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EL
FUTURO DE LA INMUNOLOGIA
60º ANIVERSARIO DE MEDICINA (BUENOS AIRES)
Simposio internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 6-7 octubre 1999
LA INMUNOLOGIA DEL
FUTURO
OsIas
Stutman
Memorial Sloan
Kettering Cancer Center, New York, USA
Key words: immunology, autoimmunity, history
Resumen
La
inmunología es ciencia joven, más joven que MEDICINA, si
consideramos que las bases sólidas de la inmunología actual se
inician en los años 70-80 con la definición de los receptores de
las células B y T. A pesar de esa juventud muchos de los modelos
biológicos básicos tales como transducción de señales,
recombinación de genes, apoptosis o regulación del ciclo celular
han sido iniciados o desarrollados desde modelos que usan células
del sistema inmune. Aunque no es fácil hacer proyecciones de
futuro, en este ensayo incluimos ocho áreas en las que es de
esperar progresos importantes en el futuro. Estas áreas incluyen
las bases biológicas de la homeostasia, los mecanismos exactos de
la presentación de antígeno por células presentadoras
profesionales (lo que implica una redefinición de la noción de
antígeno basada en fragmentos peptídicos de proteínas
complejas), las interacciones multifactoriales, la sociología
celular basada en moléculas de adhesión y moléculas de la
matriz extracelular, el desarrollo de antagonistas útiles de
moléculas activas, la definición de las propiedades de los
sistemas inmunológicos regionales (piel, intestino), la inmunidad
contra parásitos y finalmente los mecanismos estructurales de las
enfermedades autoinmunes. De los adelantos en estas áreas y en
otras imposibles de predecir, creemos que se originarán terapias
inmunológicas para prevención (vacunas) y tratamiento
(antagonistas, etc) de enfermedades infecciosas, parasitarias y
otras formas de enfermedades inflamatorias, incluyendo las
autoinmunes clásicas.
Abstract
Immunology
of the future. Immunology is a young science, much younger than
MEDICINA, since its modern biological foundations were established
only in the 70s-80s with the definition of the T and B cell
receptors. In spite of its relative youth, many key basic
biological knowledge such as signal transduction, gene
recombination, apoptosis and cell cycle regulation have been
initiated or expanded using cells from the immune system. Although
it is not easy to predict the future, we include in this essay
eight areas in which we can expect important developments. These
include the definition of the biological basis of homeostasis, the
exact mechanisms of antigen processing and presentation by
professional antigen presenting cells (which implies also the
redefinition of our notions of antigen, now based on the
recognition of small peptides from larger molecules), the analysis
of multifactorial interactions, the sociology of cell interactions
based on adhesion molecules and components of the extracellular
matrix, the development of useful antagonists of active
inflammatory molecules, the definition of the properties of
regional immune systems (such as skin and gut), the definition of
the immunities against parasites and finally the definition of the
structural basis for autoimmunity. The advances in these areas
(and in others which are now impossible to predict) will produce,
we think, immunological therapies for prevention (vaccines) and
treatment (antagonists, etc.) of infectious, parasitic and other
forms of inflammatory diseases, including autoimmunity.
Dirección postal: Dr. Osías Stutman, Lauría 8, 08010
Barcelona, España.
Fax: 34-93-4120997 E-mail: ostutman@hotmail.com
Inmunología del pasado y del presente
H.L.Mencken en su diccionario de citas útiles, publicado en
1942, casi al mismo tiempo que el trabajo de Astrid Fagreus
demostrando que los anticuerpos que se detectan en suero son
producidos por las células plas-máticas (las “células B”
actuales), menciona una frase de Thomas Jefferson de 1816 donde
dice I like the dreams of the future better than the history of
the past. Esa es también mi preferencia y es por eso que acepté
con satisfacción hacer una revisión especulativa sobre la
inmunología del próximo siglo sin citas bibliográficas
puntuales y ofreciendo lo que espero sean algunas predicciones
útiles. Por pudor literario no cito las ideas de Borges sobre el
futuro, pues de hacerlo no haría predicción alguna, pues el
futuro como tal es de dudosa existencia independiente.
A pesar de Jefferson, ciertos datos de la historia del pasado (de
la inmunología) nos serán útiles para preguntarnos qué es lo
que ocurrirá en el futuro. Si dejamos de lado ciertas
premoniciones inmunológicas casuales tales como el comentario de
Tucídides durante una epidemia de peste diciendo que los que
habían sobrevivido la enfermedad tenían que ser los enfermeros
pues están protegidos o las vacunaciones de Jenner, la
inmunología como ciencia biológica se inicia a mediados del
siglo XX. La serología de los grupos sanguíneos de Landsteiner
en los años 20 es extraordinaria bioquímica de proteínas con un
ligero tinte inmunológico pero sólo es marginal a los conceptos
que luego definieron la inmunología actual, a pesar de ser el
análisis de antígenos complejos, de marcadores genéticos y de
tener un importante impacto clínico. Los estudios, también en
los años 20, sobre la inflamación local definen a los
macrófagos y leucocitos como participantes característicos y
hasta George Bernard Shaw sabe que los macrófagos de Metchnikoff
son células importantes (ver The Doctor´s Dilemma). Pero es
recién cuando se caracterizan las células inmunológicas no
macrofágicas (las células B y las células T), que se define la
estructura de las inmunoglobulinas (es decir los anticuerpos) y se
dividen funcionalmente los órganos linfo-hemopoiéticos en
periféricos (bazo, ganglios linfáticos, etc.) y centrales
(medula ósea y timo) que comienza a desarrollarse la idea de un
“sistema inmunológico” (SI) interactivo y puede decirse que
nace la inmunología moderna. Este cambio es reciente y comienza a
ocurrir en los años 60. Baste como ejemplo recordar que la
estructura del receptor para antígeno de la célula T se define
recién en 1983.
