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OSTEOPOROSIS POSTRASPLANTE
ARMANDO L. NEGRI1, LUISA C. PLANTALECH2,
MARIA F. RUSSO PICASSO2, ALCIRA OTERO3, MARCELO SARLI1
1 Instituto de
Investigaciones Metabólicas; 2 Servicio de Endocrinología del
Hospital Italiano de Buenos Aires; 3 Centro de Osteopatías
Metabólicas del Instituto TIEMPO, Buenos Aires
Key words: osteoporosis, organ transplantation, steroids,
cyclosporin, fractures
Resumen
En las
últimas dos décadas el trasplante de órganos se ha transformado en
una técnica establecida y efectiva para tratar la enfermedad terminal
de varios órganos. El incremento en la sobrevida se ha debido a una
mayor capacidad inmunosupresora de los regímenes que incluyen
ciclosporina. Durante los primeros meses del trasplante la
ciclosporina se asocia con altas dosis de corticosteroides, que
producen efectos deletéreos sobre el hueso y el metabolismo mineral.
Estos efectos se superponen a las lesiones óseas producidas por las
enfermedades crónicas subyacentes. Especialmente durante los primeros
6 a 12 meses del trasplante ocurre una rápida pérdida de hueso,
momento en que también ocurren la mayor parte de las fracturas. La
tasa de fracturas es menor en el trasplante renal (7 a 11% en
receptores no diabéticos) y mayor en los receptores de trasplantes de
otros órganos (17.2 a 42% luego de trasplante hepático, 18 a 50%
luego de trasplante cardíaco y 25 a 29% luego de trasplante
pulmonar). Ningún parámetro densitométrico o bioquímico predice
adecuadamente el riesgo de fractura en el paciente individual. A pesar
de ello, los pacientes con una baja densidad mineral ósea a nivel de
la cadera, particularmente en mujeres, tienen tendencia a tener mayor
riesgo de fractura. Los pacientes pueden presentar fracturas
vertebrales a pesar de tener una densidad mineral ósea normal en la
columna. La patogénesis de la pérdida ósea postrasplante es
multifactorial. Los pacientes con enfermedades renales o hepáticas
tienen una osteodistrofia renal o hepática previa al trasplante que
predispone a la pérdida ósea, y muchos pacientes a la espera de un
trasplante pulmonar ya tienen osteoporosis debido al uso de
corticoides para el tratamiento de su enfermedad pulmonar. La pérdida
ósea rápida luego del trasplante depende, como lo sugieren estudios
prospectivos que midieron parámetros bioquímicos, de una
disminución de la formación ósea (manifestado por reducción en los
niveles de osteocalcina) y de incrementos en la resorción ósea. Los
corticosteroides parecen ser los principales determinantes de estas
alteraciones, aunque la ciclosporina probablemente juegue algún rol.
Otros factores que contribuyen a la pérdida ósea son el
hiperparatiroidismo secundario y el hipogonadismo. El agregado de
suplementos de calcio y vitamina D como únicas medidas preventivas no
parecen reducir el riesgo de fracturas. Los tratamientos más
promisorios para prevenir la pérdida ósea postrasplante parecen ser
aquellos que incluyen bisfosfonatos administrados inmediatamente
previo y durante el primer año postrasplante.
Abstract
Post-transplantation
osteoporosis. In the last two decades organ transplantation has become
an effective and established therapy for end-stage disease of various
organs. The increase in survival has been due to the greater
immunosuppressive capacity of regimens that include cyclosporin.
During the first few months after transplantation cyclosporin is
associated with high-dose steroids, which produce deleterious effects
on bone and mineral metabolism. These effects are superimposed on the
previous bone lesions produced by the underlying chronic diseases.
Rapid bone loss occurs specially during the first 6 to 12 months after
transplantation, when the incidence of fractures is greater. The
majority of the fractures involve the spine. Fracture rates are lower
after renal transplantation (7 to 11% in nondiabetic renal transplant
recipients) and higher in the recipients of other organ transplants:
17.2 to 42% after liver transplantation, 18 to 50% after cardiac
transplantation and 25 to 29% after lung transplantation. No
pretransplant densitometric or biochemical parameter can adequately
predict fracture risk in the individual patient. Despite this,
patients with low bone mineral density at the hip, particularly in
women, tend to have an increased risk of fracture. Patients can have
vertebral fractures despite normal bone mineral density at the spine.
Pathogenesis of bone loss is multifactorial. Patients with renal and
liver diseases have either renal or hepatic osteodystrophy prior to
transplantation that predispose to bone loss, and many patients
awaiting pulmonary transplantation already have osteoporosis due to
the use of corticosteroids for their lung disease. Rapid bone loss
after transplantation depends, as suggested by prospective biochemical
parameters, on a decrease in bone formation (reduction in osteocalcin
levels) and an increase in bone resorption. Steroids seem to be the
principal determinants of these derangements, although some role of
cyclosporin cannot be excluded. Other factors that contribute to bone
loss are secondary hyperparathyroidism and hypogonadism. Calcium
supplementation and vitamin D administration as the only preventive
measures do not seem to reduce fracture risk. The most promising
regimens to prevent bone loss after transplantation seem to be the use
of bisphosphonates immediately prior to and during the first year
after transplantation.
