MEDICINA - Volumen 60 - Nº 1, 2000
MEDICINA (Buenos Aires) 2000; 60: 95-98

       
     

       
   

LA CARRERA DEL INVESTIGADOR EN LA ARGENTINA
60º ANIVERSARIO DE MEDICINA (BUENOS AIRES)
Simposio Internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 6-7 de octubre 1999

 

La Carrera del Investigador en la Argentina

 

Alejandro F. De Nicola

Instituto de Biologia y Medicina Experimental, Buenos Aires

Key Words: Research Career, CONICET, centralization, Fellows, Matter of State.

 

Resumen

La creación del Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Técnicas (CONICET) data de 1958, mientras que en 1960 se creó oficialmente la Carrera del Investigador. Originalmente contaba con 214 científicos, creciendo lentamente hasta llegar a los 3 642 actuales (1999). Existen 5 categorías de investigadores, además de la del Investigador Clínico para el área de las Ciencias Médicas. Los investigadores comprenden el 46% del total del personal del CONICET, el resto lo conforman el Personal de Apoyo (34%) y los Becarios (20%). Llama la atención el exiguo número de los últimos, pero teniendo en cuenta los becarios de universidades, consejos locales y fundaciones el número se acrecienta sin llegar a ser óptimo. La distribución regional de investigadores es irregular, con predominio en Capital y Buenos Aires (61%), no habiendo sido posible revertir esta situación, aun con el estímulo salarial por zona. El ingreso a la Carrera tiene poca planificación y excesiva atomización; por otro lado los mecanismos de egreso por baja productividad o edad límite tienen políticas cambiantes y equívocas. Los problemas de la Carrera son los que padecen otras áreas del CONICET por falta de presupuesto. Sería conveniente que sus futuras autoridades fueran científicos en actividad capaces de convertir el problema de la Ciencia y Tecnología en Cuestión de Estado, tan importante como la salud, la educación o la recuperación de las Islas Malvinas.

Abstract

Research Career in Argentina. The National Research Council of Argentina (CONICET) was founded in 1958, and the Research Career opened officially two years later (1960). Originally, 214 scientists belonged to this Career, increasing slowly to 3642 members in 1999. There are 5 categories of investigators, besides the Clinical Investigator class for the area of Medical Sciences. Investigators comprise 46%, while Technicians (34%) and Fellows (20%) account for the rest of CONICET research personnel. The low number of Fellows is a matter of worry, although Fellows from universities, local councils and private foundations contribute to increase their total number. There is an irregular regional distribution of Investigators, most of whom work in the Federal Capital and Province of Buenos Aires (61%). Increasing the salary of those living outside the metropolitan area did not solve the problem. Input to the Research Career has been erratic and not well planned, while mechanisms for personnel output due to low productivity or retirement age has had variable and erratic policies. The problem the Research Career is facing is similar to that of other areas of CONICET, due to an extremely low budget. Hopefully, new CONICET authorities will be active scientists considering Science and Technology as a Matter of State, just as important for the country as health, education or recovery of the Malvinas Islands.


Dirección Postal: Dr. Alejandro F. De Nicola, Instituto de Biología y
Medicina Experimental, Obligado 2490, 1428 Buenos Aires, Argentina.
Fax: (54-11) 4786-2564 E-mail : denicola@proteus.dna.uba.ar

 

Los primeros años

El año 1958 fue crucial para el desarrollo de la ciencia argentina, ya que se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Técnicas por el Decreto-Ley 1291. El CONICET contaba con una estructura de gobierno propia, compuesta por Presidente y Directorio, y se lo situó en la esfera de la Presidencia de la Nación siguiendo las directivas de su creador y primer Presidente, el Dr. Bernardo A. Houssay.
Entre los objetivos principales que se habían asignado al CONICET, figuraban :a) la institucionalización de la investigación; b) regionalización; c) transferencia de conocimientos; d) crecimiento equilibrado de las disciplinas; e) formación de recursos humanos; f) desarrollo de la información científica, y g) relaciones internaciona- les.
A fin de cumplimentar el objetivo de Formación de Recursos, en 1960 se creó la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico, con la finalidad expresa de “Retener y desarrollar en el país al personal científico con el más alto grado de calificación”. Al año siguiente, es decir 1961, la Carrera contaba con 214 personas que trabajaban bajo el régimen de dedicación exclusiva. En 1965, se creó en el ámbito del CONICET la Carrera del Personal de Apoyo, con la finalidad de “colaborar con las tareas profesionales o técnicas auxiliares de las de investigación”.