La única función de este párrafo es establecer que la
inmunología es una disciplina biológica joven y por lo tanto
poder justificar los abundantes errores conceptuales cometidos en
su nombre. La contrapartida de esta noción es la de valorar
algunos de los extraordinarios logros conceptuales de esta joven
inmunología. Por ejemplo, definir la estrategia recombinatoria
molecular que utiliza regiones variables (V), regiones constantes
(C) y regiones de juntura (J) para generar la diversidad del
repertorio de los receptores de las células B (las
inmunoglobulinas, Ig) y de las células T, que es modelo evolutivo
prestado del maíz. Otro buen ejemplo es el de algunos antígenos
de superficie como CD45 que tienen isotipos distintos que se
expresan en células T o B y son generados por alternate splicing
del mismo gen. La rápida incorporación de técnicas
estructurales y bioquímicas (no digo moleculares pues la llamada
“biología molecular” es sólo la bioquímica y enzimología
de los ácidos nucleicos, como observa Francis Crick) al análisis
de las preguntas funcionales biológicas que nos planteaban las
células del sistema inmunológico (SI) y sus productos solubles o
asociados a membrana, produjeron importante información. Y tal
como debe ser en ciencias interactivas, produjo respuestas a
preguntas fundamentales sobre activación y expresión de genes,
diferenciación celular y desarrollo embriológico que se pueden
aplicar a otros campos de la biología celular. Como un buen
ejemplo de esta progresión utilizaré un estudio de mi propio
laboratorio. En los años 70 se describen las células con
actividad citotóxica espontánea (natural killer y natural
cytotoxic cells, células NK y NC) en roedores y humanos, capaces
de matar células tumorales o infectadas por virus, sin
inmunización previa. Una pregunta básica sobre estas células
efectoras era definir qué tipo de estructura utilizaban como
receptor. En 1980 propusimos que las células NK y NC utilizaban
receptores de tipo lectina (capaces de reconocer azúcares
incluidos en glicoproteínas de membrana) y demostramos que
efectivamente, la citotoxicidad in vitro se podía inhibir con
concentraciones fisiológicas de ciertos azúcares,
preferentemente los relacionados con D-manosa (Stutman et al. Proc
Natl Acad Sci USA 1980; 77: 2895-8). Esta predicción resultó
correcta más de 15 años después, cuando uno de los dos tipos de
receptores clonados que se expresan en células NK humanas y de
roedor resultaron ser lectinas (C-type lectins que se asocian a
Ca) con especificidad para D-manosa y otros manósidos.
Dos comentarios aparte sobre los receptores NK. El primero es
puramente anecdótico y es que para publicar en PNAS el trabajo
debe ser presentado por un miembro de la Academia y el presentador
de nuestro trabajo fue Lewis Thomas que había investigado la
sociología celular basada en interacciones de tipo lectina entre
células y micoplasmas, pero con quien habíamos tenido agrias
disputas sobre la generalización de sus teorías sobre vigilancia
inmunológica antitumoral. El segundo comentario es sobre el otro
tipo de receptor en las células NK que es muy particular pues es
capaz de producir una señal inactivadora de la actividad
citotóxica y tiene especificidad para ciertos antígenos de
transplante en humanos y roedores. Es muy probable que este tipo
de receptor inhibitorio vuelva a despertar el interés sobre el
intenso pero fugaz fenómeno de los años 60-70 conocido como las
“células supresoras” que luego cayeron en cierto descrédito
al no encontrar un apoyo estructural para los fenómenos
inhibitorios observados in vitro.
La idea que el SI es un sistema de defensa contra invasores
externos es parte de la tradición conceptual de la inmunología y
es la que ha generado toda la terminología militar o guerrera que
forman su slang particular. Se habla de invasores y de ataques y
de destrucciones y de células “asesinas” y de sistemas de
vigilancia. Se compara la producción de peróxido por los
macrófagos con unos “lanzallamas”, etc. Lo que se olvida en
esta argumentación es la útil simbiosis en que viven nuestras
bacterias intestinales que nos ayudan en la síntesis de vitamina
K y probablemente otras cosas (puede argumentarse que el tracto
intestinal es “el exterior” y por lo tanto no es una verdadera
invasión, pero eso no concuerda con el tipo de interacciones
bacteria-célula en el intestino). Aquí debemos recordar otra vez
a Lewis Thomas como un verdadero campeón de la simbiosis útil y
de la posibilidad que durante la evolución nuestras células
incorporaran bacterias que luego se transforman en las
mitocondrias actuales con su código genético individual.
Igualmente los tejidos linfáticos y linfocitos intestinales son
un sistema especial que existe en un estado de activación
perpetua, rara vez vista en ganglios linfáticos periféricos.
