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COMPETITIVIDAD
EN CIENCIA
60° ANIVERSARIO DE MEDICINA (BUENOS AIRES)
Simposio internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 6-7 octubre 1999
COMPETITIVIDAD EN CIENCIA. HOY, MAÑANA Y SIEMPRE
ADOLFO J. de BOLD
University of Ottawa
Heart Institute, Ottawa, Canada
Key words: research, competitiveness in science
Resumen
Los
gobiernos paternalistas y las administraciones altamente
burocratizadas producen políticas cien- tíficas que permiten la
coexistencia de científicos potencialmente competitivos con
aquellos que no lo son. Esto invariablemente resulta en falta de
producción científica significativa. Parece obvio, por lo tanto,
que cambios en políticas dirigidas a mejorar la ciencia y
tecnología tienen que comenzar con una intensificación en la
capacidad individual para la competitividad. Naciones tales como
el Japón, EEUU y el Canadá tienen en común varios elementos que
fomentan la competitividad individual aunque las bases
socioeconómicas de estos países son muy diferentes entre sí.
Estos elementos en común incluyen continuidad administrativa,
altos estándares académicos y una fuerza de trabajo altamente
capacitada. El costo emocional para un científico en una sociedad
altamente competitiva es alto. Sin embargo, hoy no parece haber
alternativa en el modo de trabajar dada la sofisticación de los
nuevos temas que se abordan en ciencias como las biomédicas que
eran fundamentalmente descriptivos en un pasado no muy lejano, y
la velocidad de la comunicación electrónica. El más apropiado
rol del gobierno en promover la ciencia y la tecnología es el de
llevar a cabo una buena política fiscal, de manera que se
produzca un clima económico conductivo a obtener una educación y
una actividad científica compatible con las nuevas realidades. El
gobierno puede también jugar un papel muy importante
asegurándose por medio de pautas, que los científicos sean
competitivos. Las políticas necesarias para asegurar que esto
último ocurra pueden resultar políticamente costosas ya que
implican decisiones no populares con respecto a ajustes necesarios
dirigidos a aumentar el rendimiento académico desde el nivel de
educación intermedia y de derivar a tareas más apropiadas a
aquellos individuos o instituciones que no puedan competir a nivel
internacional.
Abstract
Competitiveness
in science. To-day, to-morrow and forever. Paternalistic
governments and highly bureaucratized administrations produce
mediocre science policy decisions that often allow for the
co-existence of potentially competitive scientists alongside with
those that are not. This invariably results in failure to produce
significant research. It seems apparent therefore, that policy
change aiming at improving science and technology must begin with
intensification of the level of individual competitiveness.
Nations that have internationally competitive levels of technical
and scientific activity such as Japan, USA and Canada, share in
common certain features that foster individual competitiveness
despite the fact that their socioeconomic basis are vastly
different. These common features include administrative
continuity, very high academic standards and a highly educated
work force. The scientist’s emotional cost in competitive
environments is high but there seems to be no alternative given
the sophistication of the topics that are dealt with in formerly
purely descriptive sciences such as biomedicine, and given the
enormous speed of electronic communications. The role of
governments in fostering science and technology should be mainly
concerned with conducting a sound fiscal policy in order to
provide for the needs of education and scientific activity.
Governments can also play a key role in insuring that science
remains competitive through the delineation of rules that increase
individual competitiveness rather than with policy schemes that
fail to directly address the responsibility of the individual.
Policies to increase individuals’ performance may prove costly
to politicians given that these adjustments imply unpopular
decisions regarding an increase in academic performance
expectation beginning in high school and the re-assignment of
functions of individuals or institutions that do not meet
international productivity criteria.
Dirección postal: Dr. Adolfo J. de Bold, University of
Ottawa Heart Institute, 40 Ruskin Street, Ottawa, ON KIY 4107,
Canada
Fax: (01) 6137611597 E-mail: adebold@ottawaheart.ca
Contemplar las posibilidades que se enfrentan en el próximo
milenio en la investigación biomédica, sea ésta clínica o
básica, es en realidad tratar de determinar cómo se logrará
competir en el futuro para desarrollar el producto de esta
investigación que es la creación de nuevo conocimiento.
