|
|
BIOLOGIA
MOLECULAR Y TUBERCULOSIS
60° ANIVERSARIO DE MEDICINA (BUENOS AIRES)
Simposio internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 6-7 octubre 1999
LA TUBERCULOSIS
VISTA CON EL LENTE DE APROXIMACION DE LA BIOLOGIA MOLECULAR
LUCIA BARRERA
Instituto Nacional de
Enfermedades Infecciosas ANLIS Dr. Carlos G. Malbrán, Buenos
Aires
Key words: tuberculosis, molecular biology
Resumen
La
secuenciación del genoma de Mycobacterium tuberculosis
posibilitó un proceso de investigación sistemática y el
progreso en el conocimiento de la biología del bacilo, aunque el
origen de su virulencia y patogenicidad permanece todavía un
tanto críptico. La ingeniería genética no ha logrado aún
diseñar armas más efectivas o convenientes que las ya conocidas
para el control de la tuberculosis. Ni las variedades del bacilo
creadas por recombinación o mutación, ni sus antígenos o ADN,
resultaron inmunógenos significativamente mejores que la vacuna
BCG. Por el momento tampoco es productiva la búsqueda de nuevos
blancos vulnerables del microorganismo ni de antibióticos más
activos, apenas se está avanzando en el camino de mejorar la
fórmula o vía de administración de las drogas convencionales.
En cambio sí se han desarrollado herramientas ingeniosas y
poderosas para optimizar el rastreo epidemiológico y el
diagnóstico de la enfermedad. El hallazgo de marcadores
moleculares de cepas del bacilo consolidó la investigación de la
diseminación del microorganismo, y permitió descubrir que
algunos de sus linajes se expanden y prevalecen en determinados
nichos ecológicos. Los métodos moleculares resultaron certeros
para caracterizar en forma inmediata bacilos detectados por
baciloscopia o por cultivo y le dieron mayor alcance y precisión
al diagnóstico rápido, determinante en el caso de pacientes
inmu-nosuprimidos y con tuberculosis multirresistente. Para que
tengan significado lógico y cierto, los resultados de los
estudios moleculares deben ser respaldados por la microbiología,
patología clínica y epidemiología tradicionales.
Abstract
Tuberculosis
focused through the molecular biology zoom. The sequence of
Mycobacterium tu- berculosis genome set up a process of systematic
research and improved the understanding of the microorganism
biology, albeit the clues of its virulence and pathogenicity still
remain rather cryptic. Genetic engineering did not succeed in
designing more effective or convenient tools to accomplish the
control of tuberculosis. Neither the bacillus variants created by
mutagenesis and recombination nor the microorganism subunits
(antigens, DNA) proved to be significantly better than the BCG
vaccine as immunogens. Likewise, the search for novel bacterial
targets and more active antibiotics has been unfruitful thus far,
even though some advance in drugs formula or delivery systems is
in progress. Conversely, new and ingenious instruments have been
developed to optimize the epidemiological tracing and diagnosis of
the disease. The finding of strain molecular markers consolidated
the investigation of tuberculosis spread and revealed the
expansion and prevalence of certain lineages of the bacillus in
some ecological niches. Molecular methods are specific to
immediately characterize the bacilli detected by microscopy or
culture which resulted in rapid diagnosis build-up. This
improvement is decisive for immunodepressed patients and those
affected by multidrug-resistant tuberculosis. To be meaningful and
precise the results produced by molecular investigations must be
properly backed up by conventional microbiology, pathology and
epidemiology.
Dirección postal: Dra. Lucía Barrera, ANLIS, Avda
Vélez Sarsfield 563, 1281 Buenos Aires, Argentina
Fax: (54-11) 4303-1801 E-mail: lbarrera@anlis.gov.ar
Conocimiento básico
La sinergia entre genética y bioinformática llevó a integrar
y completar la secuencia de todo el genoma de una cepa de
laboratorio (H37RV)1 y de un aislamiento clínico de Mycobacterium
tuberculosis2, 3. Al ser uno de los primeros veinte genomas de
microorganismos conocidos, integró el hito que marcó el inicio
de una nueva forma de investigación. Código en mano, los
traductores e intépretes contemporáneos, organizados en
consorcios internacionales, hacen análisis comparativos,
relacionan las secuencias en familias, predicen la función y
expresión de cada gen en base a lo conocido de secuencias
similares y construyen proteomas, e identifican las secuencias
propias de cada genoma. Las bases de datos genéticos, públicas o
accesibles por suscripción, y el software especialmente diseñado
para la búsqueda y análisis de esos datos, catalizan la
vertiginosa producción de conocimiento. Seguramente los
resultados de este análisis teórico tienen escaso error, pero
necesitan ser confirmados con experimentación biológica en el
ambiente natural del microorganismo4.
Muy extenso, el cromosoma del bacilo está integrado por cerca de
4.4 millones de bases y 4.000 genes, con alto contenido de
citosina-guanina (lo que se traduce en una composición peculiar
de aminoácidos), rico en ADN repetitivo (particularmente en
secuencias de inserción) y joven en términos de evolución o
inusualmente inerte (quizás por contar con un sistema muy
fidedigno de replicación de ADN)2. Lo decodificado hasta el
momento está de acuerdo con lo que se conocía del bacilo. El
hallazgo de que una proporción relativamente alta de genes se
transcribe con polaridad distinta a la de la replicación
contribuye a explicar la lenta replicación del germen. La
predominancia y diversidad de enzimas que actúan en la
biosíntesis y biodegradación de todos los lípidos conocidos
pone en evidencia la maquinaria que posibilita la síntesis y
mantenimiento de la pared, que protege y distingue al
microorganismo. Una gran ductilidad en el metabolismo y una gran
capacidad para sintetizar proteínas dedicadas a la
óxido-reducción, al transporte de oxígeno y al almacenamiento,
justifican la resistencia del bacilo en el granuloma, en
microaerobiosis, frente al stress oxidativo generado por células
fagocíticas o ante la limitación de nutrientes1.
Las moléculas semánticas, particularmente el ARN ribosomal,
parecen evidenciar que el bacilo de la tuberculosis tuvo ancestros
de vida libre, y que su progenitor directo fue el bacilo que causa
tuberculosis en el ganado bovino, del cual derivó cuando el
hombre comenzó a convivir con el ganado y domesticarlo5.
