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Diabetes gestacional
María Irene Domenech
PRODIABA, Dirección Provincial de Medicina Preventiva, La PlataDaniel
A. Manigot
Hospital Mariano y Luciano de la Vega, Moreno, Provincia de Buenos
Aires
La diabetes gestacional (DG) se define –por consenso casi
universal– como la alteración del metabolismo de los hidratos de
carbono (HC) que es detectada por primera vez o se inicia durante un
embarazo. Esta definición se encuentra establecida en la Cuarta
Conferencia Internacional sobre Diabetes Mellitus Gestacional1. Se
superponen así en la DG tanto la DG propiamente dicha, o sea la
intolerancia a los HC que aparece en una mujer previamente sana y
desaparece generalmente después del parto, con la que existía y se
reconoce recién durante el embarazo y no tuvo diagnóstico antes del
mismo. En ambos casos, el cuidado de la madre y el feto resultan
indispensables para prevenir las complicaciones en el parto y el
recién nacido.
La prevalencia media de DG en los EE.UU. es del 4%, con valores
máximos que oscilan entre 1 y 14%, dependiendo de la población
estudiada y los test utilizados para el diagnóstico. Las cifras son
variables a lo largo del mundo entero. Es interesante el hecho que,
diferentes grupos étnicos modifican drásticamente la prevalencia
según se estudian en sus países de origen o en comunidades radicadas
en países más desarrollados. Es el caso de la India, con una
prevalencia local de 0.6% que se eleva drásticamente al estudiarse
comunidades de ese origen radicadas en Europa, reflejando tal vez una
subnutrición crónica2. En nuestro país, la prevalencia de DG en un
estudio multicéntrico realizado en 1992 fue de un 5%3 siendo un
tercio de los casos diagnosticados por hiperglucemia de ayuno y los
dos tercios restantes por un sistema de detección y diagnóstico en
población total, siguiendo los criterios de la Asociación Americana
de Diabetes (ADA).
Los criterios de detección y diagnóstico han variado en distintas
épocas y lugares. Aun dentro de los EE.UU. no son idénticas las
propuestas de la Asociación Americana de Diabetes y del Colegio
Americano de Obstetricia y Ginecología. En 1991, la Universidad de
Oxford desaconsejaba el chequeo sistemático de las embarazadas4. La
polémica reside especialmente en la contraposición de chequeo
universal vs chequeo de la población de riesgo. El trabajo de
Etchegoyen y cols5, en este número de Medicina (pág 161) realizado
en población de la Provincia de Buenos Aires, analizando los factores
de riesgo con mayor peso predictivo, aporta datos de valor para esta
polémica.
Un primer problema para fijar pautas exactas de diagnóstico se
plantea porque la relación entre los niveles de glucemia en la madre,
y alteraciones tales como la macrosomía, malformaciones, incidencia
de cesáreas, etc., es prácticamente lineal6, 7. Es entonces
estadísticamente muy difícil elegir el punto de corte, máxime si se
consideran las variaciones entre los distintos métodos de dosaje de
la glucemia. Esta correlación arranca en valores considerados
normales para las mujeres no embarazadas, de tal modo que la glucemia
en ayunas considerada límite máximo tolerable para los consensos en
vigencia es de 105 mg/dl. Esta correlación lineal ocurre también, en
cierta medida, en la diabetes tipo 2 de la población general, a tal
punto que hemos asistido a lo largo de los años a cambios en la
definición de la misma que surgen de una lectura epidemiológica
(relación entre los niveles de glucemia y la presencia de daño de
órgano blanco), siempre con tendencia a fijar umbrales cada vez más
bajos.
Conviene destacar que en la mujer embarazada, niveles de glucemia
normales para la población general pueden asociarse a mayor
prevalencia de complicaciones en la madre y el recién nacido (RN). La
media de la glucemia en ayunas en la embarazada es menor que en
mujeres no embarazadas, pero la media de la glucemia pos-prandial es
mayor4.
Por otra parte, y a pesar de la linealidad en la relación
daño/glucemia, sólo un porcentaje determinado, y relativamente bajo,
de hijos de madres portadoras de DG sufrirán las consecuencias de la
misma. Tomando la macrosomía, cabe destacar que la normoglucemia
durante el embarazo, disminuye su prevalencia. No obstante ello, cerca
de un tercio de los recién nacidos de madres diabéticas con buen
control metabólico son macrosómicos para edad gestacional,
sugiriendo la existencia de otros mecanismos etiopatológicos
subyacentes8, 9.