Visto de este punto de vista, el nuevo milenio no difiere del
pasado milenio. Es decir, esta actividad consiste en la
colocación de un producto en el mercado, siendo éste siendo el
producto de la actividad científica, ya sea ésta de un
individuo, un grupo, una universidad o de todo un país. Desde
tiempo inmemorial, el medio de colocación de un producto ha sido
y es, la competitividad. Y la base de la competitividad es el
individuo y no el Estado. Se aplicaron muchas estadísticas para
justificar esquemas burocráticos que apuntan a mejorar la
productividad científica y técnica de un país. El resultado de
esta insensatez se ha demostrado muchas veces, por ejemplo, con
los tristes resultados que obtuvieron sistemas implementados en la
ex Unión Soviética y en Inglaterra, a continuación de la
segunda guerra mundial. En ambos casos se intentó organizar a la
ciencia sobre bases políticas e ideológicas y en ambos casos la
producción científica decayó precipitadamente dada la presencia
agobiante del Estado, que sofocó y extinguió el genio
individual. Lo que realmente pasa es que los sistemas rígidos
anulan la competitividad y el genio raramente brilla sin
rivalidad.
La falta de competitividad se observa invariablemente en aquellos
sistemas con burocracias agobiantes, los que llevan a una
desmedida dependencia del Estado de los individuos. Lo interesante
es que este efecto se manifiesta de la misma forma bajo sistemas
de diferentes, y hasta opuestas, ideologías políticas y sin
referencia al hecho de que el gobierno haya sido democráticamente
elegido o de facto e independientemente de la nación en que
ocurra.
Una experiencia personal guarda relación con el caso. Hace unos
años me invitaron a dar una conferencia en un Congreso Mundial de
Cardiología en Berlín. El hotel en el cual me alojé estaba
ubicado en lo que era Berlín Oriental. Tomaba a la mañana un
taxi manejado por un ex-ciudadano de Berlín Oriental para ir a la
conferencia y por un berlinés occidental en el viaje de vuelta al
atardecer. Los choferes de la ex-Berlín Oriental se quejaban del
nuevo régimen económico y de gobierno, del desempleo, del costo
de la educación, de la falta de servicios médicos gratuitos, y
en general, acerca de todos los servicios «gratuitos» que los
alemanes del Este recibían bajo el régimen comunista. En el
viaje de vuelta me tocaba escuchar a los choferes occidentales que
se quejaban de la falta de competitividad de los alemanes
orientales. He aquí, pensé yo, el experimento social perfecto:
dos partes del mismo pueblo sometidas a diferentes regímenes de
gobierno por toda una generación. Los resultados fueron
horrorosos. En primer lugar, un vistazo a los alrededores del
antiguo Berlín Oriental y viendo la cantidad mínima de negocios
y los edificios horribles, obviamente diseñados por alguna mente
gris, es perfectamente evidente que se puede inducir a una persona
a llegar a un nivel de dependencia por el cual prefiere estos
ambientes tétricos y de expresión individual restringida a
cambio de asegurarse una atención estatal de por vida, es decir,
librarse de la ansiedad producida por la inseguridad del libre
mercado. Me imagino que esto es bien sabido por los sistemas
totalitarios de cualquier estirpe. La moraleja es que ningún
pueblo está exento de un descuido que puede llevar a la falta de
iniciativa individual.
En ciencia, la falta de competitividad y la burocracia abrumadora
conducen a decisiones mediocres por las cuales tanto el
científico de alta productividad potencial como los científicos
improductivos están permitidos dentro del sistema. Esto lleva a
la falta de competitividad en el ámbito internacional. Por lo
tanto, cambios administrativos que no conllevan una
intensificación en competitividad individual son un gasto inútil
de energía.
¿Cómo es que las naciones que son competitivas en ciencia y
tecnología han podido evitar caer en un sopor burocrático?
Bueno, no parece haber una receta única aunque hay ingredientes
claves que se dan invariablemente en todas estas naciones. Quizá
para los que son expertos en materias sociológicas no será
sorprendente el hecho de que la base de la competitividad no está
en la macroestructura administrativa sino en la microes-tructura
de la sociedad. Específicamente, en el grado de competitividad
del individuo.
Analicemos las bases sobre las que se desarrolla la competitividad
en tres países dentro del grupo de las siete economías más
grandes.