Adquirió características que lo adaptaron como parásito y
patógeno del hombre. ¿Dónde y cómo guardó la información
incorporada durante este aprendizaje? Siguiendo una corriente de
investigación microbiológica, últimamente se ha puesto mucho
interés en la identificación de las bases moleculares de la
virulencia y latencia del bacilo. Esenciales para la patogenia y
sobrevivencia del microorganismo, son investigadas con el afán de
encontrar inmunógenos efectivos, reactivos inmunodiagnósticos y
blancos para nuevos antibióticos. Para este fin se ha intentado
modificar sus genes y examinar los efectos que esos cambios
generan. Pero esta estrategia no resultó fácil: así como en el
ambiente natural el bacilo es hermético y no intercambia material
genético con otros microorganismos, en el experimental es
refractario a ser manipulado genéticamente. Quizás se logren
mayores avances con métodos no invasivos del germen. Por ejemplo,
utilizando «chips» con una enorme cantidad de sondas (segmentos
seleccionados de ADN) para capturar e identificar el ARN que el
bacilo produce, y por lo tanto los genes que expresa durante los
procesos patogénicos o en el pasaje al estado durmiente.
Se han identificado tres genes asociados a la virulencia: el sigA
que al mutar atenúa al bacilo, el mce que le permite invadir a
los macrófagos, y el katG que codifica una enzima capaz de
desintegrar moléculas oxidativas producidas por el fagocito.
Presumiblemente la pared tiene un rol decisivo en la patogénesis,
pero al ser tan compleja no resulta sencillo identificar los genes
críticos entre los que gobiernan su síntesis1. Probablemente la
capacidad que tiene el bacilo de degradar gran variedad de
lípidos le permite no sólo mantener su pared sino, también,
desintegrar membranas o vacuolas celulares de los fagocitos de su
hospedador. Pareciera que la virulencia es multifactorial más que
dependiente de una única instrucción genética.
Estos estudios se limitan a bacilos que pueden ser aislados a
partir de muestras de pacientes con tuberculosis. Nada se sabe
acerca de los que causan sólo infección o tuberculosis
contenida, no recuperables por cultivo. Quizás tengan diferencias
que marquen distintos grados de virulencia en la especie.
Parece ser mucho y sustancial lo que resta develar del proceso
patogénico que desencadena el bacilo. Muy pocas piezas han sido
descubiertas después de que la inmunoquímica identificara la
mayor parte de los antígenos del bacilo y de los mediadores,
moduladores y efectores de la respuesta inmune. Aunque sí se
están diferenciando subsets de esas piezas, detallando sus
estructuras, armando el cronograma de reconocimiento e
inmunodominancia de cada una de ellas y precisando los procesos de
los que son responsables. Probablemente el progreso más notable
se esté dando en el campo de la «sociología» celular. Se
están conociendo los mediadores de la unión del microorganismo
con las células del hombre, el maravilloso sistema «táctil» de
comunicación y reconocimiento intercelular, y las moléculas cuya
expresión está estimulada por la interacción. Además se están
describiendo los mecanismos por los que pueden llegar a morir el
microbio y las células del hospedador enfrentadas6. Y se está
avanzando en el conocimiento de las secuencias genéticas que dan
origen a esas moléculas.
Quedan por identificar los factores genéticos del hombre que lo
hacen naturalmente susceptible o resistente a la enfermedad. A
diferencia de lo que sucede en el modelo murino, donde un gen
parece gobernar la resistencia, en el hombre todo es más difuso.
Ninguno de los genes investigados resultaron ser determinantes
categóricos7.
Epidemiología
La bacteriología no puede demostrar con certeza si dos o más
aislamientos clínicos del bacilo descienden de un mismo
progenitor. La biología molecular avanzó decididamente sobre
esta cuestión al descubrir que el número y ubicación en el
cromosoma de ciertas secuencias de ADN, móviles y repetitivas,
pueden conformar una «huella digital» propia de cada cepa8. Se
discute todavía la cantidad y tipo de información genética que
debe integrar esa huella para que sea un documento de identidad,
pero se están produciendo definiciones claves. El hallazgo
modificó totalmente la forma de rastrear la diseminación del
bacilo y descubrió un velo que impedía ver cómo distintos
linajes se movilizan y logran prevalecer en determinados nichos
ecológicos.
Los elementos repetitivos del ADN parecen brindar plasticidad
genética al microorganismo y serían, por lo tanto, valiosa
fuente de información filogenética. Muchos están agrupados, lo
que sugiere que prefieren determinadas zonas del cromosoma para
insertarse. Se polemiza acerca de la dinámica con la que se
transponen, multiplican o escinden9. Pero la disposición general
que presentan en un determinado momento de la evolución parece
mantenerse en sincronía con la escala de tiempo de los sucesos
epidemiológicos que requieren ser investigados en el campo de la
salud pública.
Entre esos elementos repetitivos está la denominada IS6110,
secuencia de inserción que no tiene expresión o función
conocida. Se encuentra en casi todos los aislamientos de M.
tuberculosis y al parecer ya estaba presente cuando se originó la
especie. Su distribución en el cromosoma resultó ser uno de los
mejores marcadores hasta ahora conocidos para distinguir cepas del
bacilo. Se ha estandarizado un protocolo de fingerprinting que
revela la presencia y disposición de la IS6110 en el cromosoma,
de manera que resulten comparables los resultados obtenidos
internacionalmente. Excepcionalmente, se encuentran cepas con muy
poca movilidad de esta secuencia y, por lo tanto con pocas
repeticiones de ella. En estas circunstancias es necesario
recurrir a marcadores secundarios, independientes. Aun así y aun
cuando se están buscando alternativas más sencillas y rápidas,
el fingerprinting de IS6110 se ha establecido como el método de
referencia y es el más utilizado en investigaciones aplicadas
para certificar la transmisión del bacilo entre convivientes o
contactos. Las conclusiones fueron, en ocasiones, un tanto obvias
y podrían haber surgido de la simple observación, deducción y
aplicación de la epidemiología y microbiología convencionales.
Pero en estos desafíos se estableció el valor epidemiológico
del método.