Dirección postal: Dr. Armando Luis Negri, Instituto de
Investigaciones Metabólicas, Libertad 836, 1012 Buenos Aires,
Argentina
Fax: (54-11) 4816-0831 E-mail: secger@idim.com.ar
Recibido: 23-VII-1999 Aceptado: 30-IX-1999
En las últimas décadas el trasplante de órganos se ha
transformado en una terapia establecida y efectiva para el fallo
terminal de varios órganos. La mejoría en la sobrevida a corto,
mediano y largo plazo se ha debido fundamentalmente a la mayor
efectividad inmunosu-presora de los esquemas que contienen
ciclosporina. En la Argentina el número de trasplantes ha ido
creciendo a lo largo de los años, efectuándose anualmente
aproximadamente 400 trasplantes de riñón, 120 trasplantes de hígado
y 80 trasplantes intratorácicos (especialmente de corazón).
Desafortunadamente la mejoría en la sobrevida se ha asociado al
desarrollo de osteoporosis que aparece en los primeros años
postrasplante y que puede ser discapacitante. La gravedad de esta
osteoporosis varía con el tipo de órgano trasplantado, siendo menor
la afectación del esqueleto en el trasplante renal y mayor en el
trasplante hepático, cardíaco y pulmonar. Esto se debe a que los
pacientes con enfermedad terminal de dichos órganos tienen distinto
grado de afectación esquelética y diferentes alteraciones del
metabolismo fosfocálcico previo al trasplante. En esta revisión
comentaremos primero los efectos esqueléticos de las dos drogas
inmunosupresoras más importantes, y luego las características
clínicas de la osteoporosis que sigue al trasplante renal, hepático,
cardíaco y pulmonar, haciendo hincapié también en las medidas
preventivas y de tratamiento que se han intentado en cada caso.
Efectos esqueléticos de las drogas inmunosupresoras
Glucocorticoides
La osteoporosis corticoidea es la forma más frecuente de
osteoporosis secundaria. A su vez los corticoides son parte
indispensable de todo esquema de doble o triple terapia
inmunosupresora utilizados en el trasplante de órganos. Los efectos
de los corticoides sobre el esqueleto han sido objeto de distintas
revisiones1, 2. Sus acciones más importantes sobre el metabolismo
óseo y minera son: 1) inhibir la absorción intestinal de calcio e
incrementar su pérdida por el riñón produciendo un balance cálcico
negativo; esto se ha asociado a evidencias histológicas de incremento
de la resorción ósea inducida por hiperparatiroidismo secundario3;
2) deprimir la formación ósea (manifestado por niveles bajos de
osteocalcina); 3) inhibir el eje hipotálamo-hipofiso gonadal
produciendo hipogonadismo. La verdadera incidencia de osteoporosis y
fracturas en los pacientes que reciben corticoides no se conoce con
precisión. Esto se debe a que hay pocos estudios prospectivos que
hayan comparado pacientes tratados con corticoides con pacientes que
tengan la misma enfermedad pero que no los hayan recibido. Se
considera que dosis superiores a 10 mg/día de prednisona o
equivalente son capaces de provocar pérdida ósea. En general la
mayor pérdida ocurre durante el primer año (particularmente en los
primeros 6 meses) y se produce especialmente a nivel del hueso
trabecular por lo que las fracturas más frecuentes son a nivel de las
costillas, vértebras y extremos distales de huesos largos.
Ciclosporina
La ciclosporina es un agente inmunosupresor de primera línea que
ha permitido una reducción marcada de los episodios de rechazo y una
mejoría en la sobrevida de los injertos. Desde el punto de vista
químico se trata de un péptido fúngico cíclico, que luego de su
administración forma un complejo heterodimérico con un receptor
citoplasmático perteneciente a la familia de las ciclo-filinas4. Este
complejo primario se une a la calcineurina A y B, calcio y calmodulina
formando una cis-trans-peptidil isomerasa. Este complejo secundario
previene la activación de una proteína regulatoria nuclear que
interviene en la activación de los linfocitos T.
