no puede imponer una acción a un
médico que está en contra de sus principios morales, el médico
tampoco puede imponer sus principios morales a los pacientes. De esta
manera, frente al riesgo que significan las relaciones sexuales en la
adolescencia y el riesgo de mortalidad materna asociada al embarazo en
esta edad, el médico está obligado moralmente a informar a los
jóvenes de la existencia de métodos anticonceptivos disponibles y de
los métodos de prevención de infecciones transmitidas sexual-mente.
No hacerlo significa contribuir a la ignorancia del adolescente,
secuestrarle su libertad de decidir, y ponerlo en riesgo de infección
o embarazo de alto riesgo. La ley 418 de Salud Reproductiva dice en su
art. 7 «...se garantiza información completa y adecuada y
asesoramiento personalizado sobre métodos anticonceptivos, su
efectividad y contraindicaciones, así como su correcta utilización
en cada caso...». Frente a este enunciado de la ley, el médico
puede, por objeción de conciencia, no recomendar determinados
métodos, pero en ningún caso puede ocultar información disponible
sobre prevención a sus pacientes, esté o no de acuerdo con su uso.
Si no quiere ser él el que brinde la información, tiene la
obligación de, en esa misma consulta, recomendarle otro profesional
que le brinde la información necesaria.
Creemos que ese es el aspecto central de nuestro comentario. Hay, sin
embargo, en la Declaración comentada algunas afirmaciones que nos
resultan algo confusas. Por ejemplo, en el cuarto párrafo de la
primera página se menciona que «algunos... (de los métodos
anticonceptivos)... son considerados abortivos». En nuestro país,
como es de público conocimiento, el aborto provocado es punible,
salvo en muy precisos casos, y mal podría una ley ser sancionada si
sus contenidos incluyen actos ilegales. En el artículo 7 inciso
«c», la ley dice claramente que los métodos recomendados no son
abortivos; a criterio de los legisladores. No obstante, si algún
médico, por razones científicas, dudara de esa cualidad en algún
método, podría plantearse la objeción de conciencia en relación
con ese método preciso, pero no habría razón para tener objeción
de conciencia con los restantes.
La educación sexual en nuestro país está prácticamente ausente de
los programas educativos. Esta situación se asocia a innumerables
casos de embarazos de alto riesgo, infecciones venéreas, SIDA,
mortalidad materna en adolescentes, niños abandonados, situaciones
que van acompañadas del sufrimiento de las familias en cuyo seno
ocurren estas calamidades. Esta carga de enfermedad y muerte ocurre,
como es de conocimiento de la Academia, sobre todo en sectores
humildes, de escasos recursos, ya que los sectores medios y altos,
gozan de acceso a la información por diversas vías.
Es por ello que consideramos, que el advenimiento de una ley como la
que nos ocupa puede contribuir a paliar y prevenir muchos problemas y
mejorar la salud de la población. Pensamos que con nuestros
adolescentes, los médicos tenemos el compromiso profesional de cuidar
su salud, su familia y sus vidas, desde la perspectiva ética y desde
nuestro compromiso con la profesión.
Evidencia serológica de
infecciones por citomegalovirus, hepatitis B y C, virus de
Epstein-Barr, Toxoplasma gondii, Trypanosoma cruzi y Treponema
pallidum en infectados por HIV
María S. Diez1, Isabel
Nocito2, Alicia R. de Frade2, Sandra G. Cappello1, Sandra M.
Guillén1, Antonio Montero1
1 Cátedra de Enfermedades Infecciosas, Facultad de Ciencias
Médicas; 2 Departamento de Microbiología, Facultad de Ciencias
Bioquímicas y Farmacéuticas, Universidad Nacional de Rosario
Estudiamos la evidencia serológica de infección por
citomegalovirus (CMV), virus de Epstein-Barr (VEB), virus de hepatitis
B (VHB) y C (VHC), Toxoplasma gondii, Treponema pallidum y Trypanosoma
cruzi en infectados por el HIV regularmente asistidos en nuestro
servicio.
El diagnóstico serológico involucró la detección de
inmunoglobulinas (IgG) específicas contra CMV (CMV Diasorin, Italia),
VEB (VEB Diasorin, Italia), VHC (VHC Diasorin, Italia) y T. cruzi
(HAI-Chagas y ELISA-Chagas Wiener lab, Rosario, Argentina); IgG e IgM
contra T. gondii (TOXO-IFI Biomérieux, France), la detección del
antígeno de superficie del virus de la hepatitis B (HBsAg)(HBsAg
Abbott, USA ), VDRL (VDRL Wiener lab., Rosario, Argentina) y FTA-ABS
para sífilis. Los resultados reactivos de VDRL se confirmaron
mediante FTA-ABS para el diagnóstico de sífilis.
Las comparaciones entre variables categóricas se realizaron mediante
la prueba de X2 o la prueba de significación exacta de Fisher cuando
la primera no resultó aplicable.
Se incorporaron al estudio 21 mujeres y 27 hombres cuyos promedios de
edad ± desvío estándar fueron de 28.90 ± 6.97 y 33.59 ± 4.68
años respectivamente.
El número de pacientes que tuvieron resultados reactivos y las
pruebas disponibles para cada patógeno estudiado se detallan a
continuación: EBV 14 de 37 (37.83 %); CMV 23 de 46 (50%);
toxoplasmosis 20 de 29 (68.97%); Chagas 2 de 28 (7.14%); VHC 17 de 48
(35.41%); HBsAg 5 de 47 (10.64%) y VDRL 7 de 45 (15.56%). La Tabla 1
compara estos resultados con la prevalencia conocida en bancos de
sangre argentinos y en infectados por el HIV.