El Japón (Figura 1), por ejemplo, tiene la ventaja que aprovecha
la gran cohesión de la sociedad y la disciplina de la fuerza de
trabajo. Por lo tanto, es posible lograr crecimiento en áreas que
se consideran estratégicas con un alto grado de coordinación. El
grado de estructuración en Japón es, para nuestros ojos,
increíblemente complejo y rígido. Hubo un tiempo, en el que se
decía, incluso en el Canadá, y como me lo manifestara un
ministro de Ciencia y Tecnología, «tenemos que hacer como los
japoneses» refiriéndose a la colaboración entre academia e
industria. Bueno, esto ya ha pasado en el sentido de que aunque
reconocemos la necesidad de estrechar vínculos entre el
laboratorio académico y la industria, también reconocemos que lo
que hacen los japoneses, solamente lo hacen bien los japoneses. La
concentración e intensidad del japonés son legendarias. Como
base de todo esto tenemos individuos que son sometidos a altas
expectativas académicas desde edad muy temprana. La estabilidad
administrativa en Japón es alta y, nuevamente, altamente
estructurada.
Un polo opuesto desde el punto de vista de las bases históricas
sociales de la ciencia y la tecnología son los Estados Unidos de
Norteamérica (Fig. 2). El yanqui, es decir, el oriundo de Nueva
Inglaterra (Maine, Vermont, New Hampshire, Massachusetts,
Connecticut y Rhode Island) con sus bases puritanas que connotan
una independencia feroz, trabajo tenaz, existencia frugal y
ordenada, liberalismo y reconocimiento del valor de la educación,
como la piedra fundamental de lo que es hoy los EEUU. De Nueva
Inglaterra, y del yanqui, nace, a mitad de los 1600, lo que hoy
llamamos liberalismo o neoliberalismo y, más tarde, escuelas como
la Boston Latin School (la primera escuela pública), Harvard en
Boston, Massachusetts, y Yale en New Haven, Connecticut. Este
fondo de historia lleva a la generación de enormes capitales lo
que involucra una competitividad feroz. Pero esto no quiere decir
que el capital reemplaza la necesidad por el trabajo físico. Los
americanos, como los japoneses, trabajan muy intensamente.
Sorpresivamente, las últimas estadísticas muestran que, en
promedio, los americanos trabajan más horas por año que los
japoneses. En común con los japoneses, la estructura
científico-técnica estadounidense cuenta con una fuerza de
trabajo altamente capacitada, alta competitividad académica y
goza de estabilidad administrativa. Los gastos en investigación y
desarrollo en 1996 fueron de 193.780 millones de dólares; una
cantidad casi incomprensible de dinero.
Si nos preguntamos ahora si se puede competir en ciencia y
tecnología con menos dinero del que disponen los japoneses y los
americanos, es un excelente ejercicio el de analizar al Canadá.
Canadá es notable en que se ha desarrollado en uno de los
territorios con el más alto estándar de vida teniendo una
población relativamente pequeña y un clima hostil. Aún más
notable es el hecho que los sistemas socialista y capitalista
coexisten eficientemente en este país. Es muy difícil llegar a
una clara raíz histórica de este desarrollo ya que el Canadá
estuvo definido más por negociaciones resultantes de guerras
entre Francia e Inglaterra en Europa que por hechos en los
territorios de América del Norte, como lo fuera la revolución
americana o la Revolución de Mayo en Argentina. Canadá
evoluciona pacíficamente de colonia a Estado independiente.
Quizá por eso los canadienses son reconocidos por su espíritu de
conciliación y acuerdo. La conciencia social en Canadá es muy
alta, lo que se refleja en el sistema «gratuito» de salud
(tenemos que poner gratuito entre comillas porque sabemos que no
hay nada gratis en este mundo). La socialización canadiense pueda
que tenga base en parte en el clima nórdico (todas las naciones
nórdicas están altamente socializadas) y en la inmigración
británica más reciente que trajo consigo muchos de los elementos
del movimiento obrero británico.
A pesar de que todas las universidades canadienses, como los
hospitales, son estatales, los aranceles universitarios son
relativamente altos, del orden de miles de dólares por semestre.