El concepto de que la ciclosporina produce osteopenia es
controvertido. En gran medida se debe a los efectos paradójicos que
se han visto con este agente en estudios in vitro e in vivo. In vitro
la ciclosporina inhibe la actividad osteoclástica estimulada por PTH,
1-25-dihidroxi-vitamina D y prostaglandina E5. En los estudios in
vivo, utilizando preferentemente a la rata como modelo y con dosis de
ciclosporina comparables a las usadas en trasplante humano (7.5 a 15
mg/kg día), se ha encontrado una osteopenia acelerada de alto
recambio que histomorfológicamente remeda los cambios observados en
la rata hembra ooforrectomizada6. Uno de los marcadores tempranos de
esta remodelación acelerada es la elevación de la osteocalcina6,
opuesto a lo que ocurre con los corticoides que deprimen los niveles
de la misma. Si bien en la rata y el ratón la ciclosporina incrementa
el calcitriol por una acción dosis dependiente sobre la 1 alfa
hidroxilasa renal7, esto no ha sido observado en humanos. La pérdida
ósea inducida por ciclosporina es dosis y tiempo dependiente y puede
ser reversible cuando se interrumpe la droga8. La pérdida ósea no
parece depender de la edad del animal9, no parece estar relacionada a
la anormalidad de la función renal provocada por la ciclosporina y no
se exagera en presencia de deficiencia estrogénica10. Finalmente la
pérdida ósea inducida por ciclosporina podría estar relacionada con
disfunción gonadal ya que la administración de esta droga en
animales11 y humanos provoca disminuciones de los niveles séricos de
testosterona especialmente en altas dosis12. La evidencia disponible
sugiere que el efecto osteopenizante de la ciclosporina es mediado por
la acción de linfocitos T. En la nude rat (rata desnuda), que se
caracteriza por tener una reducida población de linfocitos T, la
ciclosporina no induce osteopenia, aunque sí provoca incrementos de
la osteocalcina y del calcitriol13. A su vez, los mediadores de la
acción de la ciclosporina sobre el hueso parecen ser las citoquinas.
En este sentido, en las ratas tratadas con ciclosporina, se encuentra
incrementado el ARN mensajero para la IL 1, una citoquina que se
asocia con resorción ósea14.
Aspectos clínicos de la osteoporosis postrasplante
Osteoporosis posterior al trasplante renal
El trasplante renal ha permitido modificar la calidad de vida del
paciente con insuficiencia renal crónica, quien deja de ser un
individuo obligado a la regularidad de la diálisis para
transformarse, cuando el procedimiento es exitoso, en un individuo
independiente con recuperación total de su capacidad de trabajo.
Durante 1997 en Argentina, sobre 5.000 pacientes en lista de espera,
se efectuaron 340 trasplantes renales. La sobrevida media actuarial de
los pacientes oscila en 85% al año, mientras que la sobrevida a 10
años del injerto es de aproximadamente 65% para los receptores de
donante vivo y 45% para los receptores de donante cadavérico.
La enfermedad ósea es uno de los problemas que aún afecta la
evolución del trasplantado y su calidad de vida. En el caso
particular del trasplantado renal esto se ve exacerbado por el pasado
de osteodistrofia renal que en general tienen estos pacientes. La
patología ósea del insuficiente renal está vinculada con la
duración de la enfermedad renal, el método de diálisis utilizado y
los antecedentes de exposición y acumulación ósea de aluminio y
otros metales (como hierro, zinc, etc.). Las enfermedades óseas
secundarias a la insuficiencia renal comprenden: a) el
hiperparatiroidismo, con/sin osteítis fibrosa quística, b) la
osteomalacia vinculada al déficit de vitamina D y/o a la toxicidad
del aluminio, c) la enfermedad ósea adinámica (asociada al aluminio,
a la diabetes, y a la edad avanzada), d) la amiloidosis (causada por
la acumulación de B2 microglobulina), y e) el hipogonadismo.
En el contexto del hiperparatiroidismo, que persiste en forma variable
en el postrasplante, y de un hueso con las características antes
citadas, las drogas inmunosupresoras15 utilizadas en el trasplante
producirán un efecto más o menos osteopenizante. De este modo la
evolución del hueso en el postrasplante está relacionada con: 1) la
disminución obligada de masa ósea vinculada sobre todo al uso de
dosis altas de esteroides en las primeras etapas postrasplante, 2) la
recuperación de la función renal y la persistencia del
hiper-paratiroidismo (30% de los casos a los dos años)16, 3) la
persistencia del aluminio en el hueso y 4) la evolución del
hipogonadismo.
La distribución del tipo de lesiones en el pretrasplante según la
histomorfometría ósea muestra amplias variaciones de acuerdo a las
series; en nuestro medio la distribución histológica porcentual
sería la siguiente: enfermedad ósea de alto recambio, 38%;
enfermedad ósea mixta, 31%; osteomalacia, 20.7%; enfermedad ósea
adinámica 10.3%17. Este espectro evoluciona en el postrasplante sin
tratamiento óseo específico18 a una disminución global del volumen
trabecular, un aumento de la superficie de resorción, incremento del
número de osteoclastos y de la superficie de osteoide acompañado de
disminución de la velocidad de formación ósea y de la
mineralización lo que redunda en enfermedad ósea mixta con defecto
de la mineralización.
En cuanto a la densidad mineral ósea DMO19-21 las evaluaciones
pretrasplante muestran en general valores en el rango de la
osteopenia. Los estudios prospec-tivos indican que la pérdida de masa
ósea postrasplante es del orden del 3 al 7% a nivel de la columna
lumbar; los datos en otras regiones son menos consistentes y esta
pérdida se verifica sobre todo en los primeros seis meses del
postrasplante22. En cuanto a la evolución a largo plazo hay estudios
que demuestran una continuación de la pérdida a los 8-10 años
posteriores al injerto del orden del 2% por año, otras series demues-
tran estabilización y aun recuperación de la masa ósea22, 23.