Quince pacientes presentaron antecedentes de exposición parenteral
(14 adictos a drogas por vía intravenosa, ADIV, y 1
politransfundido). De los restantes, 11 fueron varones homosexuales no
ADIV y 22 heterosexuales no adictos.
La distribución de HBsAg y anti-HCV mostró diferencias
estadísticamente significativas entre hetero y homosexuales: 1 de 36
pacientes heterosexuales (2.78 %) y 4 de 11 homosexuales (36.36%)
presentaron HBsAg detectable (p=0.008, Fisher). Se detectaron
anticuerpos anti-VHC en 17 de 37 heterosexuales (45.95%) pero en
ninguno de los 11 homosexuales (p=0.0037, Fisher). Las restantes
infecciones no mostraron diferencias significativas en relación con
los hábitos de los pacientes.
El 86.66% de los pacientes expuestos por vía parenteral resultaron
reactivos para VHC versus 12.12% de los restantes pacientes (p=
0.0001, Fisher). La prevalencia de HBsAg resultó significativamente
mayor en los homosexuales masculinos (p= 0.008, Fisher).
La infección por CMV afecta 40 a 100% de la población general1. Los
anticuerpos anti-EBV, por su parte, aparecen temprano en la vida,
resultando evidentes en 90% de los adultos2. Ambas cifras concuerdan
con nuestros hallazgos.
La seroprevalencia de infección por T. gondii en infectados por el
HIV oscila desde 15 a 40% en EE.UU. hasta 100% en algunas áreas
europeas y africanas. Sabiendo que 47% de estos pacientes
desarrollarán toxoplasmosis del sistema nervioso central, los
resultados expuestos sugieren que 30% de los infectados por el HIV
están en riesgo de desarrollar toxoplasmosis cerebral en nuestro
medio3.
Como los resultados reactivos de VDRL fueron confirmados mediante la
prueba de FTA-ABS, el 15.56% de reactividad hallado demuestra una
elevada prevalencia de sífilis en infectados por el HIV, denotando
una marcada falla en la prevención de la transmisión sexual de HIV.
En Argentina existen pocos datos disponibles acerca de la prevalencia
de estas infecciones en infectados por el HIV4, 5. En 1993, Pérez
Bianco y col. realizaron un relevamiento serológico nacional de
enfermedades transmisibles mediante transfusiones6. En comparación
con sus resultados, la prevalencia de sífilis, hepatitis B y C en
nuestra serie resultó desproporcionadamente elevada. Ambas formas de
hepatitis mostraron una especial asociación con hábitos específicos
de la población estudiada: la hepatitis C prevaleció en ADIV
mientras que la hepatitis B fue un hallazgo frecuente en varones
homosexuales.
Hace algunos años detectamos anticuerpos anti-VHC circulantes en
89.74% de los ADIV pero en ninguno de los pacientes que contrajeron el
HIV por vía sexual5. Seis años más tarde, la prevalencia de
anti-HCV en ADIV infectados por el HIV resulta virtualmente idéntica
(86.66%), demostrando que la infección por VHC constituye una
verdadera endemia en estos pacientes. De un modo similar, la
seroprevalencia del HBsAg resultó muy semejante en ambas series.
Estos resultados confirman la existencia de una estrecha asociación
entre hábitos e infección por determinados agentes en nuestro medio
-específicamente ADIV con hepatitis C, y homosexualidad masculina con
hepatitis B-, y deberán ser tenidos en cuenta durante el manejo
habitual de infectados por HIV.
Dirección postal: Departamento de Microbiología, Facultad
de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas, Universidad Nacional de
Rosario, Suipacha 531, 2000 Rosario, Argentina
e-mail: amontero@sede.unr.edu.ar
Bibliografía
1. Krech U. Complement-fixing antibodies against cytomegalovirus in
different parts of the world. Bull WHO 1973; 49: 103-6.
2. Henle G, Henle W, Clifford P et al. Antibodies to Epstein-Barr
virus in Burkitt’s lymphoma and control groups. JNCI 1969; 43:
1147-54.
3. Zangerle R, Allerberger F, Pohl P et al. High risk of developing
toxoplasmic encephalitis in AIDS patients seropositive to T. gondii.
Med Microbiol Immunol 1991; 180: 59-66.
4. Montero A, Schujman LE, Fiorenza G. SIDA en Rosario: Datos
clínicos y formas de presentación en la experiencia del Hospital de
Emergencias. Medicina (Buenos Aires) 1990; 50: 275-7.
5. Montero A, Schujman LE. Evidencia serológica de infección por
virus de hepatitis C en infectados por el HIV1 en Rosario. Pren Med
Arg 1998; 85: 547-549.
6. Perez Bianco R, Santarelli MT y Miembros de la Sociedad Argentina
de Hemoterapia e Inmunohematología: Análisis de un relevamiento
serológico nacional para enfermedades transmisibles por transfusión
de sangre. Medicina (Buenos Aires).1993; 53: 491-6.
TABLA 1.– Comparación entre la seroprevalencia hallada en bancos
de sangre, en infectados por el HIV en 1995, y en la serie actual
Bancos de Este Rosario
sangre6 estudio 19955
% % %
Virus de Epstein-Barr ND 37.83% ND
Citomegalovirus ND 50% ND
Toxoplama gondii ND 68.97% ND
Trypanosoma cruzi 4.36% 7.14% ND
Virus de hepatitis C 0.56% 35.41% 61.40%
Virus de hepatitis B 0.92% 10.64% 9.37% VDRL 0.93 % 15.56 % ND
ND: Resultado no disponible.
|
|
|
|
|