Teniendo presente que el vínculo de diabetes y embarazo incrementa la
morbimortalidad maternofetal, se justifica la búsqueda sistemática,
intentando detectar y tratar al 100% de las diabéticas gestacionales,
aun cuando muchas de ellas o sus hijos no hubieran sufrido daño a
consecuencia de su condición. La Asociación Americana de Diabetes
propone los siguientes criterios para el screening 10 teniendo en
cuenta el nivel de riesgo de DG, al que divide en tres grupos:
Alto Riesgo –obesidad, historia previa de DG, glucosuria, historia
familiar de diabetes–, en las que recomienda un test de sobrecarga
con 50 gramos de glucosa y lectura de la glucemia en una hora en la
primera consulta. Se considera positivo un nivel de glucemia por
encima de 140 mg/dl. Cabe destacar que un trabajo reciente11 parece
demostrar que las embarazadas de alto riesgo, aun con el test de
sobrecarga positivo, que han tenido embarazos recientes sin presentar
DG, tienen riesgo sensiblemente menor. Cuando el test de sobrecarga es
negativo, deberá repetirse entre la semana 24 y la 28. Si es
positivo, deberá confirmarse mediante Test de Tolerancia Oral a la
Glucosa (TTOG).
Es interesante destacar que el riesgo fetal de los embarazos que
presentaron DG en el inicio del embarazo, fue sensiblemente mayor que
en los que la DG apareció recién en el tercer trimestre12. La ADA
propone como alternativa para el grupo de alto riesgo la realización
de un TTOG de inicio. Cuanto más factores de riesgo, más
costo-efectiva resulta esta conducta.
Bajo riesgo –menores de 25 años, peso normal, grupo étnico de bajo
riesgo, sin antecedentes personales ni familiares de intolerancia a la
glucosa o abortos previos–, podrían no realizar ningún test de
detección (imaginamos fuera de la glucemia en ayunas).
Riesgo estándar –prueba de detección con 50 gr de glucosa y
extracción a la hora deberá realizarse entre la semana 24 y 28.
Por fin, en todos los casos una glucemia en ayunas mayor de 105 mg/dl,
o mayor de 200 mg/dl en cualquier circunstancia, confirmada en un día
sucesivo, es suficiente para el diagnóstico de Diabetes Gestacional,
y hace innecesario cualquier test de sobrecarga.
La dimensión de la población a estudiar, y el rendimiento
relativamente bajo de estas medidas en cuanto al número de casos
graves evitados, motivan hasta la actualidad un arduo debate en el que
se alzan voces que pregonan aplicarlos tan sólo a las pacientes
consideradas de alto riesgo –edad mayor de treinta años, sobrepeso,
antecedentes de macrosomía o DG en embarazos anteriores, antecedente
familiar de diabetes tipo 2– hasta los que pretenden demostrar que
limitando los estudios a este grupo dejan de diagnosticarse numerosas
pacientes, con el consiguiente daño para la madre y el niño12.
Mientras en el Hemisferio Norte se analiza si una u otra postura son
costo-efectivas la pregunta clave entre nosotros es apenas si serán
posibles.
El PRODIABA (Programa de Prevención, Diagnóstico y Tratamiento del
paciente diabético de la Provincia de Buenos Aires) al que pertenecen
los pacientes estudiados en el trabajo publicado en este número (p.
161) y que funciona intensamente desde 1996 (año en que se logra
identificar y nominar la población objetivo a través del
reconocimiento del tratamiento ambulatorio), propone a sugerencia de
un experto en el tema de la Sociedad Argentina de Diabetes, Dr.
Alvariñas; cambiar desde 1999 al criterio de la OMS13, por
considerarlo metodológicamente más sencillo y por lo tanto de mayor
alcance poblacional. Según el mismo serán diabéticas gestacionales
quienes en más de una oportunidad tengan cifras de glucemia de ayuno
mayor o igual a 105 mg/dl o quienes por presentar factores de riesgo y
normoglucemia de ayuno reciban una carga de 75 gr de glucosa oral y a
las 2 hs de la misma tengan cifras superiores o iguales a 140 mg/dl.