Con respecto a las fracturas21, 22, algunos estudios transversales
recientes han demostrado una prevalencia de 7-11% en la población no
diabética que se incrementa al 45% en los diabéticos insulino
dependientes. Las fracturas involucran más frecuentemente los huesos
largos y metatarsales que las vértebras o costillas, y ocurren
tardíamente, en general después del tercer año. Esto puede ser
ocasionado por la persistencia del hiperparatiroidismo con sus efectos
a nivel del hueso cortical24. También se ha demostrado que los
factores genéticos pueden estar relacionados con la magnitud de la
pérdida ósea: los pacientes con el genotipo bb para el receptor de
vitamina D recuperan más masa ósea entre el tercer y decimosegundo
mes después del trasplante comparado con los genotipos BB o Bb25.
No existe al momento un tratamiento de aplicación universal y de
probada eficacia en este grupo de pacientes. Por un lado está el
control del hiperparatiroidismo secundario. Esto depende de la
evolución favorable del injerto y, eventualmente, de suplementos de
calcio o vitamina D26 cuando se observe respuesta a esta terapéutica,
o paratiroidectomía en casos aislados que lo requieran, y en el
futuro, incluso del uso de calcio-miméticos. Por otro lado está la
prevención de la pérdida de masa ósea asociada con el uso de las
medicaciones inmunosupresoras: esteroides, ciclosporina, FK 506.
Para la prevención de la pérdida de masa ósea se han utilizado, con
resultados variables, inhibidores de la resorción ósea, como la
calcitonina y los bisfosfonatos. En un trabajo reciente27 prospectivo
randomizado, doble ciego, se obtuvo una experiencia favorable en 12
pacientes tratados con una sola dosis intravenosa (0.5 mg/kg) de
pamidronato recibida dentro de los 5 días postrasplante, evaluándose
el efecto sobre DMO a los 3 y 12 meses. La conclusión fue que los
pacientes que recibieron el pamidronato no perdieron masa ósea a
nivel de la columna lumbar o cuello femoral. En este momento, algunos
centros de trasplante están evaluando la posibilidad de uso del
alendronato por vía oral.
En definitiva los planes terapéuticos para el futuro inmediato se
concentran en tres áreas: 1) tratamiento adecuado de la
osteodistrofia renal pretrasplante; 2) uso de protocolos de
inmunosupresión que afecten menos el metabolismo fosfocálcico y por
último 3) prevención de la pérdida ósea con inhibidores de la
resorción.
Osteoporosis posterior al trasplante hepático
El trasplante hepático constituye hoy una alternativa en el
tratamiento de la enfermedad hepática terminal. En nuestro país se
han efectuado más de 200 trasplantes hepáticos con una sobrevida al
año que oscila entre el 60 y el 80%. La osteoporosis postrasplante es
una de sus complicaciones más frecuentes. Su prevalencia varía entre
el 40 y el 62% según las distintas series28, 29. La utilización de
distintos criterios para definir osteoporosis justifica valores tan
dispares. Si se evalúa la osteoporosis teniendo en cuenta las
fracturas axiales y apendiculares, se constata una incidencia entre el
17.2 y el 42% en pacientes con trasplante hepático único30-34. Esta
cifra asciende al 57% cuando se trata de personas que han recibido
más de un trasplante hepático33. Las fracturas predominan en huesos
con alto contenido de tejido óseo trabecular, como vértebras y
costillas, y son más frecuentes durante el primer semestre
postrasplante35, 36. En este período existe una pérdida acelerada de
masa ósea, con una tasa anual del 18.1% que luego se revierte, de tal
manera que al año la densidad ósea es de aproximadamente el 95% de
la correspondiente al pretrasplante y del 105% a los 2 años34.
Uno de los factores predisponentes de la osteoporosis postrasplante
hepático es la osteodistrofia hepática (OH). Esta fue considerada en
principio como una osteoma-lacia, pero hoy se sabe que desde el punto
de vista histomorfométrico es una osteoporosis de baja
remo-delación35. La fisiopatología de la OH ha sido atribuida a la
deficiencia de factores de crecimiento sintetizados por el hígado, a
la acumulación de tóxicos como el hierro y a la mala-absorción del
calcio por alteración de las microvellosidades intestinales36, 37.
Como factores predisponentes de OH se han identificado la edad, el
sexo femenino, la desnutrición, el hipogonadismo y la cirrosis
histológica35, 38. El tipo de enfermedad hepática parece tener menos
influencia en su desarrollo que el grado de disfunción hepática36.
Con escasa frecuencia se ha descripto osteoporosis de alto recambio
por hiperparatiroidismo secundario a hipovitaminosis D que
generalmente acompaña a las insuficiencias hepáticas más graves39,
40.
En nuestra experiencia con 100 pacientes en lista de espera de
trasplante hepático, el 41% de las mujeres presentaba osteopenia y el
34.4% osteoporosis a nivel de la columna lumbar, según los criterios
del grupo de expertos de la OMS, mientras que entre los varones el
36.7% presentaba osteopenia y el 20% osteoporosis en la misma región.
