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SIMPOSIO: ETICA Y CIENCIA:
ELEMENTOS INSEPARABLES DEL QUEHACER INVESTIGATIVO
CONFLICTOS ETICOS EN EL EJERCICIO DEL ROL DE LOS AGENTES DE
SALUD
Alberto Agrest
Son agentes de salud los médicos asistenciales, los instructores de
trabajos prácticos y los investigadores, las obstetras, los
paramédicos, las enfermeras, los auxiliares de enfermería, el
personal técnico, el personal administrativo, el personal de
mantenimiento y limpieza, el personal de farmacia, los inversores, los
arquitectos, ingenieros y constructores de construcciones médicas y
los funcionarios de las secretarías o ministerios de salud.
Las funciones de todos estos agentes puede ser distintas pero tienen
en común la necesidad de conocimientos técnicos y una
responsabilidad que surge del compromiso ético que se asume frente al
paciente, cliente o usuario o simple ciudadano cuando se le brinda un
servicio médico en mérito a una obligación asumida, a la
solidaridad, en mérito a la retribución económica o en mérito a la
renta o cuando se utiliza al individuo sano o enfermo en una
investigación para aumentar el conocimiento o con fines docentes con
estudiantes y colegas.
El conflicto ético surge cada vez que alguien ejerce una autoridad
sobre otro. Cuando una relación es asimétrica, en cuanto a su poder,
reglas éticas definen las condiciones de esa relación. Al paciente
enfrentado con esas estructuras de poder le quedan como recursos de su
propio poder la elección del agente, la desobediencia y la demanda
exacerbada. La organización médica quita el primer recurso, fijando
a su arbitrio la entidad prestadora o el profesional mismo, y la
desobediencia expone a la carencia de asistencia. La demanda
exacerbada debe ser soportada por el médico que enfrenta una demanda
irracional que no sabe de futilidades y que exigiría una ingente
inversión de tiempo docente que el médico no tiene.
Librada a una información tendenciosa e interesada en aumentar el
consumo de recursos médicos sean o no necesarios colocan a los
pacientes en acosadores de los médicos.
El poder económico que ejercía el paciente con el pago de la
consulta ha quedado reducida a una actividad privada cada vez más
restringida pero aún le queda el recurso de asociarse al médico para
satisfacer su demanda de recursos diagnósticos y terapéuticos.
El punto esencial en estas profesiones es que el interés del paciente
debiera primar sobre el interés del que brinda el servicio a pesar de
que la relación es asimétrica y la balanza del poder se inclina por
los que brindan el servicio.
En la investigación el compromiso ético tiene una base heterogénea
que incluye principios utilitarios, justicia distributiva, derechos
individuales y el compromiso del investigador con los sujetos
individuales.
Tener más poder y sin embargo someterlo a los intereses del otro
quizás sea la característica más relevante de la especie humana,
aunque sean pocos los humanos que cumplen con ese requisito.
La esperanza es que el Homo Etico termine siendo la especie dominante
conjugando las virtudes del Homo Faber, el Homo Sapiens, el Homo
creativo y el Homo obsesivo y poniéndole límites al hacer sin saber,
al saber sin crear, al crear sin aplicar y al aplicar sin respetar.
Todos estos “homos” parecen haberse basado en su capacidad de
proyectarse en el futuro con el desarrollo del lóbulo frontal, el
Homo Etico vuelve al presente, consciente de que ningún acto que no
respete al otro se justifica por un beneficio futuro. Cuando el otro
está equivocado el recurso es la docencia.
Aunque el médico es tan sólo un eslabón en la extensa cadena con la
que la salud o el alivio de la enfermedad llega al paciente parece ser
el único éticamente preparado y preocupado por los resultados que
los sistemas de salud obtienen en los pacientes.
Los médicos han dispuesto fundamentar sus decisiones en la ciencia,
limitar sus poderes con principios éticos y aspirar a la equidad en
la distribución de los recursos médicos.
Los médicos se han comprometido a ejercer su profesión curativa,
preventiva y de alivio fundados en conocimientos científicamente
demostrados y sin avasallar los derechos de sus pacientes. Lo cierto
es que han jurado cumplir estas exigencias y son pasibles de penas por
mala práctica si no las cumplen pero los médicos se gradúan y se
matriculan sin haber sido expuestos a una formación y evaluación de
sus condiciones éticas. La esperanza es que hayan sido expuestos a
modelos éticos imitables hoy dificiles de encontrar en la sociedad en
general y aun en la misma profesión médica integrada en las
aspiraciones sociales de figuración y riqueza.
Los médicos asistenciales podemos no cumplir nuestro compromiso por
ignorancia, por mala formación o insuficiente formacion ética para
controlar el resentimiento por retribución exigua o la fatiga por
falta de tiempo.
