60° ANIVERSARIO DE MEDICINA (BUENOS AIRES)
Simposio internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 6-7 octubre 1999
LA ETICA MEDICA EN EL MUNDO DEL MERCADO FIDELIDAD HIPOCRATICA
O FIDELIDAD A LA EMPRESA
AQUILES J. RONCORONI
Instituto de
Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad de Medicina,
Universidad de Buenos Aires
«Pocas
tendencias podrían socavar más completamente los pilares de
nuestra
libre sociedad que la aceptación por los ejecutivos de las
corporaciones
de otra responsabilidad social que producir tanto
dinero como
sea posible para sus accionistas»
Milton
Friedman
Key
words: medical ethics, care-management
Resumen
El
avance de conocimientos y tecnología aumentó, entre 1920 y 1990,
en 25 años la supervivencia media y también el gasto. Para
contenerlo se aplicaron técnicas empresariales que consideran la
salud como una mercancía, a los pacientes, «consumidores», y a
los médicos «proveedores». Organizaciones («Gerenciadoras de
Salud») dirigidas por economistas, gestores de negocios y
contadores lucran intermediando entre «consumidores» y
«proveedores». Deciden cuándo, cuánto y cómo se gastará.
Intervienen entre médicos y pacientes y han convertido una
relación amistosa e interactiva en una relación conflictiva. Desde
el paternalismo de la era del médico, pasando por la era del
paciente hemos llegado a la del pagador. El médico es forzado a
ignorar su responsabilidad fiduciaria y a someterse a los intereses
económicos corporativos a través del racionamiento, sujeción a
guías de práctica sin respetar la individualidad, selección de
procedimientos sub-óptimos y evitando los pacientes ancianos,
crónicos y/o complejos. La tecnología, de fácil control
administrativo, sustituye a la labor intelectual del que escucha,
entiende, examina, diagnostica y compadece. Su depreciada actividad
lo obliga a expandir demasiado su lista de consultas y acota su
relación con el paciente. La empresa se jacta de la calidad que
brinda, ésta es el uso oportuno y adecuado de los recursos de hoy.
La calidad del mañana depende de la búsqueda del progreso, sin
ella la medicina pasa de la práctica de una profesión al
desarrollo de un negocio. El centro médico-académico donde se
enseña e investiga, la «cenicienta del Estado» es discriminado
por su compromiso con la función fiduciaria, su incierto destino
simboliza el desinterés por el desarrollo de la excelencia. El
bienestar general de un país con más de 14% de desocupación y un
tercio sin cobertura de salud exige instituir el seguro universal de
salud.
Abstract
Medical
ethics in care-management. Hippocratic fidelity or management
fidelity. The advance which resulted in the mean survival increase
from 50 to 75 years between 1920 and 1990 also provoked the rise in
health care costs, and the so called «health crisis». In order to
contain it, market tactics were put to action, health care was
considered a commodity, patients «consumers» and hospitals or
physicians «providers». Economists, accountants and business
advisors in charge of «Health Maintenance Organizations» (HMO)
started the very profitable activity of intervening between patients
and physicians. Rationing, use of general practice guides,
suboptimal treatments, risk avoidance and other market tactics
changed the practice of a profession into a business enterprise. The
HMO decides if, when, how and how much will be given to any
«consumer». Use of technology more impersonal and easily
administered is the leading feature of to-day’s medicine over the
intellectual activity of the physician who hears, understands, makes
the physical examination, diagnosis and treatment. The increasing
depreciation of his task obliges the physician to enlarge the number
and decrease his communication with his patients. His fiduciary
obligation is subordinated to market needs and his practice
increasingly compromises his moral integrity. The HMO boasts of the
quality of the service given, this is the timely use of to-day’s
appropriate resources. Nobody wants the 1950 car or medical
practice. Tomorrow’s practice however depends on increasing
knowledge, that is, on research, an activity which is not the HMO
object. The academic-medical center, the very place where the
interaction of teaching and investigating promotes the excellence is
discriminated by the HMO because of its compromise with fiduciary
activity imposed by 2500 years of jewish-christian philosophy. The
future of these institutions (state’s Cinderella’s) is
progressively compromised; when we loose them how long will it take
to recover them? The politicians are always ready to create new
hospitals, after they are built consuming large amounts of money,
they become disinterested. All hospitals in our country are
completely active only 4 hours/day, their physicians travel
afterwards to their diverse places of activity consuming much of
their time in getting there and complying with the bureaucratic
tasks imposed by HMO. In our country with 14% unemployment and 1/3
of the population without any health coverage, the institution of
universal health insurance is mandatory. Preventive medicine is not
effective for people who lack the means for adequate nutrition,
education or transportation, they do not visit doctors or use
medicines.