La enfermedad colestática y el hipogonadismo predisponían a una
pérdida acelerada de hueso41.
En cuanto a la fisiopatología de la pérdida ósea postrasplante
hepático, ésta ha sido atribuida a las drogas inmunosupresoras como
la ciclosporina y los glucocorticoides por los mecanismos que
mencionamos al comienzo de esta revisión. Los corticoides,
especialmente al producir un balance cálcico negativo, provocan un
hiperparatiroidismo secundario. Compston y col.42 hallaron evidencias
de hiperparatiroidismo en estudios histomorfométricos y bioquímicos
en 27 pacientes a los tres meses postrasplante.
En nuestra experiencia de 40 pacientes con trasplante hepático
seguidos longitudinalmente durante un año comprobamos correlaciones
negativas de la densidad mineral ósea lumbar y femoral con los
niveles circulantes de PTH en el tercer mes postrasplante (r = - 0.62,
p < 0.0004 y r = - 0.50, p < 0.007). La persistencia de los
niveles circulantes elevados de PTH a partir del 6to mes postrasplante
no se correlacionó con el descenso del clearance de creatinina
producida por la ciclosporina43, 44.
Otro de los factores que se asocia a la pérdida ósea postrasplante
hepático es la inmovilización. Así Mc Donald y col.32 llamaron la
atención sobre el tiempo de internación y, por lo tanto, de reposo
en cama, y su impacto sobre la densidad mineral ósea. Estos autores
encontraron una correlación negativa importante (r = - 0.76) entre
ambos parámetros en el primer año postrasplante.
Algunos autores45, 46, 47 han señalado a la deficiencia de vitamina D
postrasplante como un factor asociado a la reducción de la masa
ósea: el 35.7% de 14 pacientes evaluados postrasplante presentaron
hipovitaminosis D, con niveles inferiores a 15 ng/ml45.
Diamond y col. han identificado un perfil de paciente con alto riesgo
de desarrollar osteoporosis postrasplante hepático: 1) DMO ósea
baja; 2) osteocalcina alta; 3) PTH alta con calciuria o
hidroxiprolinuria elevadas. Este perfil identifica a la minoría de
pacientes con alto recambio óseo38. Otros factores de riesgo
clínicos, además pueden identificar a aquellos pacientes con
osteoporosis de bajo recambio, como el hipogonadismo masculino, la
menopausia, la desnutrición, el síndrome hepatorrenal, las
enfermedades colestáticas y la existencia previa de fracturas38, 48.
Los pacientes con uno o más de estos factores deberían iniciar
tratamiento mientras están en lista de espera, o en su defecto, en el
postrasplante inmediato. Los que no presentan ningún factor de riesgo
deberán cumplir con algún esquema terapéutico durante el primer
año del trasplante hepático.
Dada la importancia de la inmovilización y la desnutrición como
factores de riesgo, es fundamental el asesoramiento dietético y un
plan de ejercitación gradual. Estas medidas son importantes en el
primer semestre posterior al injerto, período de aparición de las
fracturas. La dieta y el ejercicio ayudan a recuperar masa ósea como
ha sido demostrado también para los trasplantados cardíacos.
La calcitonina y los bisfosfonatos han sido las drogas antirresortivas
ensayadas en estos pacientes. Valero y col.49 compararon el efecto de
la calcitonina (40 UI/d intramuscular) y el etidronato (400 mg/día
vo) administrado en forma cíclica, asociados a 0.5 g de calcio en
pacientes que tenían 1 a 74 meses de trasplantados. A los 12 meses
del tratamiento se verificó un aumento significativo de la densidad
mineral ósea en ambos esquemas terapéuticos. Riemens y col.50, en
cambio, no encontraron beneficios ni en la incidencia de fracturas ni
en la densidad mineral ósea en esquemas con etidronato cíclico
asociado a 1- alfa-hidroxi-vitamina D3. Reeves y col.51 han utilizado
pamidronato endovenoso en pacientes con dolores óseos, obteniendo una
mejoría clínica en los pequeños grupos evaluados.
En cuanto a los compuestos de flúor, Neuhaus y col.52 compararon
distintos esquemas: calcio-vitamina D y flúor-vitamina D, constatando
respuestas sorprendentes a nivel lumbar y femoral (aumento de la DMO
del 24.4 y 18.8% respectivamente). Dado que el estudio fue efectuado
con un bajo número de pacientes, los esquemas con flúor requieren
una mayor evaluación.
En la experiencia del Hospital Italiano de Buenos Aires53
implementamos tres esquemas de tratamiento: los tres esquemas
incluyeron 1 g/día de calcio y 25.000 UI/semana de ergocalciferol; a
uno de ellos se le adicionó calcitonina nasal 200 UI/d; al segundo,
Pamidronato oral 200 mg/día y el tercero no incluyó ninguna otra
medicación osteoactiva. Se verificó una reducción de la DMO durante
el primer trimestre en los pacientes tratados sólo con calcio y
vitamina D; el pamidronato mantuvo la DMO en el transcurso de los 12
meses de seguimiento y atenuó la pérdida durante el primer
trimestre. En el grupo con calcitonina se observó una pérdida de DMO
comparable a la del grupo calcio y vitamina D durante el primer
trimestre, que se atenuó a partir del 6to mes, mejorando
sustancialmente al año de tratamiento. En esta experiencia, el uso de
potentes bisfosfonatos o altas dosis de calcitonina atenúan o evitan
la pérdida ósea sobre todo a nivel trabecular, pero no logran
disminuir la pérdida de hueso cortical.