Sobre estos linfocitos asociados al tracto intestinal hablaremos
más abajo. El concepto de invasión externa produce otra noción
importante aunque falsa que sirvió como esquema ideológico para
importantes avances experimentales y es la idea que el SI
discrimina y reconoce lo propio (el yo) de lo ajeno (el no-yo) del
invasor patógeno, promulgadas a principios de siglo por Ehrlich y
en los años 50 por Burnet.
Un corolario de esta dualidad yo/no-yo es la noción que el SI
debe hacer primero un inventario de lo propio, purgar las células
capaces de reaccionar contra el yo y promover la diversidad de las
células encargadas de reconocer lo ajeno. Otro corolario de esta
teoría es que los ejemplos de enfermedades autoinmunes, donde el
SI reacciona contra lo propio, son aberraciones donde el SI pierde
su autocontrol. Estudios posteriores, a principios de los 80
(iniciados por los trabajos de Zinkernagel y Doherty) demostraron
que el SI es totalmente incapaz de reconocer lo verdaderamente
ajeno y que sólo reconoce lo ajeno presentado en el contexto del
yo, donde los propios antígenos del complejo mayor de
histocompa-tibilidad (MHC) actúan como elementos de restricción.
En otras palabras, el SI sólo reconoce lo ajeno en el contexto de
lo propio. Pero, como era de esperar, la idea que el SI purga
células T autorreactivas, también ha sido demostrada
experimentalmente en ratones, donde para las células T hay un
proceso intratímico, que hace una selección negativa de las
células con afinidad alta por los antígenos MHC propios,
especialmente cuando están asociados a superantígenos
endógenos. Esta selección negativa se acompaña también de una
selección positiva que favorece la expansión de minorías con
afinidad intermedia o baja por los MHC propios y de esta manera se
genera el repertorio individual básico que expresará la progenie
T en la periferia. Pero la periferia no es inerte y también
colabora en refinar el repertorio y hay ejemplos de selección
negativa periférica para ciertos antígenos.
Se me ha deslizado la palabra “superantígeno” que requiere
alguna explicación. La frecuencia de precursores de células T
capaces de reaccionar con un antígeno externo como por ejemplo el
MHC de otra cepa de ratón o de otra persona es de aproximadamente
1/3000. En cambio la frecuencia de precursores de células T
capaces de reaccionar contra un superantígeno es aproximadamente
1/20. Esto es debido a que los “superantí-genos” virales o
bacterianos se pueden asociar directamente a las moléculas de
Clase II del MHC en las células presentadoras de antígeno (APC;
Antigen Presenting Cells). Uno de los modelos de superantigeno
mejor estudiados es el llamado “endógeno” del ratón que es
debido a la transmisión genética en algunas cepas de open
reading frames asociados al virus inductor de tumores mamarios que
se expresa en la glándula mamaria y también en las células B
del animal. La asociación directa entre superantígeno y Clase II
sin intervención de las APC genera una señal fuerte pero poco
específica que estimula un número alto de células T,
aproximadamente de la misma magnitud que la respuesta no
específica a un mitógeno. Pero, a pesar de estos ejemplos, la
presentación de antígeno nos iba a deparar una nueva sorpresa.
Los recientes estudios cristalográficos de los antígenos de
Clase I y Clase II del MHC produjeron resultados esperados y dos
sorpresas. Los resultados esperados fueron que ambas moléculas
tienen un surco (groove) externo que parece diseñado como un
lugar donde un péptido puede incrustarse y así ser presentado
por la APC a la célula T o B. La primera sorpresa fue que el
surco sólo puede contener péptidos pequeños (9 aminoácidos
para Clase I y hasta 15 para Clase II). La segunda sorpresa fue
que en todos los estudios cristalográficos el surco aparecía ya
ocupado. Cuando se comenzaron a aislar estos péptidos asociados a
MHC comenzó a definirse una serie de familias de fragmentos
antigénicos, muchos de ellos relacionados a antígenos propios.
Igualmente, se inició una activa búsqueda de los péptidos
antigénicos en una variedad de antígenos exógenos usados
durante muchos años en estudios inmunológicos. Como era de
esperar, se encontró que en muchos casos, toda la antigenicidad
de una molécula compleja residía en uno o dos péptidos
pequeños y todos de las dimensiones que pueden ser manejadas por
el surco tanto en Clase I como en Clase II. Cabe recordar que
mientras los antígenos de Clase I se expresan constitutivamente
en casi todas las células del organismo, los de Clase II se
expresan en un número restringido de tipos celulares
(macrófagos, células B, células de Langerhans de la piel, etc.)
pero su expresión puede inducirse por infecciones y mediadores
solubles de la inflamación (citocinas) en otros tipos celulares.