Este monto depende de la carrera que se curse. Es común que, al
recibirse, el individuo tenga una deuda personal de varias decenas
de miles de dólares a causa de haber tenido que pedir préstamos
para poder estudiar. Eso se debe a que los estudiantes en EEUU y
Canadá dependen escasamente de los padres. Esto parece extraño
en un país altamente socializado, pero como les decía, lo que no
paga el individuo directamente lo pagamos entre todos en
impuestos. Me imagino que la razón por la que un individuo paga
su educación universitaria se basa en el hecho que el individuo
con educación superior tendrá una ventaja en la sociedad y que,
por lo tanto, no es justo que otros paguen por ese privilegio. Por
supuesto que el arancel paga solamente parte del insumo
universitario.
Es interesante ver que dentro de este pantallazo social
anecdótico, vemos en Canadá los mismos elementos de base social
para una exitosa actividad en ciencia y tecnología que se vio
para Japón y los EE.UU. Es decir, (Fig. 4) continuidad
administrativa, alta competitividad académica, fuerza de trabajo
altamente capacitada y alto costo emocional.
Tratemos ahora de analizar cada uno de estos conceptos
individualmente.
1. Continuidad administrativa
Veamos que es lo que significa continuidad administrativa con
un ejemplo canadiense. Se puede decir que, en general, no
solamente en Canadá, continuidad administrativa no significa
mantener algo deficiente sino evolucionar –no revolucionar– el
sistema. Pero aclaremos que la evolución de un sistema, como
puede ser el sistema de administración de la ciencia y la
tecnología, puede ocurrir solamente si el clima administrativo es
lo suficientemente avanzado o sofisticado para permitir que el
administrador tome decisiones basadas en fundamentos de buena
práctica administrativa y no sobre una preponderancia de
consideraciones políticas. Ultimamente, este grado de
sofisticación depende de la sofisticación de los individuos en
el sistema. La sofisticación de un individuo, a su vez, nace de
una mezcla de la educación y la tradición a la cual ese
individuo ha sido expuesto. Si esta sofisticación individual no
existe, es inútil tratar de mejorar el sistema. Por eso se puede
decir que los científicos tenemos las administraciones que nos
merecemos. Y no crean Uds que lo que digo significa que todas las
cosas anden bien en Canadá. Hay muchas cosas que necesitan ser
cuestionadas día a día para llegar a una propuesta eficiente.
La Fig. 5 muestra la organización de la ciencia y de la
tecnología en el Canadá. Nuestro jefe de gobierno, el Primer
Ministro, tiene un consejo de asesores en ciencia y tecnología y
también se muestra la estructura del establecimiento
científico-técnico. Ven Uds que el Consejo de Investigaciones
Médicas depende del Ministerio de Salud mientras que todos los
otros consejos dependen de Industria y Comercio y de la
Secretaría de Ciencia y Tecnología como lo son el NSERC,
Humanities Council and the NRC. A principios de siglo, el único
consejo que existía era el NRC, el equivalente del CONICET
argentino. Con el propósito de proveer mayor idoneidad
administrativa, el NRC se desdobla en otros consejos. El NRC
permanece hasta el día de hoy con laboratorios propios con una
función importante de proveer elementos básicos para el país
como ser la hora oficial, y de proveer a la industria de
construcción, aeronáutica, del espacio, de biotecnología, etc.,
con recursos técnicos y científicos. El NRC no otorga subsidios.
El Consejo de Investigaciones Médicas es un buen ejemplo de
evolución administrativa. Desde su separación administrativa del
NRC, responde ahora al Ministerio de Salud. Recientemente, este
consejo maniobra con éxito su evolución y transformación en los
Institutos Canadienses de Investigación sobre la Salud. Estos
tienen ahora un mandato de continuar la contribución para hacer
ciencia básica y clínica biomédica y también, algo nuevo,
coordinar los diferentes centros de investigación de manera que
no haya duplicación de esfuerzo y para que parte de las
actividades se acerquen más a las necesidades de la salud
pública.
2. y 3. Fuerza de trabajo altamente capacitada. Alta
competitividad académica
Obviamente, estas dos áreas están fuertemente conectadas. En
Canadá, existe una selección rigurosa desde una etapa muy
temprana de los candidatos que entran al sistema universitario. Se
tendría que aclarar primeramente que no se ingresa a carreras
profesionales directamente desde la escuela secundaria.