Osteoporosis posterior al trasplante cardíaco
A diferencia de la insuficiencia renal o hepática, la
insuficiencia cardíaca no se ha asociado a ningún trastorno bien
definido del metabolismo óseo o mineral. A pesar de ello la DMO puede
estar baja en los pacientes previo al trasplante cardíaco comparado
con sujetos de igual sexo y edad56, 57, 58. En un estudio reciente57
en pacientes con insuficiencia cardíaca avanzada el 7% tenía
osteoporosis (T score inferior a -2.5) y el 43% tenía osteopenia (T
score entre -1 y -2.5) en la columna lumbar, mientras que el 19%
tenía osteoporosis y 42% tenía osteopenia a nivel del cuello
femoral. En estos últimos pacientes se detectaron concentraciones
séricas muy bajas de 25 hidroxi vitamina D3 (£ 9 pg/ml) en el 17% y
concentraciones muy bajas de calcitriol (£ 15 pg/ml) en el 26% de los
mismos. Otros factores que contribuyen a la baja DMO de estos
pacientes incluye la terapia con diuréticos de asa (que reciben el
85% de los pacientes), el deficiente aporte de calcio, la presencia de
azoemia prerrenal por congestión hepática, así como la
inmovilización prolongada y el hipogonadismo.
La prevalencia de fracturas vertebrales en los pacientes posterior al
trasplante cardíaco oscila según los estudios entre el 18 y el
50%56-58, 60. En nuestra serie la prevalencia fue del 29% en pacientes
con una media de seguimiento de 36 meses61. En un estudio longitudinal
reciente la tasa de fracturas fue del 36% a pesar de la
suplementación de estos pacientes con calcio y vitamina D, siendo la
tasa mayor en mujeres que en hombres62. La mayoría de las fracturas
comprometen a la columna y el 85% de las mismas ocurre durante los
primeros 6 meses que siguen al trasplante. No hubo parámetro
bioquímico o densitométrico que permitiera predecir quén iba a
presentar una fractura postrasplante. En un estudio trasversal61
encontramos que los pacientes con mayor reducción de la DMO de cuello
femoral tenían más propensión a presentar fracturas vertebrales.
Varias series longitudinales han descripto el patrón de pérdida
ósea que sigue al trasplante cardíaco63-67. La DMO de columna lumbar
disminuye entre el 6 y el 10% durante el primer año, especialmente en
los primeros 6 meses; la DMO de la cadera disminuye durante todo el
primer año entre el 10 y el 15% por debajo de los valores
pretrasplante. La pérdida ósea cesa durante el segundo año,
observándose una ligera recuperación de la DMO de columna durante el
tercer año. En cuanto a los parámetros bioquímicos, durante el
primer mes hay descenso importante de los niveles de osteocalcina con
elevación de los parámetros de resorción67. Los valores de
osteocalcina se normalizan al sexto mes, al igual que los valores de
hidroxiprolina urinaria, y al cabo del año, se encuentran ligeramente
por encima de los basales. Se produce una reducción ligera y estable
de la función renal probablemente debida a la acción de la
ciclosporina que se asocia a un descenso del calcitriol y un aumento
de la PTH. En los varones se observan descensos de la testosterona,
especialmente en los primeros meses, que luego se recuperan al año68.
En cuanto al rol de las drogas inmunosupresoras en la pérdida ósea,
un estudio longitudinal observó que a mayor dosis acumulativa de
prednisona durante el primer trimestre postrasplante había una mayor
pérdida ósea a nivel del cuello femoral y que durante la segunda
mitad del año la tasa de pérdida ósea en columna lumbar y cuello
femoral se relacionaba con la dosis diaria de prednisona67. En nuestro
estudio encontramos mayor pérdida ósea a nivel del cuello femoral en
aquellos que habían tenido mayor número de rechazos tratados con
corticoides61. En un estudio sobre los mecanismos que llevan a la
pérdida ósea posterior al trasplante cardíaco Guo y col.69
concluyeron que: 1) la baja masa ósea encontrada luego del trasplante
cardíaco se asocia a incremento en el turnover óseo, que a su vez
resulta de cierto grado de reducción de la función renal inducida
por la ciclosporina; 2) los corticoides están implicados en la
pérdida ósea rápida inicial, mientras que un leve
hiperparatiroidismo secundario posterior puede contribuir al trastorno
del remodelado óseo que sigue a la pérdida ósea rápida y 3) la
disminución de los niveles de andrógenos no parece ser un factor
importante de pérdida ósea en los varones trasplantados.