De estos problemas salen preguntas nuevas y se desarrolla un campo
específico de las llamadas APC “profesionales”. Es decir, que
tanto los macrófagos como las células B que expresan Clase I y
Clase II podrían ser APC, y en algunos casos así funcionan. Pero
cuando se hicieron comparaciones de eficacia de presentación se
vio que las células más eficientes eran una minoría en la serie
macrofágica pero con una morfología especial que les valió el
nombre de “células dendríticas” en los tejidos linfáticos,
muy similares a las células de Langerhans de la piel. Las APC
profesionales (incluyendo las menos profesionales como los
macrófagos y células B) además de presentar antígeno también
producen citocinas como resultado de la interacción con las
células efectoras T o B que son necesarias para expandir la
población que responde. Pero, tal como lo viene sugiriendo esta
presentación del tema, se necesitan dos funciones más para
presentar antígenos exógenos. Primero, la APC debe ser capaz de
incorporar el antígeno por fagocitosis o endocitosis y segundo
debe ser capaz de degradar y cortar el antígeno con
endopeptidasas en fragmentos adecuados para asociarlos a nivel
intracitoplasmático con su MHC apropiado y luego expresar el
complejo péptido/MHC en su superficie. Este segundo aspecto que
ha sido llamado antigen processing (procesamiento) aún contiene
grandes lagunas conceptuales y sabemos que debe existir, pero en
la mayoría de los casos no sabemos exactamente cómo existe. Es
decir que una bacteria o un virus o cualquier otro antígeno
complejo no son reconocidos como tal mientras están intactos,
sino que sólo son reconocidos cuando los pequeños fragmentos
antigénicos preparados por la APC son incorporados al surco de la
molécula de MHC en la superficie de la célula y presentados a
las células efectoras.
Aunque en la breve sección sobre el futuro mencionaré algunas de
las áreas que delinearán la inmunología del próximo siglo,
aquí presentaré algunas de las preguntas del presente. ¿El
procesamiento del antígeno es aleatorio o direccional? Si es
direccional, ¿cómo sabe la APC donde cortar? Por ahora, no hay
respuesta a esta pregunta. Si es aleatorio la frecuencia de
péptidos antigénicamente correctos debe ser baja, lo que puede
corresponder con la realidad de una baja frecuencia de células
capaces de reaccionar con un antígeno dado y que luego se
expanden clonalmente creando la masa crítica que forma la
respuesta inmunológica detectable. Por otra parte, hay un ejemplo
que demuestra que la falta de respuesta a algunos antígenos
propios se debe a que las APC no producen el fragmento adecuado.
Un experimento importante del laboratorio de Charlie Janeway en
Yale demostró ya hace años esta posibilidad, aún antes que la
subdisciplina inmunológica de las APC se hubiera desarrollado.
Janeway demostró que si se inmunizaba un ratón con el
determinante antigénico sintético de su propia lisozima el
animal producía una fuerte respuesta, que sin embargo, nunca
ocurría espontáneamente (el determinante antigénico de la
lisozima tiene 6-7 aminoácidos y tiene un 90% de identidad en
casi todas las especies estudiadas). La interpretación de este
experimento con nuestros conocimientos actuales es que las APC del
ratón no pueden producir el péptido antigénico adecuado. Si
esta es regla general para los autoantígenos podría explicar la
falta de respuestas intensas contra antígenos propios, pero es
aún campo de estudio futuro. Por otra parte, el experimento
comentado no nos soluciona el dilema de cortes aleatorios o
direccionales. Es probable que dentro de los próximos 5 años el
funcionamiento de las APC y sus sistemas enzimáticos sea
descifrado, pues existen procedimientos para enriquecer y hacer
crecer in vitro a estas importantes células. Es probable que
cuando se conozcan los mecanismos de funcionamiento de las APC
empiecen a detectarse los “experimentos de la naturaleza”, es
decir las deficiencias genéticas de algunos aspectos del
procesamiento de antígeno. Es probable que terapias basadas en la
re-introducción de las propias APC después de manipulaciones in
vitro puedan ser útiles en terapias inmunológicas.
Es posible que el mapa antigénico universal se complete en el
siglo que viene. Por mapa antigénico entiendo la tipología de
bacterias, virus, etc. basada en los fragmentos antigénicos que
se definan en moléculas complejas. Es probable que de este mapa
se establezcan las características básicas de la antigenicidad.
La idea de “antígeno” siempre fue tautológica y se define
como “antígeno” a toda molécula que despierta una respuesta
inmunológica. La definición bioquímica de antígeno permitirá
también diseñar nuevas vacunas usando ADN que codifique un
péptido antigénico. Es probable que estos estudios puedan
extrapolarse al análisis y tratamiento de tumores, como ya parece
ocurrir en el caso del melanoma. En resumen, creo que el campo del
procesamiento antigénico y la biología estructural de las APC es
un campo fundamental de desarrollo futuro.
Unos procedimientos que generaron grandes expectativas fueron la
capacidad de introducir genes exógenos (y producir animales
transgénicos) o de eliminar uno o varios genes (KO; knock out) o
de introducir nuevos genes (knock in) que reemplacen los KO en
ratones. La utilidad de estos animales o de líneas celulares
derivadas de ellos es innegable. Lo que es también innegable es
que cuando las técnicas se estandarizaron y los procedimientos se
simplificaron, se empezó a generar una cantidad enorme de
trabajos sin hipótesis previa en los cuales se hacía el KO de un
gen sólo para ver qué pasaba.