Un ejemplo sobresaliente fue la demostración de cómo la
emergencia de multirresistencia a drogas antituber-culosas de esta
década ha sido producto de la intervención del hombre. Para
facilitar el manejo clínico de pacientes con tuberculosis
multirresistente, se generalizó la práctica de internarlos en
hospitales especializados de referencia, a veces sin condiciones
adecuadas de contención de infección respiratoria. Comúnmente
ubicados en grandes urbes donde prevalece la infección por el
HIV, estos nosocomios concentran también la atención de
pacientes afectados por el virus. Allí, los enfermos tuberculosos
son involuntarios transmisores de bacilos multirresistentes y los
receptores que enferman son, principalmente, los pacientes con
SIDA que conviven en el mismo predio. Algunas cepas
multirresistentes encontraron así un nicho ideal para diseminarse
rápidamente y originaron dramáticos brotes10 de los que nuestro
país no está exento11, 12, 13. En estos hospitales, el
finger-printing, proveyó la prueba final de la transmisión
nosocomial e identificó los casos involucrados. Pero el fenómeno
había sido expuesto y explicado mucho antes, fundamentalmente por
el patrón de sensibilidad de los aislamientos del bacilo que se
sucedían en cada institución.
Aunque menos impactante, es mayor la utilidad del fingerprinting
cuando es aplicado para investigar la transmisión de bacilos sin
particularidades fenotípicas, indistinguibles por métodos
microbiológicos. Puede ser un ejemplo la investigación de
fuentes y rutas de contaminaciones, normalmente producidas por el
uso común de equipos o soluciones en las prácticas médicas o de
laboratorio. La incongruencia entre los resultados del laboratorio
y la evolución clínica de algún paciente puede hacer conjeturar
que existió una contaminación aunque, sorprendentemente, detrás
de un episodio pueden quedar expuestos varios más no sospechados.
Así se ha conocido que el sobrediagnóstico por este error es
más frecuente que lo esperado, y se ha resaltado la importancia
de analizar críticamente los resultados del cultivo que es
considerado el método de diagnóstico de máxima precisión14,
15.
El fingerprinting también permitió investigar vías de
transmisión en comunidades abiertas. Las cepas que afectan
personas que se mantienen relacionadas por compartir un background
étnico-cultural16, 17, 18 o generacional19 tienen mayor grado de
similitud que las de grupos no relacionados. Tal observación no
hace más que corroborar que la tuberculosis se transmite más
entre contactos. La escasa interrelación entre nativos e
inmigrantes puede explicar por qué en San Francisco, Estados
Unidos, se evidenció que es más probable que un inmigrante se
contagie de un nativo que a la inversa17, invalidando el
preconcepto de que, en países desarrollados, son los inmigrantes
de países con alta prevalencia de tuberculosis la principal
fuente de infección para toda la población. Parece no ser así,
al menos cuando existe un buen programa de control.
Los genotipos de las cepas de bacilos son también más
homogéneos en poblaciones humanas con alta prevalencia de la
enfermedad, lo que sería evidencia de que se están transmitiendo
activamente. Por el contrario, donde la situación está más
controlada, la diversidad es mayor, lo que expondría que se
están produciendo reactivaciones endógenas de infecciones
causadas en el pasado por distintas cepas20, 21.
Las imágenes de las «huellas digitales» estandari-zadas están
siendo archivadas en bases de datos internacionales. Y a partir de
ellas, la epidemiología molecular está comenzando a delinear
vías y dinámica de dispersión del bacilo locales, regionales y
globales20. En el mismo contexto, algunas cepas o familias de
cepas prevalecieron por sobre otras con similares
características. Así parece haber sucedido en brotes de corta
duración o durante la propagación, extendida en el tiempo, en
comunidades con alta incidencia de tuberculosis. Quizás la
asociación entre los geno y fenotipos epide-miológicos puede
contribuir a la comprensión de las ventajas adaptativas que
contribuyeron a la expansión y predominancia de algunos linajes
del bacilo21, 22. Se ha aventurado que la vacunación con BCG
podría haber sido un factor de selección23.
La tuberculosis fue modelo sobre el que se fundamentó la
epidemiología convencional y hoy también es paradigma sobre el
que está creciendo la epidemiología molecular. Este conocimiento
puede contribuir a mejorar el control de la tuberculosis
focalizando los problemas, pero las soluciones siguen dependiendo
de las mismas armas tradicionales.
Control
Sin armas para impedir la infección por el bacilo, o la
evolución de esa infección a enfermedad, ni para esterilizar
inmediatamente las lesiones que el bacilo origina, el control de
la tuberculosis no puede ser alcanzado mediante el empeño
intermitente de «campañas». Depende del esfuerzo sostenido que
implica identificar y curar a los enfermos, asegurando la
administración regular de una terapia prolongada a cada caso que
se encuentre. Por la cronicidad de la enfermedad, ese esfuerzo
debe ser mantenido por varias generaciones, hasta eliminar las
fuentes a partir de las cuales se transmite el microorganismo en
la comunidad. Un programa de esta naturaleza requiere no sólo de
la asignación de recursos apropiada, sino también de
organización y tenacidad comunitarias. Estas actitudes no están
comúnmente instaladas en los países no desarrollados, donde se
concentra la población más susceptible por desvalida. Y allí la
tuberculosis persiste y prevalece. Estas falencias sociales
también parecen ser crónicas y por eso existe la demanda de
alguna nueva táctica de control más realista. Los ojos se
dirigen expectantes hacia las promesas de cada avance
tecnológico, ayer el de la inmunología, hoy el de la biología
molecular: nuevas vacunas, nuevos reactivos de diagnóstico,
nuevos antibióticos...
Vacuna
Se puede llegar a la idea de que la prevención por vacunación
sería la única intervención que lograría el control global de
la tuberculosis. Pero no se cuenta con una vacuna útil para este
fin. La BCG, capaz de evitar diseminación del bacilo a partir del
pulmón, no previene eficazmente la tuberculosis pulmonar24, 25.
Para superar a la BCG no se pudo recurrir al uso de bacilos
muertos porque no despiertan suficiente inmunidad celular: los
antígenos secretados por el microorganismo vivo son el blanco
preferido de las células T. Por otra parte, ha sido difícil
avanzar por la vía de obtener gérmenes atenuados dado el pobre
conocimiento que se tiene de los factores que le otorgan o pueden
quitarle virulencia al bacilo de la tuberculosis. Al comparar su
genoma con el de su pariente muy semejante, BCG, se evidenciaron
algunas deleciones que podrían contribuir a dilucidar el proceso
de atenuación logrado durante el desarrollo de la vacuna26.