Dirección postal: Dr. Aquiles J. Roncoroni, Instituto de
Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Combatientes de Malvinas
3150, 1427 Buenos Aires, Argentina
Fax:(54-11) 4523-6619
Recientemente Medicina publicó un editorial sobre el cuidado de
la salud en la actualidad1, además en varios artículos
periodísticos y cartas de lector2-9 se intentó informar al
público del riesgo que se corría si el cuidado de la salud se
convertía en una mercancía transable como cualquier otra del
mercado. Diversos intermediarios y gestores de negocios incitan hoy
a universalizar en nuestro país el modelo gerencial de USA donde
cientos de organizaciones explotan el lucrativo negocio de
intermediar entre proveedoras de fondos como Medicare (PAMI) y
Medicaid y los «beneficiarios». Estas organizaciones Health
Maintenance Organizations (HMO) consumen hasta 30% del recurso
retaceando servicios, utilizando guías de práctica destinadas a
uniformar suprimiendo la individualidad, sus contadores intervienen
entre médicos y pacientes acotando la responsabilidad fiduciaria y
la relación médico-paciente. De esta manera la medicina está en
trance de perder su cualidad fundamental de una relación amistosa e
interactiva entre seres humanos, a una vinculación a veces
conflictiva. En esta nueva relación el médico debe elegir entre
los intereses del paciente física y emocional-mente vulnerable,
confiado en su responsabilidad fiduciaria y las disposiciones de los
administradores sólo interesados en el éxito económico de la
corporación. El cuidado de la salud al fin del milenio se ha
convertido entonces en una práctica crecientemente insalubre para
la integridad moral del médico y también crecientemente
insatisfactoria para los ancianos y pacientes crónicos y/o
complejos así como para el progreso de la medicina. Pretendo
describir las impresiones, que cerca del final, surgen ante un
médico con 50 años de intensa actividad realizada con un paradigma
diferente del que actualmente se pretende imponer. Discutiré
algunas consecuencias de la expansión del complejo
industrial-médico10, la invasión de las técnicas del mercado, la
relación médico-paciente, el futuro previsible del centro
médico-académico y la nueva ética.
Cientos de organizaciones de diverso tamaño, algunas con estructura
de «boutique» de negocios trafican febrilmente aquí y en USA con
los «dueños» de los paquetes de «consumidores». Mientras
antaño uno conocía a los organizadores o responsables de las
organizaciones médicas creadas con otro paradigma (los hermanos
Mayo en quizás el primer intento en USA de organización médica,
el OMINT de Aberg-Cobo o el TIM de C. Taquini y otros) hoy el
anonimato cubre a personalidades inversoras del más diverso origen.
La actividad médica es hoy comparable a la de los obreros de la
línea de montaje, aquella que hizo la fama y la fortuna de Henry
Ford en la planta de River Rouge, Detroit, hace 75 años. ¿Cómo se
generalizó esta intrusión? En 1994 el Congreso de USA con mayoría
republicana abortó el plan de salud ideado por Einthoven a pedido
de Hillary Rodham Clinton. Fue entonces claro que las reformas
necesarias en la organización del cuidado de la salud no serían
realizadas por el gobierno y que tampoco habría salud para todos.
Hasta la década del 80 era universal en USA el cobro por
prestación que el seguro pagaba sin discusión. La relación
médico-paciente carecía de ingredientes económicos para los
asegurados. La aplicación en gran escala de tecnología moderna,
nuevos y más efectivos medicamentos, mayor seguridad y confort
hospitalario y en mucha menor medida el envejecimiento11 provocó
que el avance del gasto en salud alcanzara 4-5% entre 1975 y 1993.
Este incremento muy superior al del producto bruto presagiaba la
quiebra futura del sistema y ocasionó la introducción en 1983 del
pago global según diagnóstico sin considerar la individualidad.