La Carrera del Investigador: Características y Anécdotas

De acuerdo al Estatuto de 1973, la Carrera del Investigador perseguía varios objetivos :
- Favorecer la plena y permanente dedicación de los investigadores a la labor científica y tecnológica.
- Garantizar el estímulo a todas las areas científicas y tecnológicas que sean de interés nacional.
- Considerar armónicamente la investigación científica y tecnológica.
- Fomentar la transferencia de los resultados de la tarea científico/tecnológica a la sociedad.
Houssay era extremadamente cuidadoso con el ingreso a la Carrera del Investigador, y firmaba personalmente todos los contratos. En ocasiones recorría el mundo entrevistando a los argentinos que trabajaban en el exterior, entusiasmándolos para que regresaran. Vale como ejemplo un recuerdo propio. El 26 de Febrero de 1968, al enterarse que me habían nombrado Asssistant Professor en la McGill University de Montreal, Canadá, me escribió una carta tajante diciéndome que “sería importante que Usted ya prepare y envíe su documentación con su solicitud de ingreso a la carrera del investigador”. O sea algo así como que empacara las valijas. El 14 de Mayo de 1968 me volvió a escribir, diciéndome que “ el que se queda más de 2 años se desaclimata. Van al extranjero para perfeccionar sus conocimientos y luego trabajar en su propio país con autonomia y originalidad. No debe formarse alli con la idea de estar teniendo una nurse perpetuamente a su lado”. La nurse en cuestión era la Dra. Marion K. Birmingham, directora del laboratorio donde yo trabajaba en McGill, quien se perturbó bastante ante tal calificativo. Pero luego de mi regreso Houssay la invitó a dictar en Buenos Aires la conferencia Braun Menéndez en recuerdo a su ex-colaborador, y las relaciones se reestablecieron. Algo similar sucedió con mi amigo el Dr. Eduardo Charreau, quien trabajaba en Harvard y que tenía intención de prolongar su estadía. Houssay le escribió : “No le va a alcanzar una vida para hacer todo lo que quiere hacer en Harvard, mejor véngase”.
Pero los conceptos de autonomía y originalidad expresados por Houssay en la nota que me escribió fueron muy importantes, ya que marcaban sus ideas acerca de las cualidades que debían tener los ingresantes a la Carrera, y por ende los investigadores. Al momento de mi ingreso, el CONICET nos adjudicaba una clase, que se individualizaba por las letras F a la A, la última la de mayor categoría. A mí me habían otorgado la D.
En el año 1973, se estableció el Estatuto de las Carreras del Investigador Científico y Tecnológico y del Personal de Apoyo a la Investigación y Desarrollo, brindando así un marco jurídico a la Carrera del Investigador (Decreto-Ley 20.461 del 23 de mayo de 1973). En el Estatuto figuran las cinco categorías a las que pertenecen los investigadores, llamadas Asistente, Adjunto, Independiente, Principal y Superior. Como Houssay tomó el modelo del CNRS de Francia para la estructura del CONICET, el diseño del mismo correspondió a un ente nacional de promoción científica que abarcara a investigadores de todas las especialidades, provenientes de las ciencias biomédicas, exactas, ingenierías y también las humanidades.
Desde la creación de la Carrera, el número total de investigadores evolucionó en forma lenta pero constante, ya que de los 214 originales en el año 1961, se pasó a 490 en 1971, 1287 en 1981, 2376 en 1988 y 3642 en 1999. Distribuidos por grandes especialidades, las cifras nos dicen que 1301 personas pertenecen al área de Medicina y Biología, 1178 a las Ciencias Exactas, 421 a las Ingenierías y 694 a las Humanidades. En el momento actual (Mayo de 1999), la distribución de investigadores por categoria es la siguiente: Asistente: 742, Adjunto 1350, Independiente 907, Principal 448 y Superior 92. Este perfil se conserva para los investigadores de Ciencias Médicas, ya que pertenecen a la Carrera en esta especialidad 87 Asistentes, 171 Adjuntos, 122 Independientes, 86 Principales y 24 Superiores. En Ciencias Médicas existen también los investigadores Clínicos en número de 37, que son aquellos Médicos que solicitan el ingreso al CONICET en esta categoría, o bien habiendo pertenecido a las categorías clásicas renuncian a las mismas e ingresan como Clínicos. Los investigadores Clínicos tienen todos los derechos de los investigadores comunes pero no perciben salario y tampoco se les exige dedicación exclusiva. La razón de ello es que por razones económicas y profesionales los médicos habían renunciado a la Carrera en proporción alarmante, y tampoco solicitaban ingresar los médicos jóvenes. El paliativo del Investigador Clínico permite así retener dentro del sistema científico nacional a importantes científicos. Es probable que actualmente esté sucediendo algo semejante con los Bioquímicos.
En conjunto, los investigadores son el grupo más numeroso del personal del CONICET sumando 46%, mientras que el Personal de Apoyo constituye un 34 % y los Becarios el 20% restante. Esto último parecería una señal de alarma, en el sentido que el semillero de futuros investigadores es relativamente minúsculo, lo que estaría revelando una deficiente formación de recursos humanos. Sin embargo, al 20 % de becarios del CONICET hay que sumarle los becarios de las universidades (UBA, etc), de otros organismos de Ciencia y Técnica como el Consejo de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, el CONICOR de Córdoba, CONINMEN de Mendoza, las becas que se subsidian a través de proyectos de la Agencia (SECYT) y las becas provenientes de fundaciones no gubernamentales ( Fundación Antorchas, LALCEC, entre otras). Es probable, entonces, que el semillero de nuevos investigadores esté asegurado y la proporción de becarios con respecto al número total de investigadores, no sea tan alarman-te.