El avance técnico aplicado a la producción de moléculas, como
la recombinación de segmentos codificantes en un huésped
bacteriano, y el progreso en la evaluación de la función
biológica e inmunológica de esas moléculas, alentaron la puesta
en práctica de nuevas estrategias para el desarrollo de un mejor
inmunógeno27, 28.
La aplicación de subunidades proteicas del agente etiológico
purificadas y suplidas con adyuvantes, táctica que resultó
exitosa para despertar respuesta humoral protectora contra varias
infecciones bacterianas y virales, no fue efectiva para la
tuberculosis.
La ingeniería genética se planteó el desafío de agregar o
sobreexpresar información genética que codifica la producción
de algunos antígenos seleccionados, aun cuando no están
identificados con precisión los responsables de estimular la
respuesta protectora. Así se recombinó o mutó a la BCG, y a
otras micobacterias no virulentas, para que expresen genes
auxótrofos de M. tuberculosis o de otras especies del género.
Más aún, cuando se identificó la propiedad adyuvante del ADN, y
en particular la potencialidad que tiene para disparar la
producción de interleuquinas que estimulan actividad bactericida
y citotóxica, se construyeron e inyectaron plásmidos portadores
de genes que codifican antígenos citoplasmáticos del bacilo
reconocidos tempranamente (como el antígeno 85) o los de
proteínas de stress reconocidas más tardíamente (como el de
65kDa, 36 kDa o el ESAT-6).
Lo cierto es que, hasta ahora, ni las variedades del bacilo
recientemente creadas por el hombre (atenuados, recombinados o
mutados), ni las subunidades purificadas (proteicas o ADN) han
resultado inmunógenos significativamente mejores que BCG. El
fracaso en el diseño de una vacuna que provea resistencia a la
infección por el bacilo puede ser considerado como una de las
mayores frustraciones de la investigación microbio-lógica.
Diagnóstico
Es muy difícil detectar bacilos contenidos en una lesión
cuando son escasos y más aún cuando están encerrados. Muy
raramente pueden ser vistos en el examen microscópico de una
muestra de esa lesión, y no siempre pueden ser aislados por
cultivo, para lo que es necesario implementar una rutina especial
y laboriosa dado que estos microorganismos tienen requerimientos
diferentes de los de las bacterias comunes. Aun cuando el cultivo
resulte fructífero, se tarda mucho para detectar los bacilos,
identificarlos y determinar su sensibilidad a los antibióticos,
porque son longevos y de lenta multiplicación. Demasiado tiempo
frente a la urgencia para instaurar o modificar la quimioterapia.
Resolver estas limitaciones del diagnóstico bacteriológico fue
uno de los primeros objetivos del desarrollo de las técnicas
moleculares.
Ciertos segmentos de ADN y ARN, como la mencionada IS6110, son
exclusivos del complejo M. tuberculosis (M. tuberculosis, M.
bovis, M. africanum y M. microtti). Aun con diferentes fenotipos,
resulta difícil encontrar un marcador característico de cada una
de estas especies con gran similitud genética29, 30, 31. Se
intentó amplificar segmentos propios del complejo desde que fue
posible multiplicar material genético en un tubo de ensayo. Se
aplicaron distintos métodos (identificados por las siglas de sus
nombres en inglés que aluden a las enzimas o sistemas que
utilizan: PCR, RT-PCR, TMA, LCR, QbRA, SDA). Varios laboratorios
desarrollaron sus propios protocolos, utilizaron una gran variedad
de primers (iniciadores de la replicación) y técnicas de
extracción de los ácidos nucleicos contenidos en muestras
clínicas, de amplificación y detección de material genético
multiplicado. Sometidos a evaluación internacional, estos
protocolos resultaron absolutamente insatisfactorios. La industria
compró luego las patentes, invirtió en el perfeccionamiento
técnico y logró mejorar la precisión diagnóstica, aunque aún
no resolvió todos los problemas.
Amplificando segmentos propios del complejo M. tuberculosis, se
esperaban resultados positivos sólo si había algún bacilo de
este tipo en la muestra. Pero en la práctica se produjeron falsos
resultados positivos por la contaminación con amplicones
(segmentos multiplicados). Fácilmente pueden salir de un vial
cuando éste es abierto, permanecen en el ambiente del
laboratorio, pueden introducirse en otro vial conteniendo una
nueva muestra y originar en ella una señal positiva aun cuando no
contenga bacilos. El porcentaje de falsos resultados positivos
llega a niveles inaceptables en algunos casos, y con las mejores
condiciones (utilizando costosos sistemas de decontaminación y
protección de aerosoles, material descartable y áreas de trabajo
separadas) es del 2-3%. Además, los ácidos nucleicos de los
bacilos son amplificados aun cuando estén muertos, por ejemplo
los expectorados por un paciente en proceso de curación o ya
curado. Por otra parte, métodos tan sensibles prometían detectar
hasta un único bacilo. Sin embargo, en la práctica, la pérdida
de material genético que puede ocurrir cuando se lo extrae de una
muestra y los inhibidores de la amplificación que pueden estar
presentes en el material biológico desbarataron la expectativa.
Se obtienen resultados positivos en casi la totalidad de las
muestras ricas en bacilos, con baciloscopia positiva. Pero en
muestras con pocos microorganismos, detectables sólo por cultivo,
la sensibilidad disminuye a la mitad, al menos con sistemas de
amplificación de primera generación.
En ese estado de cosas, un resultado discordante de la
amplificación de ácidos nucleicos no debería modificar la
conducta médica frente al paciente con baciloscopia negativa. Con
alta sospecha clínica de tuberculosis, no se puede dejar de
administrar tratamiento antituberculoso por una prueba de
amplificación negativa, sabiendo que la sensibilidad es limitada
para detectar estos casos. Si la sospecha clínica de tuberculosis
es mínima, se dudará en instituir tratamiento basado en un
resultado positivo de la prueba, considerando que en ese grupo de
pacientes la probabilidad de tuberculosis es baja y próxima a la
de un falso resultado positivo.