Esta técnica así como la «capitación» transfieren el riesgo al
prestador (médico, hospital). En pacientes complicados, agotado el
monto del paquete, si no hay una militante vigilancia de un
sindicato de pacientes aún inexistente, crece su riesgo en
relación directa al costo de la prestación imprevista que se
posterga o anula. La insuficiente reducción obtenida del gasto
impulsó luego el ingreso masivo de las técnicas de mercado en la
salud a partir de 1990.
De acuerdo a Hipócrates, siglo de oro de Atenas, el deber del
médico es atender las necesidades del paciente con exclusión de
cualquier otra consideración. Desde entonces y hasta las primeras
décadas de este siglo fue la era del médico, un modelo
paternalista. Progresivamente las preferencias del paciente influyen
en la conducción del tratamiento y se inaugura la era de ambos.
Rápidamente, luego un modelo de libertad y consentimiento informado
lleva a una disminución de la responsabilidad del médico. Esta era
del paciente termina abruptamente cuando se establece (USA, 1983) el
módulo de pago según el diagnóstico que limita la elección.
Comienza así la era del pagador que decide, de acuerdo a cálculos
y pronósticos, cuál será la calidad de vida residual luego de
procedimientos complejos y pretende legalizar, de acuerdo al
concepto de futilidad, el abandono de pacientes de recuperación
improbable que así convierte en imposible. El mercado considera los
enfermos, «consumidores», sin reparar en que la salud no es un
bien consumible a voluntad como las gaseosas o los autos, y a los
médicos «proveedores». El proceso ha realizado el giro completo y
dado que la salud se ha convertido en una mercancía más, le aplica
las leyes del mercado aunque en forma peculiar. Así esta industria
es la única cuyo provecho se basa en restringir el consumo de la
mercadería que sus clientes desean consumir y ella comercializa. De
una relación ideal de mutua confianza (relación entre amigos) se
ha pasado, una vez desaparecida la promotora, a una relación
conflictual en que empresa y cliente tratan de obtener el mejor
partido y el médico puede convertirse en mudo espectador.
Incentivado para racionar el consumo de los recursos caros y
arriesgando su permanencia en la empresa si actúa como
representante fiduciario del paciente a lo que lo obliga el
juramento hipocrático, el médico puede vivir conflictualmente su
actuación como agente de la empresa.
Qué es lo que el paciente anhela obtener en la relación con el
médico: 1) libre elección, 2) capacidad con juicio clínico, 3)
comunicación (escuchar, entender y explicar), 4) compasión
(empatía), 5) continuidad en la relación, 6) ausencia de conflicto
de intereses. Qué se limita en el tipo de modelo economicista
adoptado:
1) El paciente no puede elegir el médico sino de un grupo
contratado por la empresa, tampoco el enfermo complejo puede acceder
al mejor experto en su dolencia sin consentimiento del médico de
familia, paradigma de la empresa de salud y convertido en
«guardián» incentivado del ingreso. El paciente no es informado
de los conflictos de intereses. 2) Es improbable que el modelo
virtuoso del médico general del pasado que suplía con su bondad el
atraso de la medicina de la época y atendía en niños el resfrío
o la neumonía y en adultos el infarto de miocardio, la hemorragia
cerebral o cualquier otra dolencia sea efectivo en la era
tecnológica donde el conocimiento cambia tan rápidamente que aun
los especialistas pueden no estar al día. ¿Sabrá este médico
apreciar sus limitaciones, hará el diagnóstico precoz que a menudo
significa la diferencia entre la vida y la muerte? ¿Es que la
empresa hace estudio de resultados de los cambios que ha impuesto
para maximizar su ganancia? 3) ¿Es acaso posible establecer alguna
relación en los 10-15 minutos que el médico puede dedicar a cada
consulta dado la escasa remuneración que le obliga a una expansión
constante de su lista? El atareado clínico no puede escuchar,
entender y explicar; no hay tiempo para la práctica del
consentimiento informado. 4) La compasión es quizás la tarea más
desgastante y agotadora del médico que se hace depositario de la
angustia. Requiere más que ninguna, tiempo y energías. 5) La
competición de precios es la característica fundamental del modelo
desarrollado en USA, su teórico más destacado A. Einthoven,
agregaba universalidad, cuidado de la calidad y satisfacción del
cliente, pero su paradigma no fue respetado. La empresa selecciona a
los sanos, idealmente la pareja joven12 para ejercer la bendición
inocente y barata de la medicina preventiva: consejos de moderación
a cargo del sujeto y algunos análisis de tanto en tanto. Algunas
inclusive expulsan a los ancianos (incremento de cuotas) que pagaron
cuando sanos para asegurarse una vejez protegida, la que quizás
hubiera sido más segura con la buena inversión de sus cuotas
médicas. Es decir podría compararse a un seguro disponible salvo
cuando se necesita. 6) La relación sin conflicto se hace difícil
cuando el médico debe cohonestar los intereses del paciente, los
propios y los de la empresa. Es similar a la dimensión angustiosa
que adquiere la ecuación médico-paciente-enfermedad-sociedad en
hospitales sin presupuesto como los universitarios, donde el gasto
generado por cada paciente complejo debe ser racionado para permitir
la supervivencia del hospital. En resumen la dimensión ética del
sistema de salud es inadecuada (Fig. 1).