Normalmente, primero se tiene que hacer una licenciatura
apropiada. Demos como ejemplo a un estudiante de la escuela
secundaria que quiera hacer Medicina o ser un investigador
científico en el área de biomedicina y que por lo tanto, tiene
que hacer una licenciatura en alguna de las «ciencias duras»
previa admisión a la carrera (Fig. 6). La entrada a esa
licenciatura está determinada por las notas obtenidas en el
último año de la escuela secundaria. Es muy posible que una
licenciatura en ciencia necesite un mínimo de promedio de 8
puntos sobre diez. El promedio sobre todos los años de la
licenciatura se toma en cuenta para el ingreso a, digamos,
Medicina. Es muy posible que se necesite un promedio de por lo
menos 9.5 para entrar a Medicina. Una de las razones para esto es
el hecho que las plazas en Medicina son muy restringidas. Por
ejemplo, en Ottawa, que con sus alrededores suma aproximadamente
un millón de habitantes, entran a Medicina solamente unos 70
alumnos. La selección es similar para la carrera de un
científico, que se extiende a través de varios exámenes de
tesis tal como el Master of Science (MSc) y el máximo grado
académico el Doctor of Philosophy (PhD) normalmente seguido por
entrenamiento adicional en la forma de Postdoctoral Fellowships.
Un investigador científico en el mundo académico, normalmente
progresa a través de las categorías de Profesor Asistente,
Asociado y, finalmente, Profesor Titular. Esta progresión depende
de un proceso de evaluación continua por el resto de su carrera,
evaluándose al investigador maduro con el mismo rigor que a aquel
que recién comienza. La competiti-vidad académica, especialmente
aquella medida por publicaciones en el ámbito internacional y la
habilidad de conseguir subsidios, se mantiene a través de
exigentes medidas de productividad durante toda la carrera del
académico.
El instrumento básico de evaluación del rendimiento individual
es el juicio de pares y la aplicación de reglas ejemplificadas en
la Figura 7.
Es interesante que los visitantes de países no anglosajones
comúnmente se maravillan de las facilidades de investigación de
nuestros laboratorios. Lo que no es evidente es el hecho de que
sólo algunos pocos individuos, aquellos que consiguen subsidios
aun cuando los fondos federales decrecen, son los que poseen esos
laboratorios. Solamente el 15% de los subsidios nuevos,
(incluyendo aquellos que piden subsidios por primera vez)
consiguen los fondos solicitados y solamente el 30% de las
renovaciones se logran. Esto quiere decir que muchos
investigadores cada año se ven sin subsidios. Eso puede llegar a
causar la pérdida de la carrera del investigador, y esto ocurre
con una frecuencia inquietante incluso con investigadores que han
tenido un pasado ilustre. La razón de esta pérdida es que, en
términos generales, la universidad o el instituto de
investigación sólo da el espacio para hacer la investigación.
Por lo tanto, si se pierden los subsidios, se pierde totalmente el
laboratorio. El resultado de este estilo de selección es que los
laboratorios que sobreviven son aquellos de alta competitividad,
no solamente desde el punto de vista de productividad científica
sino también para obtener fondos para la investigación. Los
visitantes que no estén familiarizados con el sistema pueden
llegar a creer que todos los investigadores que así lo deseen,
pueden tener grandes facilidades para la investigación.
Es importante también destacar que la endogamia se combate
fuertemente y es muy difícil que un alumno vuelva al laboratorio
de su padrino de tesis como investigador independiente. De esta
forma se intenta prevenir el estancamiento en el conocimiento de
los grupos de investigadores.
4. Alto costo emocional
El último de los elementos a considerar de aquellos
compartidos en ciencia y tecnología por Canadá, Japón y EE.UU.
es el costo emocional que conlleva trabajar en estas sociedades
altamente competitivas. Es importante considerar la presión
psicológica sobre el individuo, no solamente sobre sus bases
humanísticas sino también sobre consideraciones bajo un rubro
pragmático que podemos llamar de la producción disminuida. Es
obvio que en un momento dado, no todos los individuos pueden
soportar la misma presión de trabajo. Teóricamente, la presión
puede ser tan grande que un segmento importante de toda una
sociedad pueda paralizarse en términos productivos bajo presión
de trabajo desmedida.