Muchos investigadores, pocos investigadores

Entre los muchos objetivos originales del CONICET, figuraba “contribuir a lograr la descentralización de la región metropolitana y pampeana y el crecimiento racional del país con sentido geopolítico, a través del desarrollo de la actividad científica en el interior”. Este objetivo no fue nunca logrado, como lo revelan las siguientes cifras: En el año 1969, el % de investigadores agrupados en la región metropolitana y Buenos Aires era de 57.7 % . Treinta años más tarde, o sea en 1999, la cifra es igual o levemente mayor: 61 %. La distribución porcentual entre varias provincias es la siguiente, a mayo de 1999: Capital Federal 38 %, Buenos Aires 20 %, Gran Buenos Aires 3 %, Córdoba 10 %, Santa Fe 8%, Tucumán y Mendoza 4 % cada una, Río Negro 3% y el resto de las provincias 10%.
Esta manifiesta desigualdad es uno de los peores problemas que aquejan al CONICET y a la ciencia argentina, producto seguramente de la desproporción poblacional del país. Seguramente la creación de los Centros Regionales trató de atenuar la emigración de los científicos hacia las grandes ciudades pero evidentemente no surtió efecto. Otra medida fue la del estímulo económico, ya que existe un suplemento salarial por zona, que en Córdoba alcanza al 30%, Tucumán 70%, Mendoza 75%, Salta 85% y Ushuaia 150%, según datos provistos por el Departamento de Liquidaciones del CONICET el 5 de Octubre de 1999. Tal vez lo que se logró fue retener a los científicos locales en las universidades, institutos y centros regionales, pero no ayudó a que los científicos de la gran metrópoli se afinquen en el interior. Houssay se había percatado de este problema, y envió a sus primeros discípulos al interior. Así surgieron grupos de investigación importantes en Mendoza siguiendo al Dr. Juan Carlos Fasciolo (Fisiología) y al Dr. Mario Burgos (Ciencias Morfológicas), en Cordoba con el Dr. Raúl Orias (Fisiología), y en Rosario con el Dr. Lewis (Fisiología). Sin embargo, el esfuerzo se ha truncado, convirtiéndose en un problema de difícil solución para las futuras autoridades del CONICET.

Mecanismos de egreso de la Carrera

La evaluación por pares ha sido siempre una premisa dentro del CONICET, a fin de asegurar que permanezcan en la Carrera los mejores investigadores. Los investigadores del CONICET no tenemos estabilidad, ya que somos permanentemente evaluados, aunque en muchas ocasiones ha temblado la mano de las autoridades responsables para dejar fuera de la Carrera a los profesionales no productivos. Como causas de “egreso”, el Estatuto decreta : a) la falta de promoción de un Investigador Asistente luego de 5 años de permamencia en dicha categoría; b) Dos informes caratulados como “no-aceptables”. Estos informes son anuales para la clase Asistente y bianuales para el resto.
Otro mecanismo de egreso es la edad jubilatoria, fijada en 65 años para la Carrera del Investigador a los cuales se pueden sumar dos (total 67 años). Esta medidad ha traído rechazos y adhesiones. Entre los mecanismos propuestos para retener a científicos activos luego de pasada la edad de retiro, figuran: la contratación por parte del CONICET; un proyecto con media sanción del Senado de la Nación que eleva la edad jubilatoria hasta los 75 años, y un proyecto presentado ante la Cámara de Diputados por el cual se contratarían a los investigadores de las clases Independiente, Principal y Superior hasta los 75 años.