A pesar de los cambios el médico continúa siendo el protagonista
del cuidado de la salud. Responsable de más del 90% de las
prestaciones y de sólo el 20% del consumo. Sus roles son variados y
frecuentemente conflictivos: abogado del paciente (hasta donde se lo
permiten las regulaciones empresarias), consejero ilustrado de las
decisiones (dentro de las guías adoptadas por la empresa),
representante visible (aunque ya no el más importante) del sistema
de salud público o privado y miembro responsable de la sociedad a
la que debe asesorar respecto a la calidad, excelencia y
costo/beneficio de las acciones de salud. Cada médico tiene su modo
propio de conducta: 1) desempeño sin restricciones de su
responsabilidad fiduciaria afrontando riesgo económico personal; 2)
cumplimiento de las normas impuestas con el menor perjuicio posible
para su paciente; 3) obediencia completa con corrupción de su
integridad y aun adquiriendo interés económico en la empresa13.
Excluyendo el modelo paternalista inicial en el cual el médico
prácticamente tomaba todas las decisiones, el adelanto general del
conocimiento justifica un rol médico como consejero que elabora
planes concordantes con los valores y necesidades individuales de su
paciente.
En el sistema corporativo el rol principal es el del grupo
administrativo que determina: cuándo, cómo y cuánto se concederá
a cada enfermedad, habitualmente sin considerar la individualidad.
Los requisitos burocráticos impuestos en nombre del control del
gasto consumen gran parte del tiempo y energías del médico que se
sustraen a su actividad específica. Sin embargo el progreso en la
comprensión de: mecanismos de enfermedad, nuevas modalidades
diagnósticas y terapéuticas, la respuesta de la enfermedad y el
paciente y la inagotable fuente de aprendizaje que proporciona la
relación médico-paciente son objetivos más útiles para la
sociedad y son además el oficio del médico. También en el sector
público el rol principal lo desempeña el poder administrativo que
establece presupuesto y prioridades. La contención del gasto se
aplica preferentemente a los niveles de ejecución mientras se
preserva el consumo de los organismos de decisión. A nivel privado
las economías no afectan el gasto en propaganda, la retribución
gerencial o del capital accionario. En resumen, las economías
obtenidas no se vuelcan a mejorar la salud sino a aumentar el
beneficio de quienes las imponen. Por ese motivo este sistema se
extiende velozmente y abarcará toda la oferta de salud de nuestro
país, también se concentrará crecientemente dada la importancia
de los capitales que arriban al mercado argentino atraídos por la
ausencia de regulación. Es decir que aumentará el racionamiento y
la declinación de la autonomía del paciente y del médico.
Nuestro gasto global en salud no sería exagerado ni escaso (similar
al de Gran Bretaña) si se distribuyera equitativamente. Sin embargo
el estímulo ordenador es la competitividad por precio; un criterio
frecuente de cobertura, «lo posible para quien lo demande», no
considera las necesidades sino la disponibilidad de recursos
ocasionando mal resultado asistencial y baja eficiencia aunque a
menor costo14. Más de un tercio de los argentinos no tienen
cobertura de salud y dependen de los variables recursos del hospital
público.