Finalmente dado que el incremento en la resorción parece ser uno de
los mecanismos de pérdida ósea en este tipo de trasplantes, se han
utilizado distintos esquemas antirresortivos: pamidronato intravenoso
60 mg cada 3 meses70, o 60 mg de pamidronato endovenoso 2 semanas
previo al trasplante y luego 4 ciclos de etidronato (400 mg diarios
por 14 días cada 3 meses) asociado a calcio y vitamina d71. En estos
estudios se observó una disminución de la pérdida ósea, cuando se
usaron como prevención, o una recuperación de la densidad mineral,
en aquellos que se usó como tratamiento. Otros autores72 han
utilizado esquemas conteniendo monofluorfosfato de sodio asociado a
calcio y calcidiol. Con este esquema observaron un incremento lineal
de la DMO de columna que alcanzó el 12.5% luego de 12 meses y el
29.5% luego de 24 meses.
Osteoporosis posterior al trasplante pulmonar
La osteoporosis es una patología frecuente entre los candidatos a
trasplante pulmonar y su incidencia aumenta en los primeros seis meses
post trasplante mejorando luego. La detección y tratamiento de esta
patología, desde la selección de los candidatos, es mandatoria ya
que constituye un factor condicionante del éxito del procedimiento73,
74. Las fracturas vertebrales, por el dolor y por la deformación
torácica que ocasionan, pueden comprometer seriamente la
rehabilitación respiratoria postras-plante75. Es por ello que algunos
consideran a la osteo-porosis inducida por corticoides administrados
anteriormente al trasplante como una contraindicación absoluta para
el trasplante pulmonar76.
Existen muy pocas series publicadas sobre este tipo de pacientes. Aris
y col.77, fueron los primeros en evaluar 100 pacientes respiratorios
terminales: 55 de ellos en lista de espera de trasplante y 45
pacientes entre los 3 meses y 3 años postrasplante. El 45% de los
pacientes pretrasplante y el 73% de los trasplantados presentaron
valores de DMO por debajo del umbral de fractura, definido como un Z
score < -2.0. Al discriminar por patología, 75% de los pacientes
con fibrosis quística (FQ), 45% de los pacientes con enfermedad
pulmonar crónica (EPOC) y 15% de los pacientes con otras patologías
respiratorias terminales estaban por debajo de dicho umbral previo a
la cirugía. En el período post-quirúrgico el estado óseo empeoró,
quedando 90% de los FQ, 67% de los EPOC y 55% del grupo de otras
entidades por debajo del umbral de fractura. La incidencia de
fracturas reportadas en estos pacientes fue 225/1.000 personas-año,
una tasa superior a la de las mujeres con osteopo-rosis severa con una
fractura previa.
En otro estudio, Ferrari y col.78 estudiaron 21 candidatos a
trasplante pulmonar; 14 de ellos fueron trasplantados y su estado
óseo reevaluado entre los seis meses y el año. En el período previo
a la cirugía el déficit de la densidad mineral fue 25% en cuello
femoral, 12% en columna lumbar y 15% en el contenido mineral del
cuerpo entero. Seis meses postrasplante, se detectó una pérdida de
la densidad mineral ósea en todas las regiones medidas,
particularmente notoria en columna lumbar. En las mediciones al año
la densidad mineral se estabilizó e incluso mejoró en algunos casos.
En otra serie de 70 candidatos a trasplante pulmonar la incidencia de
afección ósea fue elevada79: el 49 y 30% presentaron osteoporosis en
cuello femoral y en columna lumbar respectivamente y el 31 y 35%
presentaron osteopenia en las mismas regiones siguiendo los criterios
de la OMS. La prevalencia de fracturas fue del 29% en los pacientes
con obstrucción pulmonar crónica y 25% en los pacientes con fibrosis
quística.
En cuanto a la fisiopatología de esta enfermedad, son varios los
factores de riesgo presentes en estos pacientes: el uso de
corticoides, el tipo de enfermedad pulmonar previa, la limitación de
la actividad física, el mal estado nutricional, el tabaquismo, la
caquexia progresiva y el hipogonadismo.
La causa principal del deterioro de la calidad ósea previa al
trasplante es la corticoterapia y luego del trasplante la terapia
inmunosupresora77-81. Entre los estudios de seguimiento de candidatos
a trasplante, se ha descripto una correlación negativa entre la
densidad mineral ósea y la dosis acumulativa de prednisona78, 79, 81
y con el tiempo de tratamiento78 tanto en el período previo como
posterior al trasplante. Los pacientes con EPOC y con una exposición
significativa a los corticoides (10 o más mg/día por más de tres
meses) tuvieron mayor incidencia de pérdida78 y tendieron a presentar
valores más bajos de densidad mineral ósea en todos los sitios
medidos77-79. Entre los usuarios de corticoides se constató una
depresión de los niveles de osteocalcina, un marcador de recambio
óseo, concomitantemente con una mayor incidencia de fracturas
vertebrales múltiples77-79, 82, 83. Un punto todavía en discusión
es el efecto de los corti-coides entre los pacientes con fibrosis
quística. Algunos autores no encontraron diferencias en la densidad
mineral ósea entre los pacientes consumidores y los no consumidores
de corticoides, a pesar que los primeros mostraron una mayor
incidencia de fracturas78, 84, 85.