¿Universidad vs. CONICET?

En la historia del CONICET existieron algunas peculiaridades tendientes a paliar el problema salarial de los investigadores, como por ejemplo, resabios de enfrenta-mientos entre la Universidad y el CONICET, más bien producto de los funcionarios de turno que de los investigadores. Sin embargo, han existido y existen fuertes “sugerencias” para que los investigadores se acerquen a la docencia universitaria. En mi caso, considero como indisolubles el compromiso con la Universidad y el CONICET, y no existen razones válidas para que dos instituciones con interés real en la ciencia se enfrenten. En la década del ochenta, apareció un sistema llamado “SAPIU” por medio del cual los investigadores/docentes renunciando a la Carrera del Investigador podían duplicar sus salarios, ya que el CONICET los contrataba con un monto que se agregaba al sueldo de la universidad. Esta clara desarticulación de la Carrera del Investigador fue criticada y finalmente abandonada con el cambio de gobierno. Actualmente existe el Incentivo Docente, o sea una suma de dinero que perciben los docentes que realizan investigación. Proviene del Ministerio de Educación a través de un préstamo internacional, y premia a aproximadamente 18.000 incentivados que, realizando investigación, cumplen también docencia regular en las universidades.

Algunas pautas para el futuro

El problema mayor que aqueja a la ciencia argentina y en particular al CONICET es la falta de un presupuesto adecuado. Para ello, creo que el CONICET necesita de un Directorio compuesto por científicos de las más altas categorías, incluido su Presidente, y por qué no, también al Secretario de Ciencia y Tecnología. Un Directorio compuesto por científicos sin ataduras políticas puede luchar por fondos, actuando a diversos niveles. Aumentar el presupuesto significa ingresar más investigadores a la Carrera, poder otorgar subsidios, apoyar a los institutos y centros regionales, otorgar mayor número de becas internas y externas, viajes y convenios internacionales. El drama es que el presupuesto actual está limitado al pago de sueldos, por lo que sería imprescindible concientizar a los gobernantes de turno y a los Diputados y Senadores miembros de las Comisiones de Ciencia y Tecnología del Congreso Nacional sobre la importancia de la ciencia para el desarrollo de los pueblos en las puertas del tercer milenio. En un artículo reciente en la revista de la cual se cumplen hoy 60 años (De Nicola, A.F.: Si yo fuera Presidente del CONICET, Medicina (Buenos Aires) 1999; 59: 201-5) resumo las actitudes ejemplares brindadas por Tony Blair, Primer Ministro de Inglaterra, Bill Clinton, Presidente de los Estados Unidos y del Presidente Aznar de España al elevar sustancialmente los presupuestos de sus respectivos países dedicados a ciencia y técnología. Sería dable esperar que las autoridades que asuman dentro de pocos meses el gobierno del país conviertan a la Ciencia y Tecnología en una Cuestion de Estado, tan importante para el futuro de los argentinos como la Educación, la Salud o la recuperación de las Islas Malvinas.

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Western civilization, it seems to me, stands by two great heritages. One is the scientific spirit of adventure - the adventure into the unknown, an unknown that must be recognized as unknown in order to be explored, the demand that the unanswerable mysteries of the universe remain unanswered, the attitude that all is uncertain. To summarize it: humility of the intellect. The other great heritage is Christian ethics - the basis of action on love, the brotherhood of all men, the value of the individual, the humility of the spirit. These two heritages are logically, thoroughly consistent.

La civilización occidental, a mi parecer, se basa en dos grandes herencias. Una es el espíritu científico de aventura - la aventura hacia lo desconocido, lo desconocido que debe ser reconocido como tal para poder explorarlo, la exigencia que los misterios del universo se mantengan como tales, la actitud de que todo es incierto. Para resumirlo: la humildad del intelecto. La otra gran herencia es la ética cristiana - con el amor como base de acción, la hermandad de todos los hombres, el valor del individuo, la humildad del espíritu. Estas dos herencias son lógicamente enteramente consistentes.

Richard P. Feynman (1918-1988)

The meaning of it all. Thoughts of a citizen-scientist. Reading MA: Perseus Books, 1998, p 47