La medicina de nuestros días está condicionada por las
transformaciones exigidas por el modelo económico en apogeo por el
momento en el mundo. Sus reglas, aplaudidas por los innumerables
actores de la vida pública que de una u otra manera son sus socios,
se han extendido al hospital público, que de una misión de
servicio, sobre todo para los más necesitados, ha debido pasar a
una suerte de empresa cuya subsistencia se basa en la recaudación.
En el mismo, el médico es obligado a olvidar 25 siglos de doctrina
occidental, el juramento hipocrático y su función fiduciaria y a
requerir, antes de cualquier acto, cómo se va a pagar. De este modo
la relación médico-paciente, antes una relación «entre amigos»,
ha pasado a ser un acto comercial y la medicina, de la práctica de
una profesión al ejercicio de un negocio.
El incremento en la desocupación y la pobreza, oficios de
dedicación exclusiva que parecen haber llegado para quedarse, ha
provocado que más del 30% de la población carezca de cobertura
médica. Este sector indigente acude al hospital público. Los
hospitales municipales y provinciales argentinos cuentan con
presupuestos que les permiten subsistir sin otro aporte. En
contraste puede decirse que el hospital universitario carece de
presupuesto dado que en los últimos 15 años la Universidad ha
considerado oportuno restringirlo progresivamente para dedicarse a
formar inadecuadamente una masa creciente de profesionales que luego
constituyen un proletariado insatisfecho, pero quizás antes apoyan
a quienes les otorgaron el dudoso privilegio de una educación
masificada y deficiente y un título poco útil para subsistir. Los
gastos necesarios deben ser cubiertos con recursos provenientes de
la venta de servicios médicos. A pesar entonces de un aumento en el
número de personas sin cobertura, su proporción en el hospital
universitario ha debido necesariamente pasar en los últimos 15
años del 80% a menos del 15% del total.
La creación en 1993 del hospital de «autogestión» permite
celebrar convenios para prestar servicios médicos remunerados; se
produjo así un giro radical en la política estatal de salud que
pasó de financiar la oferta (el hospital) a financiar la demanda de
servicios. En este sistema la suerte económica del hospital depende
de su éxito en captar pacientes con cobertura o mejor dicho a las
entidades (Obras Sociales y otras) que poseen los pacientes. El
éxito del sistema requiere una transformación profunda del
hospital que debe evaluar el costo-beneficio de cada acto médico y
eludir los actos con cobertura dudosa o ausente. Implica también la
colaboración del personal en la prolija contabilidad de
procedimientos y consumos que deben ser facturados. El personal
administrativo debe también pasar de su fidelidad al sistema
burocrático tradicional a una acción dedicada a facturar y cobrar.
La educación y la investigación pasan también a un segundo plano
ya que el primero es ocupado por las prácticas rentables y de cobro
asegurado. En un sistema ideal los recursos así obtenidos se
volcarían luego en educación, investigación y atención de
indigentes, sin embargo la renuencia de las obras sociales a pagar
sus cuentas y la falta de personería jurídica del hospital
conspira crecientemente con este propósito. Un método de
remuneración como la capitación asegura las finanzas del pagador y
transfiere el riesgo al prestador. En poblaciones añosas como la de
PAMI es frecuente que la cápita de 100 personas (23 $/mes) sea
consumida por un sólo paciente complejo.
Probablemente la mayor dificultad del hospital universitario
proviene de ser un centro médico-académico. Este nombre se aplica
a las instituciones donde diversas disciplinas biológicas coinciden
y realizan esfuerzos concertados para buscar nuevos paradigmas de
comprensión de la biología humana que resulten en progreso, es
decir excelencia, en la prevención y tratamiento de la enfermedad y
preservación de la salud, mientras aplican a enfermos más bien
complejos la mejor calidad asistencial disponible y aprovechan ambas
actitudes (excelencia y calidad) para formar profesionales
destinados a expandir su campo de acción. La coexistencia de
asistencia, docencia e investigación ha sido tradicionalmente capaz
de promover una suerte de fertilización cruzada entre experiencia,
conocimiento e ingenuidad capaz de promover la creación. En
términos generales, tanto aquí como en USA, estos centros son
discriminados porque su solvencia técnica, la presencia de
residentes y médicos comprometidos antes que nada con los intereses
del paciente y su tradición de investigación los hace intolerantes
con tácticas económicas que privilegian la acumulación de capital
en lugar de su empleo en las necesidades del enfermo. El asedio al
centro médico-académico no tiene atenuantes y el desinterés del
Estado presagia que su supervivencia depende de que se haga
indistinguible de quienes compiten por el éxito económico. Quién
se ocupará entonces de la enseñanza y formación de profesionales
y de la investigación desinteresada es una pregunta pertinente.