En cuanto al papel del tipo de patología de base, los pacientes con
enfermedad fibroquística constituyen un grupo especial. Esta
enfermedad se manifiesta desde la infancia y se acompaña de marcado
deterioro del contenido mineral óseo tanto en hueso cortical como
trabecular84-87. En esta enfermedad varios factores contribuyen a la
alteración ósea como la malabsorción de vitamina D y calcio
acompañada de desnutrición y el retraso puberal que produce un bajo
pico de masa ósea88, 89. Por otro lado el desarrollo precoz de
hipogonadismo, con bajos niveles circulantes de testosterona en
varones e hipoestrogenemia y ciclos anovulatorios en mujeres, es un
factor más que favorece la pérdida ósea en la vida adulta. Por
último, se ha encontrado entre estos pacientes un aumento de algunas
citoquinas, entre ellas el factor de necrosis tumoral a y el
interferón b, ambos con efecto estimulante de la actividad
osteoclástica90, 91.
La asociación entre el tabaquismo, un hábito frecuente entre los
pacientes con EPOC, y el desarrollo de osteoporosis es todavía un
tema de debate92. La mayoría de los estudios sobre este tema, son
trabajos de corte que encontraron una disminución de los valores
densitométricos y aumento de la incidencia de fracturas entre los
tabaquistas de larga data. El mecanismo de acción es complejo: la
principal alteración inducida por el tabaco sería sobre la
metabolización de los esteroides gonadales93 aunque existe también
evidencia de un efecto tóxico directo de la nicotina sobre el hueso.
Un factor adicional para el desarrollo de osteoporosis en este grupo
de pacientes, es la hipovitaminosis D. Shane detectó que 20% de los
pacientes candidatos a trasplante pulmonar, tenían niveles muy bajos
de 25 (OH) D3 (< 10 ng/ml) lo que se asoció con valores más bajos
de densidad mineral ósea79. Aris y col.77 también detectaron una
alta incidencia de hipovitaminosis D y entre los pacientes con
fibrosis quística85 el 20% presentaron bajos niveles de 25(OH)D3 y el
5% de 1.25(OH)2D3, a pesar de que el 90% de ellos estaba recibiendo
tratamiento con ergocalciferol.
Una inadecuada carga mecánica del esqueleto, debida a la limitación
funcional de los pacientes respiratorios terminales y al desarrollo
progresivo de caquexia, es otro factor contribuyente para desarrollar
osteoporosis. Entre ellos, un bajo índice de masa corporal ha sido
correlacionado con valores disminuidos de densidad mineral ósea en
columna lumbar, cuello femoral y cuerpo entero77, 94.
Finalmente otro factor que contribuye al desarrollo de osteoporosis es
el hipogonadismo en los pacientes respiratorios terminales. Como
sucede en otras patologías terminales, la amenorrea, el
hipoestrogenismo es común entre las mujeres, y la disminución en los
niveles de testosterona plasmática en los varones.
Por lo tanto, si bien no se tienen registros extensos, la incidencia
de osteoporosis tanto en los candidatos al injerto como en los
trasplantados pulmonares pareciera ser elevada95, 96. Su mecanismo de
producción parece ser multifactorial97 continúa siendo estudiado98.
Los esquemas de prevención y tratamiento intentados en la
osteoporosis que sigue al trasplante pulmonar son similares a los de
otros trasplantes intratorácicos.
De lo expuesto se puede sacar como conclusión que en cualquier tipo
de trasplante de órganos se puede producir pérdida de masa ósea y
que la aparición de fracturas vertebrales y apendiculares ocurren
especialmente en el primer año postrasplante. Esto se debe
fundamentalmente, aunque no exclusivamente, a las altas dosis de las
drogas inmunosupresoras administradas durante los primeros meses del
injerto. Es por ello que consideramos de mucha importancia desarrollar
estrategias terapéuticas destinadas a prevenir y tratar esa pérdida
ósea, especialmente con drogas antirresortivas, desde poco antes del
injerto y durante el primer año posterior al mismo para evitar la
producción de fracturas.
Agradecimientos: Este trabajo es el resultado de una
síntesis que los autores efectuaron de las conferencias que dictaron
en el Simposio de Osteoporosis postrasplante durante el Congreso
Argentino de Osteoporosis CAO 98, llevado a cabo en la ciudad de
Buenos Aires en 1998. Los contenidos de este artículo no han sido
previamente publicados. El Dr. Armando L. Negri fue el responsable de
la diagramación del artículo, de la introducción, de la sección
sobre acción de drogas inmuno-supresoras sobre el hueso y de la
sección sobre trasplante cardíaco. La Dra. Alcira Otero fue
responsable sobre trasplante renal. Las Dras. Luisa Plantalech y
María F. Russo Picasso fueron responsables de la sección de
trasplante hepático y de la revisión general del artículo. El Dr.
Marcelo Sarli fue responsable de la sección de trasplante pulmonar.
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