También es aquí el momento de hablar de humildad científica. La
única finalidad del método experimental es generar predicciones
que se puedan comprobar experimentalmente. Un ejemplo de una buena
predicción, basada en los conocimientos previos de la biología
de la célula B, fue la de hacer el KO de la cadena µ de las Ig y
demostrar que eso producía la reacción esperada, es decir una
profunda deficiencia de células B. Otro buen ejemplo fue imaginar
que debía existir algún tipo de recombinasa necesaria para
efectuar la recombinacion VCJ de las Ig y del receptor de la
célula T, aislar y definir las dos recombinasas RAG-1 y RAG-2 y
luego hacer su KO, demostrando que son sistemas redundantes y que
el KO de cada una produce una profunda deficiencia de células T y
B exclusivamente. En el otro extremo están los KO de varias
interleucinas (IL) que son productos solubles de células inmunes
con variadas funciones (de las cuales ya hay 18) o de algunas de
las proteínas que regulan el ciclo celular y ver con sorpresa que
es poco lo que pasa al eliminar el gen, pues son sistemas con alta
complementaridad. Por ejemplo, el KO de IL-2 o de sus receptores,
considerado como el factor de crecimiento de las células T in
vitro, no tiene casi ningún efecto en el desarrollo y
mantenimiento de células T en los ratones con KO de esos genes.
En cambio, el KO de IL-7 o su receptor, produce una detención
importante del desarrollo de las células T, a pesar de que sus
efectos in vitro son menos espectaculares. Puede decirse que IL-2
es redundante pero IL-7 no. Es decir que aún conocemos muy poco
de los factores de crecimiento que controlan el desarrollo y el
mantenimiento homeostático de las células T en la periferia.
Las ideas preconcebidas también producen miopía. Es notable que
no se hayan estudiado aún los KO de IL-2 para determinar qué
utilizan para mantener su sistema T en buen estado (IL-7? Otras
citocinas?). Otro ejemplo interesante ha sido el KO de TNF (Tumor
Necrosis Factor) donde se demostró que la deficiencia de esta
citocina que se creía involucrada en las defensas antitumorales
produce profundos defectos en las defensas contra bacterias tales
como micobacterias y Listeria. Es decir que debe incluirse al TNF
en los sistemas de defensa más generales. Otro ejemplo de nuestro
laboratorio (en prensa) es que usando KO de los dos receptores
para TNF (p55 y p75) hemos podido demostrar que tanto en KO de un
receptor como de los dos, se detecta una hipertrofia tímica (los
timos contienen entre 3 y 5 veces más células que en los
normales). Además demostramos que la hipertrofia se debe a que
TNF controla la producción de precursores de timocitos (que aún
no expresan CD3, CD4 o CD8) eliminando algunos por apoptosis y
haciendo proliferar a otros y que de esta manera mantiene el
control homeostático de la maduración intratímica de las
células T. Un aspecto inesperado es que TNF tambien controla la
respuesta normal de los timocitos inmaduros a IL-7, pues en los KO
de los receptores de TNF o de TNF, la respuesta proliferativa in
vitro a IL-7 es entre 10 a 20 veces más alta que en los normales.
Es decir que la hipertofia tímica se debe a la falta del control
negativo que TNF produce a nivel de los timocitos más inmaduros y
en el control de su respuesta a IL-7.
Quiero indicar aquí que el motivo de estudiar TNF y timo fue el
hallazgo que el único tejido normal donde se produce TNF
constitutivamente es el timo y que esta idea heterodoxa no fue
bien recibida por las agencias norteamericanas que financian la
investigación. Esta lista de quejas y aciertos podría hacerse
larga y prefiero no presentar más ejemplos pues hay ejemplos de
todo tipo. A veces parece que la idea del obispo Berkeley en 1713
de considerar a las ciencias como una rama de la teología, puede
aplicarse a muchos de los conceptos canónicos que aún dominan la
inmunología celular.
Aunque ya hace años que las deficiencias inmuno-lógicas
genéticas o inducidas (quimioterapia o drogas inmunosupresoras)
nos enseñaron que las deficiencias de inmunidad celular aumentan
la susceptibilidad de los pacientes hacia un espectro muy reducido
de agentes patógenos oportunistas (Pneumocystis carinii,
Mycobac-terium avium, etc.) fue sólo después de la aparición
del SIDA que estas nociones cobraron vigencia. Lo mismo puede
decirse de las defensas de estos pacientes contra los cánceres,
pues también se encontró un espectro reducido de tumores
oportunistas (linfomas “Non-Hodgkin”, cáncer de cervix,
algunos tumores cutáneos) pero ninguno de los tumores prevalentes
en pacientes normales de edades semejantes. Es decir que si nos
preguntamos ¿para qué sirve el SI? la respuesta debe ser: para
muchas cosas relacionadas con la homeostasis general incluyendo
las defensas contra peligros oportunistas que nos pueden matar si
no tenemos un SI funcional. Creo que producir una respuesta
ampliada a la pregunta anterior es uno de los claros objetivos de
la inmunología futura.