Pero la amplificación resultó, desde un inicio, muy útil para
identificar una micobacteria en el mismo momento en que es
detectada por algún método bacteriológico. Desde antes era
posible hacerlo capturando sus ácidos nucleicos con sondas
(segmentos específicos de ADN con una marca que las pone de
manifiesto), pero sólo si se contaba con un cultivo abundante,
porque son necesarios muchos bacilos para que la hibridación sea
evidente. La amplificación de ácidos nucleicos específicos
permite identificar menor cantidad de gérmenes. Así, es posible
determinar si los bacilos vistos en el microscopio o puestos de
manifiesto precozmente por algún sensor introducido en un medio
de cultivo pertenecen, por ejemplo, al complejo M. tuberculosis o
al complejo M. avium-intracellulare (oportunista frecuente en
inmunosu-primidos). Y así orientar, en el mismo día en que se
detecta el microorganismo, la terapéutica específica y
determinar si es necesario tomar medidas de control de
transmisión y de contactos. Esta aplicación es particularmente
útil para pacientes con SIDA entre quienes es más probable que
ocurra una micobacteriosis diferente a tuberculosis, no tanto para
inmunocompetentes entre quienes la presencia de una micobacteria
ambiental es una rareza.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, cuatro años atrás la
Food and Drug Administration de Estados Unidos, aprobó el uso de
un par de equipos de origen comercial que amplifican ácidos
nucleicos, para identificar M. tuberculosis sólo en muestras
respiratorias de pacientes vírgenes de tratamiento con
baciloscopia positiva, y para ser utilizados en conjunto con el
cultivo32, 33, 34. Muchos esfuerzos técnicos se han hecho desde
entonces. Algunos sistemas lograron incrementar su sensibilidad,
varios incorporaron estrategias para detectar y eliminar
inhibidores de la amplificación, y para esterilizar y disminuir
la diseminación de amplicones. Se están perfeccionando métodos
que realizan toda la reacción en un único contenedor totalmente
cerrado, y se están automatizando los procesos. A la vez se
proponen recomendaciones como la de repetir toda prueba positiva y
la de realizar la determinación en más de una muestra del
paciente toda vez que sea posible, para identificar falsos
positivos y a la vez incrementar la detección. Se pretende así
superar problemas técnicos, optimizar la precisión y lograr la
aprobación también para muestras extrapulmonares y con
baciloscopia negativa.
Uno de los primeros intentos para acelerar la detección de M.
tuberculosis y el estudio de su sensibilidad a los antibióticos
se hizo utilizando micobacteriófagos. Son virus que pueden
sobrevivir y reproducirse sólo si infectan micobacterias en
multiplicación. Una forma de revelar rápidamente si han
encontrado un hospedador en un cultivo, es transformando al
sistema biológico en una especie de luciérnaga. Se le introduce
al virus el gen de luciferasa y si éste encuentra bacilos donde
expresar el gen, se sintetiza la enzima. Pocas horas después de
la infección, la enzima actúa en una reacción que produce luz
si se le suministra el sustrato correspondiente. Así, la luz
permite inferir que hay bacilos vivos en el medio mucho antes de
que puedan ser detectados visualmente. Y si la luz es emitida en
presencia de un antibiótico se deduce que el bacilo resiste a
él35. La estrategia resultó útil para explorar la actividad de
nuevos antibióticos con cepas de laboratorio de M. tuberculosis,
y está siendo utilizada por la industria, pero no pudo ser
generalizada a una gran variedad de aislamientos de origen
clínico. No parece sencillo vencer la renuencia del bacilo a
incorporar y expresar «cassettes» con información genética36.
Otra alternativa, por la que últimamente se ha renovado el
interés, obvia esta dificultad. Pocas horas después de agregados
los fagos a un cultivo, se inactivan químicamente los que
quedaron sueltos, mientras que sobreviven los que encontraron e
infectaron bacilos viables. Transferidos sobre un agar sembrado
con una micobacteria que se multiplica muy rápidamente, M.
smegmatis, los virus persistentes pueden infectar a esta otra
micobacteria y terminan lisándola por lo que aparecen, en uno o
dos días, placas sin desarrollo sobre una napa de bacterias. En
este caso es la aparición de placas lo que permite inferir que el
cultivo inicial contenía bacilos vivos37, 38.
A diferencia de otras bacterias que pueden adquirir determinantes
de resistencia a antibióticos por intercambio de material
genético móvil, no hay evidencia de que algo semejante ocurra
con el bacilo de la tuberculosis. De hecho, todas las mutaciones
que se han caracterizado como determinantes de resistencias son
espontáneas, seleccionadas y fijadas por los antibióticos en el
cromosoma, generación tras generación del microorganismo. Se
conocen las alteraciones más frecuentes que hacen que el germen
resista frente a cada una de las drogas antituberculosas de
primera, segunda y tercera línea39. Es posible detectarlas
secuenciando y caracterizando los genes involucrados, pero la
metodología necesaria para esto pocas veces está disponible en
un laboratorio de diagnóstico microbiológico.
Entre la resistencia a los antibióticos la más crucial, porque
condiciona el éxito del tratamiento, es la simultánea a
rifampicina e isoniacida, es decir la multirre-sistencia. Es
importante detectarla rápidamente para tratar de reorientar la
terapia y prevenir estrictamente la transmisión. El 90-95% de los
aislamientos resistentes a rifampicina portan mutaciones puntuales
en una pequeña región del gen rpob (codifica una subunidad de la
ARN polimerasa) y se conocen las más frecuentes. Frente a este
fenómeno, fue posible desarrollar una estrategia simple y
práctica para detectarlas. Se pueden ordenar sobre un soporte
sólido los segmentos que integran la región del gen tal como
están en el germen sensible y, por otra parte, tal como se
presentan más frecuentemente en los resistentes. Se puede luego
amplificar la misma región de ese gen a partir de un aislamiento
clínico, para depositar los amplicones sobre las secuencias
inmovilizadas. Si se unen a los segmentos mutados es posible
anticipar que ese aislamiento es resistente a la rifampicina.
Algunos equipos así diseñados están en evaluación38. Dado que
se conoce la mayoría pero no la totalidad de las mutaciones
asociadas a resistencia, y que los sistemas han sido pensados para
detectar las más frecuentes, es posible, aunque poco probable,
que un aislamiento sea resistente aun cuando no se evidencie
alteración alguna. Por lo tanto, es necesaria la prueba de
sensibilidad convencional para confirmar que un aislamiento es
sensible. La detección rápida de resistencia a rifampicina es
muy útil para el manejo clínico de un caso. Por sí misma suele
comprometer el éxito del tratamiento estandarizado y, más aún,
normalmente está asociada a la resistencia a isoniacida y es, por
lo tanto, un marcador bastante preciso de multirresistencia.