Los grandes cambios en el cuidado de la salud se hacen en nombre de
la economía del gasto pero ¿desea la sociedad controlar y retardar
el avance tecnológico que ha resultado en prolongar la expectativa
de vida de 50 años en 1920 a 75 en 1990? ¿No deseará más bien
restringir el consumo improductivo e irritante de los protagonistas
del poder?
Es fácil y razonable observar los objetivos contrapuestos de sanos
(la mayoría) y los pacientes (Fig. 2). Debemos preguntarnos si una
sociedad que pretende denominarse democrática debe aplicar al
cuidado de la salud, la educación o la cultura, la filosofía de
los que venden gaseosas, hamburguesas o automóviles. ¿Deberá
perecer a manos del «marketing» y otros «adelantos»
economicistas lo que distinguió a la civilización occidental en
los últimos 25 siglos? ¿Deberemos cambiar la orientación que
recibimos de nuestros maestros y educar a un médico que privilegie
el ajuste en el gasto en lugar de la compasión? ¿Existe en nuestro
entorno una actitud de integridad moral y restricción del gasto
frívolo que permita observar que quienes preconizan el ajuste lo
practican? ¿El producto de la educación médica debe ser un
individuo que sepa cada vez «menos y menos de más y más» una
especie de gerente general destinado a la atención superficial de
hombres, mujeres y niños?
Las tácticas empresarias comunes son (Fig. 3) 1) Selección de
«clientes» jóvenes y sanos que sólo requieren prevención y
consejos de vida sana; 2) exclusión de ancianos o expulsión a
través del aumento de la cuota en la época de declinación de la
capacidad productiva; 3) retaceo o postergación de procedimientos
diagnósticos o terapéuticos caros hasta la evolución natural de
la enfermedad los haga innecesarios; 4) institución del médico de
familia con escasa retribución y necesidad de atención de un
número creciente de pacientes que se verá obligado a ignorar los
pacientes complejos cuyo diagnóstico y atención consumirían un
tiempo no retribuido.
Mientras es razonable y conveniente la cobertura de las necesidades
en la forma más económica posible las formas ensayadas: pago por
diagnóstico, capitación, control gerencial tropiezan con la
invariable corrupción particular y previsible de cada
procedimiento. Cualquier nueva técnica requerirá el control de
auditores independientes y personalmente responsables dedicados a
vigilar no sólo el exceso, como lo hacen ahora por cuenta de la
empresa, sino también el defecto en la prestación.
Es invariable en la propaganda de la empresa realzar la
«calidad»15 del servicio que presta, esta cualidad se evalúa por
el acto preventivo o curativo apropiado y oportuno para cada
situación y sujeto empleado con características establecidas (Fig.
4, 5). La calidad sin embargo sólo se vincula a la medicina de hoy,
el «consumidor» de mañana demandará algo o mucho más que no
estará disponible sin la búsqueda del progreso que no es una
cualidad del mercado sino de la profesión (Fig. 6). Cualquiera
temblaría si sus dolencias de hoy se trataran con los recursos de
la medicina de hace 50 años, cuando me gradué. ¿Cómo se
obtendrá el progreso con las tácticas del mercado de la salud,
quien enseñará a los médicos de mañana?
Para intentar humanizar y controlar las leyes del mercado se
pretende: 1) atenuar la selección; 2) obligar a la atención de
enfermedades catastróficas evitando la transferencia al hospital
público cuando la cobertura se ha agotado; 3) regular el co-seguro;
4) vigilar la calidad impidiendo la carencia de tratamiento y
diagnóstico adecuado por razones económicas.