En un informe reciente (septiembre de 1999) que cubre el período
1996-1998, se describe que en Cataluña el SIDA ha dejado de ser
la primera causa de mortalidad en jóvenes de 19-29 años, cosa
que se atribuye a “las terapias antirretrovirales”. Lo
interesante es que en un periódico catalán sólo se menciona ese
hecho (y también la disminución de nuevos casos de infección
por HIV) mientras que en un periódico nacional editado en Madrid
se comenta que el SIDA es ahora la 3ª causa de muerte en ese
grupo joven, después de los accidentes de tráfico y los
suicidios. Es decir que esperemos que en el futuro la salud
pública y la inmunología pública aumenten su sensibilidad hacia
problemas más sociales y peor financiados, especialmente en
tiempos en que los debates sobre manipulaciones genéticas casi
han transformado a la bioquímica (tal como la definimos más
arriba) en una rama de las ciencias sociales. Los libros de
divulgación con títulos tan sugestivos como Clone: The road to
Dolly and the Path Ahead o The Biotech Century: Harnessing the
Gene and Remaking the World siguen proliferando y han creado una
zona de penumbra científica donde se mezclan genes y sociedad y
donde en algunos casos los comentarios ofrecen vida eterna en un
paraíso molecular adonde todos los que congelen algunas de sus
células podrán llegar en siglos futuros.
Naturalmente que están ocurriendo cosas sorprendentes y debemos
estar preparados para valorar y aceptar los cambios. Los estudios
sobre algunos ratones con orejas fluorescentes por transferencia
de genes de luciferina de luciérnaga publicados recientemente en
Nature son mucho más espectaculares que los modestos resultados
del tratamiento de las deficiencias de adenosina-deaminasa con
células hemopoiéticas transfectadas con la enzima. Pero eso no
quiere decir que se deban abandonar los esfuerzos de producir
sistemas viables para terapias génicas en humanos. Las tormentas
sobre tomates transgénicos parecen estar pasando y es probable
que de la misma manera que se aceptó sin protesta que la vainilla
se cultive en invernaderos y no se recoja en selvas tropicales,
lleguemos a tolerar los beneficios que la manipulación genética
de plantas nos seguirá dando en el futuro. Por otra parte, debo
reconocer que hoy no puedo producir una hipótesis válida que
pueda tener valor predictivo respecto al verdadero impacto que la
bioquímica (es decir la “biología molecular” y su sanbenito
llamado “ingeniería genética”) pueda tener en nuestro futuro
inmunológico, excepto como una herramienta más en el análisis
estructural de la biología de todas las células que forman el
sistema inmune.
El futuro
Los comentarios sobre el futuro incluidos al final del texto
sobre el pasado y el presente son como una válvula de regulación
para lo que voy a incluir en esta sección. Si la inmunología es
la biología celular y estructural del linfocito y sus secuaces y
las neurociencias son la biología celular y estructural de las
neuronas y sus secuaces, espero que el futuro esté lleno de
interacciones entre las diferentes disciplinas biológicas. Más
que hacer predicciones sonoras, prefiero hacer una lista personal
de los problemas inmunológicos que me son más allegados y cuya
solución me parece un objetivo deseable.
1) La homeostasis (Walter Cannon, 1927) sigue siendo una
incógnita. Todos los sistemas, incluyendo el SI, saben contar
células y mantener equilibrios muy constantes de sus componentes
en condiciones normales. Algunos sistemas (por ejemplo el timo y
el cerebro) producen grandes excesos de células durante la
ontogenia para luego hacer una selección reductiva de donde se
elabora el desarrollo postnatal. Tanto la sobre-producción como
la reducción selectiva tienen valores muy constantes para cada
especie. Por lo tanto, quisiera que en el futuro se defina el
sistema de contabilidad del SI. Es probable que por su relativa
accesibilidad el SI sirva como buen modelo para definir los
mecanismos de la homeostasis celular.
2) La presentación de antígeno y la fisiología de las APC creo
que están en el centro de los paradigmas funcionales del SI. La
posibilidad de definir y mejorar y hasta de crear determinantes
antigénicos nuevos puede estar en el centro mismo del futuro
inmunológico. La definición completa del mecanismo de las APC
puede producir una nueva generación de terapias antigénicas y
vacunas para tratar variedad de infecciones y enfermedades
autoinmunes. Una vez conocidos los péptidos antigénicos
relevantes será posible desarrollar vacunas de ADN que codifican
tales péptidos para inmunización activa. No creo que todo lo
comentado esté en un futuro muy lejano.
3) Las interacciones entre sistemas están casi olvidadas. Una
razón creo que es nuestra dificultad para manejar múltiples
variables. Las falacias reduccionistas nos han hecho cometer
graves errores (aún recuerdo las épocas de la inmunología
tumoral en que la inmunidad celular era buena contra los cánceres
mientras la inmunidad humoral era mala y favorecía al tumor). Es
altamente improbable que un solo factor sea responsable exclusivo
de una función biológica definida y que funcione con plena
independencia de su entorno. El significado de los receptores para
opioides y variados neuropéptidos en los linfocitos es por ahora
sólo descriptivo. La inmunología de los KO de receptores
opiáceos, que yo sepa, aún no ha sido comenzada. Igualmente, con
pocas excepciones tales como las citocinas pirógenas (IL-1, IL-6,
TNF), el significado de los receptores para variadas interleucinas
en sistema nervioso central y periférico así como en algunas
glándulas endocrinas tampoco es una popular área de estudio.