Para poner en contexto esto del efecto del costo emocional, es
útil analizar algunos de los hechos recientes y futuros en la
biología. Es claro que quizá no haya actividad más peligrosa
para un científico que la de intentar predecir el futuro.
Ejemplos son los ensayos literarios futuristas de principios de
siglo, donde la tecnología que se aplica para lograr los
predichos avances científico-tecnológicos tienen poca relación
con la realidad de hoy y con los cambios éticos y morales que han
ocurrido en la sociedad a través del tiempo.
La razón por la cual el futuro tecnológico es difícil de
predecir es porque estos avances se basan en descubrimientos
científicos básicos y éstos son imprevisibles. De todas
maneras, un vistazo al avance científico-tecnológico que ha
ocurrido en el campo de la manipulación del ADN –la molécula
codificadora de la información genética– provee una idea de la
biotecnología del presente y del futuro tal como la vemos con
nuestra miope bola de cristal.
La idea de manipular la información genética con fines
científicos o comerciales es tan vieja como el descubrimiento del
hecho que el ADN, contenido en el núcleo de las células,
contiene toda la información necesaria para dirigir la formación
física de un organismo. Esta manipulación parecía imposible
hasta que, inesperadamente, en la década de 1970 se demuestra que
se puede combinar trozos de ADN en el tubo de ensayo haciendo uso
de enzimas que cortan trozos de ADN en forma muy específica, y
otras que los combinan de tal manera que fragmentos de ADN, ya
sean de la misma especie o de diferentes especies, se pueden
combinar constituyéndose así la ya muy conocida técnica de
recombinación de ADN.
Estas y otras técnicas biológicas han hecho posible el estudio
de la organización del ADN humano y su organización en genes
(genoma) a escala molecular. El potencial comercial inherente al
proceso de revelar los secretos del genoma es enorme. Por esta
razón las grandes compañías farmacéuticas de biotecnología y
los inversores de Wall Street arriesgan millones de dólares en
esta área (las compañías farmacéuticas han invertido más de
dos mil millones de dólares en los últimos cuatro años). Se
estima que para el 2003 se completará el trabajo de dilucidar el
arreglo de las 3.000 millones de bases, que son los peldaños de
la escalera que es el ADN del genoma humano. Dentro de esta enorme
complejidad, solamente el 3% del ADN forma genes y éstos suman
entre 60.000 y 100.000. Los nuevos genes que se analizan son
moneda poderosa. Sus características, que incluyen la posibilidad
de éstos de ser blancos de manipulación farmacéutica, se venden
al mejor postor por precios millonarios.
Pero todo no es viento en popa en la biotecnología del genoma.
Una gran proporción de las enfermedades tiene origen genético
múltiple y aun en el más simple de los casos las interacciones
entre genes son de una complejidad que sobrepasa la capacidad
presente de utilizar la información obtenida en forma coherente.
Es posible entonces que los inversores en biotecnología del
genoma descubran que sus inversiones serán pagadas a sus nietos.
De todas maneras, las investigaciones en esta área ya han
producido análisis genéticos para detectar la predisposición a
ciertas enfermedades, lo cual presenta el problema ético y real
de poder conocer el futuro clínico de un individuo.
Mientras que hace menos de treinta años se podía ser un
romántico y todavía ganar un Premio Nobel con nada más que una
pipeta y un sapo, la nueva realidad en biología es cruenta. La
nueva biología es muy cara y se desarrolla a un paso vertiginoso.
De hecho, esta área tiene el mismo nivel de competitividad que se
vive por la globalización de la economía. La ciencia se ha
globalizado y este «neoliberalismo científico» es un
desprendimiento, quizá más natural que programado, de las
comunicaciones instantáneas y la complejidad de los temas que se
abordan a medida que la ciencia avanza. Un indicio de la ferocidad
del nuevo orden se puede deducir del hecho que ministros del
Mercado Común Europeo, incluyendo Alemania y Francia, declararon
en una reciente reunión que rechazaban, en un típico caso de
«las uvas están verdes», el ritmo inhumano del sistema
anglosajón (léase Estados Unidos y Canadá) de trabajo. Más que
un rechazo sobre bases humanísticas, esta actitud revela la
realidad de que es muy difícil seguirle el paso al nuevo ritmo,
especialmente cuando políticamente no conviene reajustar la
productividad.