Estos propósitos se cumplirían con: 1) Seguro Universal de salud;
2) conjunto de prestaciones mínimas obligatorias; 3) creación de
un fondo de redistribución para ayudar a las instituciones que
acrediten pérdidas intolerables por el cumplimiento de estas
disposiciones; 4) creación de un Ente de vigilancia y mediación
entre empresa y pacientes a su cargo que debe ejercer una función
informativa de los pacientes y auditoría no sólo del exceso como
ahora sino también del defecto de diagnóstico y tratamiento. Las
perversiones de estos mecanismos de control son frecuentes y
públicas: 1) los reglamentos tienden a ser elaborados por las
empresas y sus asociados en la función pública de manera tal que
sean inoperantes; 2) el fondo de redistribución está controlado en
función de la capacidad o poder político de manera que elude su
objetivo; 3) para los Entes de control, los intereses de las
corporaciones tienen prioridad respecto a los de los
«consumidores» como es de fácil observación en nuestro país con
los servicios públicos.
Cuidando el dinero, los economistas en función de gobierno
pretenden crear una nueva ética16. El médico debe olvidar el
compromiso hipocrático y preocuparse del posible exagerado consumo
del paciente que confía en su responsabilidad fiduciaria y
supeditarlo a las posibles necesidades de aquellos a quienes no
atiende (Fig. 7). Implícitamente deberá confiar en que
personalidades «superiores» economistas, empresarios, políticos
distribuirán en forma equitativa este dinero ahorrado tal como lo
han hecho en nuestro país con los jubilados no privilegiados.
¿Deberá perecer a manos del «marketing» y otros «adelantos»
economicistas lo que distinguió a la civilización occidental en
los últimos 20 siglos? Deberemos cambiar la orientación que
recibimos de nuestros maestros y educar a un médico que privilegia
el ajuste en el gasto en lugar de la compasión. ¿Existe en nuestro
entorno una actitud de integridad moral y restricción del gasto
suntuario que permita creer que quienes nos obligan al ajuste lo
practican? ¿El producto de la educación médica debe ser un
individuo que sepa cada vez «menos y menos de más y más», una
especie de gerente general destinado a la atención superficial de
hombres, mujeres y niños?. En un país democrático pero sin
educación universal, vivienda adecuada para todos ni pleno empleo
la actividad médica parece desesperanzada. La extendida y creciente
pobreza, actividad de dedicación exclusiva, hace ilusorias la
nutrición adecuada, la prevención, el uso de medicamentos o la
consulta médica. ¿Es que debemos abandonar toda esperanza? No lo
creo, más bien aplicarnos a luchar por una medicina de consenso en
lugar de conflicto. Es imperativo que el Estado brinde un marco
regulatorio para la actividad industrial médica. Deben crearse
Consejos técnicos de supervisión de prácticas y resultados. Las
empresas deben establecer un grupo técnico donde pueda apelarse la
decisión controvertida, se debe tolerar la función fiduciaria del
médico, es más, su cumplimiento debe ser vigilado. El médico debe
ser ayudado con información en lugar de represión, para mejorar su
costo-beneficio. Las guías de diagnóstico y tratamiento deben ser
públicas y sujetas a revisión periódica. Se deben ofrecer al
paciente todas las opciones de tratamiento para permitir su
autonomía. En un país con una más desarrollada conciencia social
y marco de protección gremial, es posible que los médicos debieran
constituir grupos de práctica manteniendo sus principios éticos.
Los economistas de salud han establecido que se necesitan 850
personas de la población general para mantener un médico; dado que
en nuestro país hay sólo 340 habitantes/médico será siempre
posible encontrar médicos dispuestos a aceptar condiciones de
trabajo conflictivas.
Por otra parte la creciente desocupación ha provocado que quizá
casi un tercio de los argentinos no tenga cobertura de salud. El
seguro universal de salud es la única solución rápida. La
Sociedad debe decidir si se cuida el dinero o las personas. En el
primer caso no es aceptable que los médicos deban romper su
compromiso inalienable con el bienestar del paciente para preservar
fondos cuyo ulterior destino social no es confiable. Algunos
aspectos de la vida están fuera del comercio. Está prohibido
vender niños, comprar esposas, jueces u órganos para trasplantes.
El cuidado de la salud es demasiado precioso, íntimo y corruptible
para confiarlo sin más al comercio17.
Bibliografía
1. Roncoroni AJ. Acerca de la práctica médica en nuestros
días. Medicina (Buenos Aires) 1996; 56: 201-3.
2. Roncoroni AJ. Médico-paciente. Cartas de Lectores. La Nación
1996; noviembre 18.