4) Ha habido progreso en las descripciones de las variadas
moléculas de adhesión en procesos infla-matorios, metástasis,
etc. Falta aún, y creo que también será tema de un futuro
cercano, que se definan mejor las funciones de las moléculas de
adhesión en el desarrollo y funcionamiento del sistema inmune.
Esto debe formar parte de un proyecto más amplio que defina los
“micro-ambientes” donde ocurre la diferenciación de las
células del SI y donde, con toda seguridad, las moléculas de
adhesión tendrán un papel importante. La gran mayoría
(probablemente todos) de los factores solubles (citocinas,
interleucinas, interferones) ejercen sus funciones a distancias
pequeñas y probablemente utilicen gradientes de concentración
por donde las células del SI se deslizan. Los factores solubles
tienen funciones sistémicas (es decir aparecen en suero)
únicamente en condiciones de desequilibrio homeostático y en su
mayoría se comportan como reactantes de fase aguda. Es muy
deseable que se definan los mecanismos de los mediadores solubles
del SI, tanto de los efectos locales en “micro-ambientes” así
como los efectos sistémicos cuando ocurran. Aquí también hay
que evitar la falacia reduccionista que favorece al factor
preferido de cada investigador, pues ya es bien claro que muchos
de los que parecían efectos directos de un factor son en realidad
efectos indirectos y mediados por otro factor cuya expresión es
inducible. Aquí también daré un ejemplo de mi laboratorio para
apoyar esta idea. El TNF es capaz de unirse a proteínas de la
matriz extracelular (fibronectina, laminina, merosina). Esta
unión puede ser inhibitoria (si la molécula se une a través de
sus dominios funcionales) o presentadora a corta distancia (si la
unión se hace de modo que los dominios funcionales queden
expuestos) y la evidencia experimental indica que es presentadora
y que el TNF adherido a proteínas de la matriz extracelular
retiene toda su actividad funcional.
5) Un área muy activa en biología es la producción de
antagonistas a moléculas activas. Naturalmente esto también ya
ocurre en inmunología con los mediadores solubles y usa varias
estrategias. La capacidad de hacer moléculas híbridas, por
ejemplo con las regiones citoplasmáticas de los receptores y el
domino extracelular de otro receptor ya ha producido importante
información sobre los sistemas de transducción de señales.
Cuando se definan mejor los dominios funcionales de las citocinas
e interleucinas es probable que se puedan diseñar mejores
antagonistas “naturales” para uso terapéutico, especialmente
en moleculas que tienen disociados los binding sites o lugares de
unión al receptor de los dominios funcionales que dan la señal
de activación (como nuestros estudios con TNF parecen indicar).
Muchas de estas citocinas son espadas de doble filo y pueden tener
efectos benéficos o maléficos. En el caso de TNF ya mencionamos
que participa en controles homeostáticos en el timo pero también
es el mediador (o uno de los mediadores) de las lesiones que se
producen en la artritis reumatoidea. Otros procedimientos posibles
para crear antagonistas es construir ligandos asociados a
productos que puedan inhibir los sistemas de activación de un
receptor dado. Este tipo de manipulación puede ser de gran
utilidad en manejar los efectos indeseables de la inflamación y
pueden aplicarse a prácticamente todo sistema que use receptores.
Pero también debemos recordar que algunas moléculas activas
pueden tener interacciones con membranas celulares sin usar
receptores convencionales. Esta es una área que no debe
olvidarse. Nuevamente, dos ejemplos derivados del TNF. TNF tiene
una región que se comporta como una lectina con especificidad
para manósidos y puede adherirse y causar la muerte de
tripanosomas usando ese modo de adhesión. Por ahora no hay
evidencia de que TNF use tal estrategia con células
eucarióticas. Por otra parte, a pH ácido los trímeros de TNF (a
altas concentraciones TNF forma trímeros estables) pueden
insertarse directamente en membranas artificiales y eso ocurre a
pH similares a los que ocurren en sitios de inflamación local.
Tampoco hay evidencia de que el TNF use tal estrategia en células
intactas. Cito estos ejemplos porque son mecanismos posibles y
probables y que no deben dejarse de lado por nuestra fascinación
actual con los receptores convencionales.
6) Una de las sorpresas de la inmunología fue descubrir que el
receptor de antígeno de la célula T es un receptor de baja
afinidad. Si meditamos brevemente sobre esto veremos que esa baja
afinidad es algo deseable, especialmente para controlar la
magnitud de una respuesta inmunológica que puede tener efectos
indeseables cuando es exagerada. Una de las respuestas que
llegará muy pronto en este próximo siglo es el análisis
funcional detallado de las interacciones antígeno/receptor T y
que incluirán tiempo de contacto y otras variables. Esta
información es esencial para comprender la base estructural de la
inmunología celular.
7) El estudio de los SI regionales tales como los asociados al
tracto intestinal y a la piel están en una etapa puramente
descriptiva. Los linfocitos T de la lámina propia intestinal son
probablemente de origen extratímico. Es probable que tengan un
repertorio diferente pues predominan los receptores de tipo gd
mientras que en el resto de los linfocitos T predominan los de
tipo ab. Esperemos que el significado de estos dos importantes SI
regionales, constantemente expuestos al “exterior” y en un
estado de activación que no comparte el SI tradicional de los
ganglios linfáticos periféricos, nos aclare los mecanismos de
regulación permanente que pueden ser importantes en otros tipos
de inflamación crónica.