En la Provincia de Buenos Aires, durante el año 1998 se atendieron en
el Sector Estatal 142.000 partos14, lo que se estima corresponde al
50% de todos los partos producidos en la Provincia. 62% fueron en el
conurbano bonaerense. En el mismo período, el total de recién
nacidos vivos fue de 246.571; 1.09% de los niños pesaba más de 4.500
gr al nacer, lo que hace un total de 2.611. Según datos de la
Subsecretaría de Planificación de la Salud, se constató que la tasa
de mortalidad infantil aumenta casi linealmente con el peso al nacer,
yendo desde 5.1 para los RN con peso entre 3.000 y 3.500 gr hasta 19.2
para RN con 5.000 gr o más.
Según la experiencia del PRODIABA, analizando los antecedentes
obstétricos, registrados por anamnesis, de la población con diabetes
gestacional que demandó insulina e insumos durante el año 1998, se
encontró que 0.7% de las mismas habían tenido hijos con
malformaciones, 10% abortos espontáneos, 2% decesos perinatales y 10%
macrosomía fetal (nacidos con peso ³ 5 kg). Cabe recordar que el 11%
de las embarazadas que se asisten en el sector estatal, realiza su
primer control prenatal después de la semana 30, y que llegan al
parto sin ningún control 13,5% de las mismas. Esto impide que el 24%
de los embarazos sean sometidos a un programa de detección de la DG,
privándose de los beneficios que el tratamiento oportuno de esta
condición ofrece a la madre y el niño13.
En cuanto al tratamiento de la DG, consiste en los pilares clásicos
de la diabetes: educación, automonitoreo, plan nutricional, actividad
física e insulina. El estudio de tres hospitales de Toronto mostró
claramente que el tratamiento adecuado de la embarazada reducía
significativamente el riesgo de macrosomía, aunque no la incidencia
de cesáreas; los autores interpretan que el conocimiento del
diagnóstico de DG inclina a los médicos a realizar una cesárea7.
El automonitoreo ambulatorio de la Glucemia, especialmente posprandial
e idealmente con censores electrónicos, es una recomendación
pragmática, por cuanto contribuye al control efectivo de la glucemia,
motiva a la embarazada y detecta claramente los casos que requieren
insulina. En cuanto al uso de esta última, conviene recordar que
deberá ser precoz en aquellos casos que no obtengan un óptimo
control de la glucemia o en que se detecte ultrasonográficamente una
tasa de crecimiento excesiva en el feto. Se encuentra en discusión un
trabajo publicado recientemente en el New England Journal of Medicine
que obtuvo buenos resultados en el tratamiento de la DG con un
hipoglucemiante oral, la gliburida, que no atraviesa la placenta. En
el mismo número, merece atención la nota Editorial dedicada a este
tema15, 16.
Las normas de tratamiento que hemos mencionado, que parecen tan
sencillas, son tal vez muy complejas o de cumplimiento muy difícil
para determinados sectores de la población. Tomemos como ejemplo el
automonitoreo ambulatorio de la glucemia. Quienes trabajamos en
Hospitales Públicos de la Provincia de Buenos Aires sabemos qué
pequeño es el porcentaje de pacientes que adhiere a este método por
desconocimiento o falta de educación impidiendo de esta forma la
corrección oportuna de los desvíos glucémicos patológicos.
El PRODIABA ofrece a las diabéticas embarazadas insulina humana y
tiras reactivas para determinar glucemias capilares por comparación
en escala colorimétrica, procurando una atención interdisciplinaria
en centros especializados. Estos programas deben incluir el
seguimiento de la madre y el niño luego del parto, por cuanto el
desarrollo de diabetes tipo 2 en la madre y la tendencia a la obesidad
en el niño son mayores en esta población17, 18.
Dirección electrónica: María Irene Domenech. PRODIABA,
Dirección Provincial de Medicina Preventiva, La Plata e-mail: prodiaba@ms.gba.gov.ar
Daniel A. Manigot. Hospital Mariano y Luciano de la Vega, Moreno,
Provincia de Buenos Aires. e-mail: dmanigot@intramed.net.ar
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