Ciertas mutaciones parecen conferir resistencia cruzada a otras
rifamicinas40 por lo que su detección podría predecir la
inutilidad terapéutica de drogas análogas. Por ahora, no es
igualmente sencillo detectar la resistencia a isoniacida porque el
bacilo ha desarrollado una variedad de mecanismos para resistirla.
Puede aparecer la alteración de alguno de tres genes: el
involucrado en la activación de la isoniacida (kat G), el que
puede detoxificarla (inhA) o el que gobierna la producción de una
enzima esencial para la elongación de los ácidos grasos de la
pared (ahpC) y que es blanco de la droga activada. Seguramente
restan por identificar otros mecanismos. La alteración del
primero de los genes es más frecuente, pero ocurre sólo en
aproximadamente la mitad de los casos.
Más allá de la aplicación diagnóstica, es posible que el
estudio de las mutaciones que graban la resistencia en la memoria
del bacilo podría contribuir a caracterizar la dinámica
poblacional de M. tuberculosis, en especial en respuesta a la
presión selectiva de las drogas.
De manera que, las pruebas moleculares están siendo
perfeccionadas para informar si los bacilos están presentes o
ausentes en la muestra de la lesión del paciente. No se puede
afirmar que hayan ocupado el lugar de referencia para confirmar o,
menos aún, descartar el diagnóstico de tuberculosis. En cambio,
resultaron certeras para caracterizar rápidamente bacilos
detectados por baciloscopia o por cultivo, aportando mayor alcance
y precisión al diagnóstico rápido, determinante en el caso de
pacientes inmunosuprimidos y con tuberculosis multirresistente.
Complementan pero no reemplazan a los estudios bacteriológicos.
Como resultado de ello está creciendo la asociación entre
empresas dedicadas al desarrollo de equipos automatizados para
lectura de cultivos y para determinaciones moleculares, que apunta
a potenciar ambas estrategias combinándolas.
Terapia
Como casi todos los antibióticos, las drogas antituber-culosas
fueron descubiertas bastante azarosamente. Primero se conoció su
acción letal sobre el bacilo. Más tarde fueron identificadas las
funciones vitales que bloqueaban y las moléculas cuya
biosíntesis impedían (básicamente los componentes de la pared,
ácidos nucleicos y proteínas). Y, recientemente, se conocieron
los blancos moleculares que atacan. Algunas tienen amplio espectro
porque interactúan con enzimas presentes en varios gérmenes.
Otras, son específicas porque interfieren enzimas propias del
bacilo (principalmente las involucradas en la síntesis de la
pared), o porque son transformadas en antibióticos por enzimas
propias del bacilo, o por una combinación de ambos mecanismos41.
No bastó con descubrir los antibióticos. Para lograr la cura
fueron necesarios más de veinte años de aprendizaje acerca de
cómo administrarlos. Se combinaron, para atacar simultáneamente
varias funciones vitales del germen y poblaciones del bacilo con
distinto grado de actividad biológica. Se prolongó la acción,
para aniquilar microorganismos que, en las condiciones letales
generadas por la respuesta inmune del hospedador y la
quimioterapia, pueden persistir quiescentes minimizando así la
exposición de los blancos atacables. Sólo así se conformó un
esquema terapéutico específico y efectivo que reduce al mínimo
posible el tiempo durante el cual el paciente permanece
infeccioso, las recaídas y la resistencia a los antibióticos.
Por complejo, pero sobre todo por prolongado, el esquema resulta
de difícil cumplimiento. Y cuando los tratamientos se hacen
irregularmente no sólo fracasan en la eliminación de las fuentes
de transmisión del bacilo sino que, además, crean una presión
selectiva que hace emerger gérmenes resistentes a los pocos
antibióticos efectivos conocidos.
Esta realidad creó la demanda de nuevas drogas que simplifiquen
la terapéutica y que sean activas contra los bacilos
multirresistentes. No se encontraron. Frecuentemente se argumenta
que no las buscaron con suficiente interés los países que tienen
medios para hacerlo, porque no están afectados seriamente por
tuberculosis. Es una verdad a medias, donde se ha invertido
recursos el resultado ha sido magro. Con excepción de las
oxazolidinonas, todas las «nuevas» drogas con actividad
antituberculosa no son más que viejos antibióticos ligeramente
modificados en su estructura química. Tal el caso de los
nitroimidazoles y las nuevas rifamicinas, incluyendo la
rifapentina recientemente aprobada como alternativa de la
rifampicina. Otras ni siquiera son tan activas como las de primera
línea, tal el caso de las quinolonas fluoradas. A la vez, se
experimenta con liposomas y miocroesferas de biopolímeros que
encierran y luego liberan los antibióticos continuamente durante
un tiempo prolongado, con el fin de espaciar y disminuir el
número de ingestas y de reducir la toxicidad42, 43. Se sigue
apuntando, en definitiva, a los mismos blancos del bacilo, en el
mejor de los casos con ventajas farmacocinéticas por
optimización de la fórmula o vía de administración de las
drogas convencionales. La introducción de análogos de las drogas
en uso no soluciona el problema de la resistencia o sólo lo hace
tempora-riamente, porque los mecanismos que desarrolló el germen
para evitar la actividad de un antibiótico son también útiles o
se adaptan rápidamente para resistir a sus derivados. Este
estancamiento en el descubrimiento de antimicrobianos, quizás
más importante pero no restringido al campo de las drogas
antituberculosas, ha llevado a augurar el fin de la era
antibiótica44.
Alternativamente, se intentó coadyuvar la quimioterapia con
moléculas moduladoras de la respuesta inmune. Limitados ensayos
clínicos en los que se administraron citoquinas amplificadoras,
particularmente interferón g, interleuquina 2 y GM-CSF42, dejan
la idea de que la inmunoterapia es todavía una aspiración que
presenta más dilemas que soluciones. Es difícil controlar y
dirigir un fenómeno tan complejo. Una respuesta deficiente lleva
a la enfermedad, pero la exacerbada puede causar destrucción
tisular irreversible. Al conflicto de la elección de la molécula
moduladora, se suma el de la dosis que sea capaz de desencadenar
la cascada de respuestas apropiadas con la intensidad apropiada.