8) La respuesta inmune a parásitos más complejos ha progresado
mucho y esperemos que siga progresando. Son enfermedades de gran
impacto social, especialmente en zonas endémicas en países en
desarrollo. El argumento que son enfermedades debidas a pobres
condiciones sociales y que pueden “erradicarse” con simples
cambios estructurales en esos ambientes rurales, puede tener
fundamento pero carece de fuerza para promover la investigación
seria en ese campo.
9) Las enfermedades autoinmunes continúan siendo tratadas en su
mayoría con terapias desarrolladas en los años 60-70. El
desarrollo de nuevas terapias antiinflamatorias es alta prioridad
para la investigación de la industria farmacéutica. Creo que los
criterios altamente pragmáticos y purgados de dogmas y otras
nociones tribales asociadas a la investigación en universidades y
otras instituciones académicas que usa la industria nos deparará
gratas sorpresas en el futuro. Los avances básicos sobre el fino
detalle de mecanismos y regulaciones seguirán haciéndose a nivel
académico, pero la rápida extrapolación creo que ya está
firmemente en manos de la industria.
Creo que con nueve propuestas ya he delineado un futuro probable
para la inmunología del próximo siglo.
Un comentario final
En algún texto de Arnold Toynbee se dice que la historia está
basada en “alianzas, dependencias y oposiciones”. La ciencia
también funciona así pues es esencialmente social e interactiva.
Las ciencias biológicas y biomédicas tienen además un
componente adicional y es el altruismo, es decir que sus productos
pueden ser de utilidad a otros y mejorar sus condiciones de vida.
Pero las ciencias también incluyen una paradoja del científico y
es la noción de “prioridad” del descubrimiento (esto ha sido
maravillosamente analizado por Robert K. Merton en The Sociology
of Science, The University of Chicago Press, 1973) que carga la
vida del científico académico o no de tensiones competitivas. A
primera vista esta dicotomía altruismo/prioridad parece algo
malo, pero creo que es uno de los motores importantes de la
investigación creadora. Respecto a alianzas, dependencias y
oposiciones creo que son también los síntomas de una
competitividad compleja donde se han creado estructuras de poder
financiero y jerárquico (sea académico o no y donde deben
incluirse las revistas científicas de gran difusión) que
controlan o tratan de controlar la investigación creadora en
ciencia. Estas estructuras agregadas a la ciencia son inevitables
pero también son mejorables. Conceptualmente, creo que el único
peligro que debemos evitar es a veces nuestro propio entusiasmo,
pues nos puede hacer dogmáticos y miopes a las evidencias que
podemos tener frente a nuestros ojos. En algunas partes del texto
ya mencioné dogmas, sistemas canónicos y falacias porque son
realidades que nos pueden hacer científicos menos eficientes.
Finalmente, creo que debemos mencionar el componente hedonista.
Hay pocas profesiones en las que se nos paga por pensar y
ejercitar nuestras cualidades de ingenio más humanas. Por lo
tanto, como nos decía Don Bernardo Houssay, debemos estar muy
agradecidos de tener el privilegio de poder trabajar en ciencias
puras o aplicadas.
- - - -
En el Museo Welcome de Historia de la Medicina (The Welcome Museum
of the History of Medicine), situado en el Museo de Ciencias
(Science Museum) en Londres, se puede observar una reproducción
en maqueta del anfiteatro de Anatomía de Padua, tal como era en
1594, con la siguiente inscripción:
The anatomical theatre in Padua in 1594.
In 1594 the Anatomical Theatre was built in the University of
Padua, for use by the great anatomist Fabricius ab Acquapendente
(1533-1619). This is an accurate scale model of the theatre, which
still exists in the old medical buildings of the University of
Padua. For much of the Sixteenth and Seventeenth centuries this
was the most famous Medical School in the world. The theatre could
hold as many as 300 people, none of them further than 30 feet from
the dissecting table. In 1600 the Englishman William Harvey
(1578-1657) went from Cambridge to Padua - as a medical student.
He would certainly have stood in the theatre watching the master
supervise the dissections. This practical approach to anatomy was
well established in the medical curriculum of the time. It was
excellent preparation for Harvey’s experimental work on the
circulation of the blood, published in 1628.
El anfiteatro anatómico de Padua en 1594
En 1594 se construyó el anfiteatro de anatomía de Padua, para
el gran anatomista Fabricius ab Acquapendente (1533-1619). (En
este Museo) está la réplica a escala exacta del anfiteatro, que
todavía existe en los viejos edificios de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Padua. Durante la mayor parte de los siglos
Dieciseis y Diecisiete esta Escuela Médica era la más famosa del
mundo. En el anfiteatro podían caber hasta 300 personas, ninguna
a más de 30 pies de la mesa de disección. En 1600, el inglés
William Harvey (1578-1657) viajó de Cambridge a Padua – como
estudiante de medicina. Debe haber estado en ese anfiteatro
mirando mientras el maestro supervisaba las disecciones. Esta
manera práctica de enseñar anatomía estaba bien establecida en
el currículum médico de aquel tiempo. Era una excelente
preparación para el trabajo experimental de Harvey sobre la
circulación de la sangre, publicado en 1628.
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