Quizá el costo más grande del neoliberalismo científico, como
del económico, sea pagado por el individuo en su calidad de vida
y, especialmente, por aquellos que no tengan la agresividad
natural para producir, en su trabajo, de una manera a tono con los
nuevos tiempos. Esto es culpa de la necesidad de aumentar la
competitividad. Competitividad, definida por el diccionario como
la «rivalidad para la consecución de un fin», ha sido siempre
el ingrediente principal que los países desarrollados han
utilizado para llegar a ser lo que son. Pero ha habido diferencias
de estilo en lo que concierne a cómo los diferentes países han
llegado a tal nivel de desarrollo. En un pasado no tan lejano,
muchos países (incluyendo la mayor parte de Europa) han podido
competir mientras mantuvieron un estilo de vida balanceado entre
el trabajo y la indulgencia del individuo. El establecimiento
científico de muchos de estos países se pudo aislar de competir
gracias a benévolas políticas científicas internas. No más...
por lo menos no tanto como antes. El sistema de trabajo a alta
presión favorece a las sociedades en las que los placeres
cotidianos son de relativo menor tenor e importancia y la
concentración en el trabajo es muy alta.
El costo de la nueva ciencia es también alto en términos
financieros puros. Al mismo tiempo, la ciencia, sobre todo la
básica, no se puede ignorar porque es la proveedora del
conocimiento futuro. La ciencia básica es, por lo tanto, el motor
del avance tecnológico, el cual siempre ha sido, y ahora es aún
más, una de las bases más importante del poder económico y del
bienestar social. Sin embargo, es difícil imaginar cuáles son
los laboratorios que sobrevivirán. Las investigaciones sobre
genoma, por ejemplo, aunque empezadas en los medios académicos,
tales como laboratorios universitarios y de institutos de
investigación, que no poseen, en muchos casos, el capital
necesario para continuar estos proyectos pro lo que necesitan la
ayuda de alianzas estratégicas con la industria privada. Esto
ocurre aun en los Estados Unidos, cuyo presupuesto de
investigación es tan alto que puede llegar a ser incomprensible.
Esto pone en un aprieto a muchos países, en particular a aquellos
que, dada su capacidad intelectual, como la Argentina, están en
posición de desarrollar el nuevo conocimiento, pero no tienen los
fabulosos medios económicos necesarios para hacerlo. Conocidos
estos parámetros logísticos, la cuestión que queda es la
estrategia a seguir para no quedar más rezagado. Es decir, como
en el dicho inglés: «aprende cómo elegir tus peleas». El
elegir cómo proceder en el futuro para competir en el área de la
investigación básica y en tecnologías como la biotecnología,
necesita de una política científica muy clara y con continuidad.
No hay duda que esto es parte del futuro y, esto sí se puede
predecir. El saber cómo tomar decisiones rápidas en materia de
política científica y técnica será uno de los grandes
desafíos del nuevo milenio. Pero siempre quedará el hecho
imprescindible de tener material humano ferozmente competitivo y
que este material humano se desarrolle y seleccione desde la más
temprana edad.
Parte de este artículo es descriptivo y parte un análisis
profano. De este último se pueden sintetizar un par de ideas. Con
respecto a la intervención del gobierno en ciencia y tecnología,
se puede proponer que la función más importante de la
administración pública es la de conducir una política fiscal
capaz de generar una economía que permita las actividades
científicas y tecnológicas necesarias para competir en la
sociedad global. La premisa básica es que los pueblos pobres no
pueden educar a su gente ni pueden desarrollar la ciencia o la
tecnología.
Con respecto a la política científico-tecnológica, el mensaje
de este artículo es que no hay política educativa o
científico-tecnológica que pueda tener éxito cuando hay
falencias en la competitividad individual. El aumento de la
competitividad individual conlleva decisiones administrativas que
pueden ser altamente costosas políticamente ya que implican
ajustes drásticos en las exigencias de rendimiento individual en
el ámbito educativo, y la derivación a tareas más apropiadas a
instituciones y a investigadores científicos que no sean
competitivos a escala internacional.