Al finalizar la centuria, la búsqueda de nuevos «talones de
Aquiles» del bacilo puede encararse por un camino más racional y
dirigido, gracias a la potencialidad de la biología molecular3.
Se trata de identificar genes que codifiquen funciones esenciales,
potenciales blancos de nuevos antibióticos. Es especial el
interés por interferir factores críticos para la infección, la
patogénesis, y la transformación hacia la quiescencia que le
permite persistir al bacilo. El análisis comparativo de los
genomas permite inferir si esos blancos están presentes sólo en
una especie de microorganismos o en varias, y si están en el
hombre. Se orienta así el desarrollo de antibióticos de limitado
o amplio espectro que sean, a la vez, no tóxicos. Los recientes
avances en el reemplazo y mutación de genes y en la detección de
ARN transcripto, proveen estrategias para validar la expresión y
la condición de esencial del blanco seleccionado. Una vez
diseñados y sintetizados los quimioterápicos, es posible
evaluarlos preliminarmente en forma rápida recurriendo al uso de
micobacteriófagos, tal como ya fue descripto.
Por otra parte, la terapia génica promete estimular la
producción de moduladores de la respuesta inmune en el
hospedador, sin necesidad de administrarlos. Y también impedir la
expresión de algunos genes o interrumpir procesos vitales del
bacilo y hasta introducirle genes suicidas45. Queda por demostrar
si esto es posible y efectivo.
Conclusión
La biología molecular parece estar en el proceso de confirmar,
explicar, detallar y precisar fenómenos percibidos o conocidos
por el hombre desde hace mucho tiempo, cuando aún no contaba con
métodos de tanta precisión y alcance. También ha estimulado la
generación de conocimiento, fundamentalmente en base a
predicciones que surgen del análisis de información contenida en
bases de datos. Estas predicciones, que necesitan ser validadas
con experimentación, parecen plantear interrogantes más que
responderlos con lo que resultan un interesante estímulo del
pensamiento.
Aun cuando no se puede menos que admirar las potencialidades de la
ingeniería y manipulación genética, se debe reconocer que
todavía no han logrado diseñar ninguna vacuna o antibiótico
más efectivos o convenientes para el control de la tuberculosis.
En cambio sí han provisto herramientas ingeniosas y poderosas
para optimizar el diagnóstico rápido y el rastreo
epide-miológico.
No parece razonable ni posible reemplazar los métodos
convencionales por los moleculares ni para la producción de
conocimiento básico, ni para el diagnóstico, ni para el estudio
epidemiológico. La microbiología, la patología clínica y la
epidemiología tradicionales deben respaldar los resultados de la
biología molecular para que adquieran significado lógico y
certero.
Bibliografía
1. Cole ST, Brosch R, Parhill J, et al. Deciphering the biology
of Mycobacterium tuberculosis from the complete se-quence. Nature
1998; 393: 537-54.
2. Mizrahi V, Andersen SJ. DNA repair in Mycobacterium
tuberculosis. What have we learnt from the genome sequence? Mol
Microbiol 1998; 29: 1331-9.
3. Moir DT, Shaw KJ, Hare RS, et al. Genomics and antimicrobial
drug discovery. Antimicrob Agents Chemother 1999; 43: 439-46.
4. Strauss EJ, Falkow S. Microbial pathogenesis: genomics and
beyond. Science 1997; 276: 707-12.
5. Stead WW. The origin and erratic global spread of tuberculosis.
How the past explains the present and is the key to the future.
Clin Chest Med 1997; 18: 65-77.
6. Schluger NW, Rom WN. The host response to tuberculosis. Am J
Respir Cirt Care Med 1998; 157: 679-91.
7. Bellamy R, Ruwende C, Corrah T, et al. Variations in the NRAMP1
gene and susceptibility to tuberculosis in West Africans. N Engl J
Med 1998; 338: 640-44.
8. Van Soolingen D, Hemans PWM. Epidemiology of tuberculosis by
DNA fingerprinting. Eur Respir J 1995; 8: 649s-56s.
9. Niemann S, Richter E, Rusch-Gerdes S. Stability of IS6110
restriction fragment length polymorphism patterns of
multidrug-resistant Mycobacterium tuberculosis strains. J Clin
Microbiol 1999; 37: 3078-9.
10. Fujiwara PI, Sherman LF. Multidrug-resistant tuberculosis:
many paths, same truth. Int J Tuberc Lung Dis 1997; 1: 297-8.
11. Aita J, Barrera L, Ritacco V, et al. Hospital transmission of
multidrug-resistant Mycobacterium tuberculosis in Rosario,
Argentina. Medicina (Buenos Aires) 1996; 56: 48-50.
12. Morcillo N, Alito A, Romano MI, et al. Multidrug Resistant
tuberculosis outbreak in Buenos Aires. DNA fingerprinting analysis
of isolates. Medicina (Buenos Aires) 1996; 56: 45-7.
13. Ritacco V, DiLonardo M, Reniero A, et al. Nosocomial spread of
HIV-related multidrug resistant tuberculosis in Buenos Aires. JID
1997; 176: 637-42.
14. Bauer J, Thomsen VO, Poulsen S, Andersen AB. False-positive
results from cultures of Mycobacterium tuberculosis due to
laboratory cross-contamination confirmed by restriction fragment
length polymorhism. J Clin Microbiol 1997; 35: 988-91.
15. Van Duin JM, Pijnenburg JEM, van Rijswoud CM, et al.
Investigation of cross contamination in a Mycobacterium
tuberculosis laboratory using IS6110 DNA fingerprinting. Int J
Tuberc Lung Dis 1998, 1: 425-29.
16. Jasmer RM, Ponce de Leon A, Hopewell PC, et al. Tuberculosis
in mexican-born persons in San Francisco: reactivation, acquired
infection and transmission. Int J Tuberc Lung Dis 1997; 1: 536-41.
17. Chin DPK, DeReimer K, Small PM, et al. Interaction of factors
contributing to the incidence of tuberculosis in San Francisco. Am
J Respir Dis Crit Care Med 1998; 158: 1797-803.