3. Roncoroni AJ. El cuidado de la salud en el fin del milenio. La
Nación 1997; febrero 17, pg. 17.
4. Roncoroni AJ. Los economistas. Cartas de Lectores. La Nación
1997; marzo 12.
5. Roncoroni AJ. El médico de familia. Cartas de Lectores. La
Nación 1997; mayo 16.
6. Roncoroni AJ. Medicina de Consenso. Página 12, junio 11, 1997.
7. Roncoroni AJ. La relación médico-paciente. Consultor de Salud
1997; 124: 20.
8. Roncoroni AJ. La salud como una mercancía. La Nación 1998;
diciembre 18, 17.
9. Roncoroni AJ. La obligación fiduciaria del médico. Consultor de
Salud 1999; 215: 15.
10. Relman A. The New medical-industrial complex. N Engl J Med 1980;
303: 963-70.
11. Newhouse J. An iconoclastic view of health-care. Health Affairs
1993; 1 Suppl: 152-71.
12. Angell RM. Risk adjustment or risk avoidance. N Engl J Med 1998;
339: 1925-6.
13. Kassirer JP. Our endangered integrity. It can only get worse. N
Engl J Med 1997; 336: 1666-7.
14. Marracino C. Coberturas de Salud. No publicado.
15. Blumenthal D. Quality of care What is it? N Engl J Med. 1996;
335: 891-4.
16. Kassirer JP. Managing care. Should we adopt a new ethic? N Engl
J Med 1998; 339: 397-8.
17. Woolhandler S, Himmelstein DU. When money is the mission. The
high cost of investor-owned care. N Engl J Med 1999; 341: 444-6.
Etica del Sistema de Salud
l No equitativo (relacionado a nivel económico)
l Esquiva a los más enfermos y/o ancianos
l Prefiere a jóvenes sanos
l Puede reclasificar diagnósticos para > cobro
l Auditorías controlan excesos, no defectos de diagnóstico o
tratamiento
Fig. 1
¿Objetivos contrapuestos?
Cada paciente La sociedad reclama:
reclama: tiempo Menor gasto en
necesario, empatía salud
sensibilidad Menor uso de
Diagnóstico tecnología compleja
correcto Medicamentos más
Tratamiento óptimo baratos
Sin escatimar Prepagos menos
gastos caros
Fig. 2
Tácticas empresariales
l Técnicas uniformantes del mercado
– Médico de Familia (guardián del acceso)
– Métodos diagnósticos y tratamientos relacionados y estipulados
por guías de práctica colectivas
– Acotamiento de la responsabilidad fiduciaria
l Capitación con transferencia del riesgo
Fig. 3
Evaluación de calidad
l Servicio apropiado y oportuno para c/paciente
l Juicio clínico y habilidad
l Empatía y sensibilidad
l Responsabilidad fiduciaria y honestidad
l Compromiso c/deseos y expectativas del paciente informado
l Sin conflictos de intereses
Fig. 4
Calidad médica (evaluada por)
l Mortalidad observada/esperada
l Resultados en calidad de vida residual
l Ajuste por severidad
l Criterios de uso apropiado de métodos
Vinculación cuestionable c/medicina individual
Fig. 5
Calidad vs Excelencia
Calidad es lo mejor obtenible hoy, es una cualidad del mercado
Excelencia es lo mejor del mañana, es una cualidad de la profesión
El “consumidor” demanda hoy la mejor calidad, la de mañana la
creará el médico y la disfrutará el futuro “consumidor”
Fig. 6
¿Debe adoptarse una nueva Etica Médica?
1) Etica individual: Métodos óptimos y adecuados al paciente
confiado a nuestra responsabilidad fiduciaria
2) Etica colectiva: Basada en el bienestar comunitario o
distributiva
¿Racionamiento dirigido a preservar recursos para otros?
Fig. 7
- - - -
60. We have gone on from the principle of universal opportunity to
that of universal compulsion.
60. Hemos ido del principio de la oportunidad universal al de la
compulsión universal.
Charles Horace Mayo (1865-1939)
Aphorisms of Dr. Charles Horace Mayo (1865-1939) and Dr. William
James Mayo (1861-1939),
Collected by F.A. Willius, Mayo Foundation, Rochester, 1990, p 25
-