Finalmente, ¿qué pasa con la justicia social en ambientes
altamente competitivos? Da la casualidad de que la justicia social
depende, como la ciencia y la educación, de la idónea
administración fiscal y de la competitividad en el ámbito
internacional. Es decir, hace falta dinero para tener una sociedad
justa de la misma forma que hace falta dinero para hacer buena
ciencia o tener buena educación. Esto nos ha llevado a comprender
que las ideologías, los dogmas y los románticos tienen que dar
un lugar importante al pragmatismo. ¿Es esto un reduccionismo
inhumano? Preguntémosle a alguien que vive con hambre.
«Japan Inc.»
- Enfoque masivo y en conjunto del esfuerzo del gobierno,
industria y entidades académicas.
- Crea grandes capitales privados parecidos al sistema capitalista
pero altamente protegidos.
Base social
- Sociedad intrínsecamente estructurada.
- Alta competitividad académica.
- Continuidad administrativa.
- Fuerza de trabajo altamente capacitada.
Problema
- Rígido sistema jerárquico
- Incompatible con culturas occidentales
Gasto bruto en investigación y desarrollo = US$ 82816 millones
(1996)
Fig. 1.– Base socio-económica de la ciencia y tecnología
japonesa.
Fig. 2.– Base socio-económica de la ciencia y tecnología
estadounidense
«América liberal»
- Cuenta con el poder de generación de riqueza de la empresa
libre
Base social
- Sociedad intrínsecamente competitiva
- Alta competitividad académica
- Continuidad administrativa
- Fuerza de trabajo altamente capacitada
Problema
Alto costo emocional para individuos no competitivos
Gasto bruto en investigación y desarrollo = US$ 193780
millones (1996)
Fig. 3.– Base socio-económica de la ciencia y tecnología
canadiense.
«Canadá socioliberal»
- Relativo mayor rol del Estado
- Fuerte presencia del Estado. Ej. Todas las universidades y
hospitales son estatales. Sistema de salud gratuito.
- Incluye apoyo a la empresa privada por los consejos de
investigaciones.
- Ventaja geográfica en términos económicos y naturales.
- «ventaja» de los países nórdicos.
- N° 1 en estándar de vida (ONU)
Base social
- Alta competitividad académica.
- Continuidad administrativa.
- Fuerza de trabajo altamente capacitada.
Problema
- Alto costo emocional para individuos no competitivos.
- Alto gravamen impositivo
Gasto bruto en investigación y desarrollo = US$ 10356 millones
(1996)
1. Continuidad administrativa
2. Fuerza de trabajo altamente capacitada
3. Altísima competitividad académica
4. Alto costo emocional
Fig. 4.– Elementos compartidos en ciencia y tecnología por
Canadá, Japón y los Estados Unidos de Norteamérica
Advisory Council
Prime Minister on Science and
Technology
Secretary of State for
Other Ministers Minister of Health Minister of Industry Science,
Research
and Development
Department Department Natural Sciences
of of and Engineering
Health Industry Research Council
Medical Statistics National Research
Research Canada Council
Council
Institutes for Social Sciences
Health Others and Humanities
Research Research Council
Canadian Space
Agency
Federal Business
Development Bank
Fig. 5.– Organización de la investigación canadiense a
nivel federal
1. Los subsidios se dan por cantidades necesarias o no se dan (~
15% nuevos, ~ 30% renovaciones).
2. Si no se obtienen subsidios después de intentar un número
razonable de veces (4-5 = 2-3 años) se cierra el laboratorio y el
investigador pierde su carrera.
3. La carrera del investigador se puede perder en cualquier
momento.
4. Todos los insumos incluyendo lápices, guardapolvos, gastos de
teléfonos y salarios de técnicos, ayudantes, etc., se cubren con
el subsidio obtenido.
5. Los investigadores se retiran a los 65 años.
6. La endogamia no existe.
7. Los investigadores jóvenes que pierden su carrera se eliminan
del sistema.
8. Se esperan al menos 3 publicaciones en buenas revistas por
año.
Fig. 7.– Puntos a considerar sobre el sistema de
investigación científica en Canadá o en EEUU.
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If a little knowledge is dangerous, where is the man who has so
much as to be out of danger?
Si poca ciencia es peligrosa, ¿quién es el hombre que tiene
tanta que puede presumir estar fuera de peligro?
Thomas Henry Huxley (1825-1895)
Science and culture; on elementary instruction in physiology
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