18. Borgdorff MW, Nagelkerke NJD, van Soolingen D, et al. Analysis
of tuberculosis transmission between nationalities in the
Netherlands in the period 1993-1995 using DNA fingerprinting. Am J
Epidemiol 1998; 147: 187-95.
19. Borgdorff MW, Nagelkerke NJD, van Soolingen D, et al.
Transmission of tuberculosis in The Netherlands: an analysis using
DNA fingerprinting. Int J Tuberc Lung Dis 1999; 3: 202-6.
20. Van Soolingen D, Qian L, Haas PWE, et al. Predomi- nance of a
single genotype of Mycobacterium tuberculosis in countries of East
Asia. J Clin Microbiol 1995; 33: 3234-8.
21. Sreevatsan S, Pan X, Stockbauer KE, et al. Restricted
structural gene polymorphism in the Mycobacterium tuberculosis
complex isolates indicates evolutionarily recent global
dissemination. Proc Natl Acad Sci USA 1997; 94: 9869-74.
22. Rhee JT, Piatek AS, Small PM, et al. Molecular epidemiologic
evaluation of transmissibility and virulence of Mycobacterium
tuberculosis. J Clin Microbiol 1999; 37: 1764-70.
23. Hermans PWM, Messadi F, Guebrexabher H, et al. Analysis of the
population structure of Mycobacterium tuberculosis in Ethiopia,
Tunisia and the Netherlands: uselfulness of DNA typing for global
tuberculosis epidemiology. JID 1995; 171: 1504-13.
24. Groves MJ. BCG: the past, present and future of a tuberculosis
vaccine. J Pharm Pharmacol 1997; 49 (Suppl 1): 7-15.
25. Cohn DL. Use of the Bacille Calmette-Gurerin vaccination for
the prevention of tuberculosis: renewed interest in an old
vaccine. Am J Med Sci 1997; 313: 372-6.
26. Brosch R, Gordon SV, Billault A, et al. Use of a Mycobacterium
tuberculosis H37Rv bacterial artificial chromosome library for
genome mapping, sequencing and comparative genomics. Infect
Immunol 1998; 66: 221-29.
27. Orme IM. Progress in the development of new vaccines against
tuberculosis. Int J Tuberc Lung Dis 1997; 1: 95-100.
28. Huygen K. DNA vaccines: application to tuberculosis. Int J
Tuberc Lung Dis 1998; 2: 971-8.
29. Gutiérrez MC, Galán JC, Blázquez J, et al. Molecular
markers demonstrate that the first described multidrug-resistant
Mycobacterium bovis outbreak was due to Mycobacterium
tuberculosis. J Clin MIcrobiol 1999; 37: 971-5.
30. Frothingham R, Strickland BJ, Bretzel G, et al. Phenotypic and
genotypic characterization of Mycobacterium africanum isolates
from West Africa. J Clin Microbiol 1999; 37: 1921-6.
31. Rodriguez JG, Fissantoti JC, del Portillo P, et al.
Amplification of a 500 base-pair fragment from cultured isolates
of Mycobacterium bovis. J Clin Microbiol 1999; 37: 2330-2.
32. American Thoracic Society. Rapid diagnostic tests for
tuberculosis. What is the appropriate use? Am J Respir Crit Care
Med 1997; 155: 1804-14.
33. Centers for Disease Control and Prevention. Nucleic Acid
Amplification Tests for Tuberculosis. MMWR 1996; 45: 950-2.
34. Ieven M, Goossens H. Relevance of nucleic acid amplification
techniques for diagnosis of respiratory tract infections in the
clinical laboratory. Clin Microbiol Rev 1997; 10: 242-56.
35. Jacobs WR, Barletta RG, Udani R, et al. Rapid assessment of
drug susceptibilities of Mycobacterium tuberculosis by means of
lucierase reporter phages. Science 1993; 260: 819-22.
36. Carrière C, Riska PF, Zimhony O, et al. Conditionally
replicating luciferase reporter phages: improved sensitivity for
rapid detection and assesment of drug susceptibility of
Mycobacterium tuberculosis. J Clin MIcrobiol 1997; 35: 3232-9.
37. Wilson SM, Al-Suwiadi Z, McNerney R, et al. Evaluation of a
new rapid bacteriophage-based method for the drug susceptibility
testing of Mycobacterium tuberculosis. Nature Medicine 1997; 4:
465-8.
38. Watterson SA, Wilson SM, Yates MD, et al. Comparison of three
molecular assays for rapid detection of rifampin resistance in
Mycobacterium tuberculosis. J Clin Microbiol 1998; 36: 1969-73.
39. Ramaswamy S, Musser JM. Molecular genetic basis of
antimicrobial agent resistance in Mycobacterium tuberculosis: 1998
update. Tubercle Lung Dis 1998; 79: 3-29.
40. Williams DL, Spring L, Collins L, et al. Contribution of rpoB
mutations to development of rifamycin cross-resistance in
Mycobacterium tuberculosis. Antimicrob Agents Chemo-ther 1998; 42:
1853-7.
41. Chopra I, Brennan P. Molecular action of antimycobaterial
agents. Tubercle Lung Dis 1998; 78: 89-98.
42. Schraufnagel DE. Tuberculosis treatment for the beginning of
the next century. Int J Tuberc Lung Dis 1999; 3: 651-62.
43. Barrow ELW, Winchester GA, Staas JK, et al. Use of microsphere
technology for targeted delivery of rifampin to Mycobacterium
tuberculosis-infected macrophages. Antimicrob Agents Chemother
1998; 42: 2682-9.
44. Hancock REW, Knowles D. Are we approaching the end of the
antibiotic era? Curr Opin MIcrobiol 1998; 1: 493-4.
45. Rom WN, Yie T, Tchu-wong K. Development of a suicide gene as a
novel approach to killing Mycobacterium tuberculosis. Am J Respir
Crit Care Med 1997; 156: 1993-8.
- - - -
Así como despaciosas son las horas de la infancia, cuando uno se
va haciendo viejo, las horas se achican, como un astro que girara
cada vez en órbitas más pequeñas, y a mayor velocidad, de modo
que los regalos de cumpleaños no se han llegado a gozar cuando ya
viene, emboscado, un nuevo aniversario.
Ernesto Sábato
Antes del fin. Buenos Aires: Seix Barral, 1998, p 179
|
|
|
|
|