Los médicos en función docente suelen ignorar la voluntad y la
intimidad de los pacientes por continuar con una actitud arrogante y
paternalista o aceptar un número excesivo de estudiantes. Preguntas
íntimas en una suerte de ámbito público y exposición irrespetuosa
de desnudeces suelen formar parte habitual de la docencia práctica.
El folklore docente es tradicionalmente irrespetuoso. En la primera
mitad de este siglo los pacientes eran exhibidos en clases generales
como espectáculo circense y esta costumbre ha sido abandonada más
por comodidad, predictibilidad y prevalencia de recursos audiovisuales
que por respeto.
Los médicos en su función de investigador clínico pueden creer que
el consentimiento informado es suficiente. Sin embargo un
consentimiento informado debe reunir requisitos para ser valedero y
por otra parte ese consentimiento puede no ser suficiente para
realizar investigaciones cuyo riesgo no se compense con beneficios o a
los que se exponga innecesariamente. Es cierto que resulta difícil
saber a ciencia cierta si el paciente ha comprendido el alcance de su
consentimiento. Un ejemplo puede ser obtener el consentimiento de
recibir placebos cuando existen medicamentos de reconocida efectividad
o utilidad. La relación del investigador con su sujeto de
investigación no puede ser distinta de la que tiene un médico
asistencial con su paciente. Los recursos para conseguir el
consentimiento informado pueden ser similares a los que se utilizan
para que los pacientes sean complacientes y adherentes a las
indicaciones diagnósticas y terapéuticas pero en ambos casos y más
en el consentimiento debe evitarse que la seducción y aun el acoso
substituyan a una explicación clara y sincera.
Una gran proporción de la investigación se relaciona hoy con la
industria farmacéutica y resulta así que el compromiso del
investigador con el paciente puede estar sojuzgado a los intereses
económicos en juego. Si se agrega la internacionalización de los
protocolos de investigación es más que presumible que países en los
cuales los estandardes éticos son menores se ofrezcan para realizar
investigaciones inadmisibles en lugares con estandardes más altos.
Se ha pretendido también que si los procedimientos que se utilizan en
investigación son procedimientos de uso habitual asistencial el
consentimiento informado puede no ser necesario y bastaría con la
aprobación de un comité de ética.
Un requerimiento tan importante como evitar posibles conflictos de
intereses en los investigadores se soslaya frecuentemente ya que los
investigadores son subsidiados por propietarios de las patentes
farmacéuticas o tecnológicas. El uso de placebos inertes puede hacer
más eficiente la investigación reduciendo su costo pero esto resulta
inaceptable si ya existiera un tratamiento que ofrece algún
beneficio. Más problemas éticos se suscitan en investigaciones
internacionalizadas cuando los estudios se hacen en poblaciones que no
tiene acceso a un tratamiento adecuado en el grupo control o en el
cual la droga demostrada efectiva y útil en un estudio no pueda
seguir aplicándose fuera de las condiciones de la investigación.
Utilizar pacientes para demostrar la virtud de un tratamiento y luego
abandonarlos a su propia suerte resulta dificilmente aceptable.
El personal paramédico que tiene contacto directo con los pacientes
debe imponerse los mismos principios éticos que los médicos, su
capacidad técnica debe ser suplementada por una actitud afectuosa y
respetuosa y cautela en el suministro de información que requiere
tacto para no convertirse en agresión innecesaria. La enfermedad
puede colocar a los pacientes en estado no sólo de fragilidad física
sino también emocional y una información aun cierta puede ser
inoportuna.
Es habitual en nuestro medio que ese personal resentido por realizar
sus tareas en malas condiciones laborales y de retribución
insuficiente canalicen su frustración en conductas o mensajes
agresivos que recaen sobre los pacientes. Un esfuerzo educativo para
corregir esta situación es una deuda de toda organización médica.
Los conflictos éticos de los empresarios y administrativos
responsables de la organización de los servicios de salud se plantean
al enfrentar sus propios intereses con los de los afiliados o
beneficiarios de ese servicio y con los de su personal técnico,
médico y paramédico.
Para con su personal técnico los empresarios y administrativos
cuentan con el poder económico y el arma del despido que en épocas
de desempleo constituyen una amenaza vital. El poder de la
retribución y el despido contribuyen a que ese poder pueda ser
manejado arbitrariamente y se presta a la corrupción.
Si el poder se define por la capacidad de conseguir que otro haga lo
que no pensaba hacer debe reconocerse que los principios éticos
obligan a que ese resultado se consiga mediante la persuación y que
la imposición punitiva física, psicológica, o económica son
inaceptables. La corrupción apela al soborno tentando a la
priorización de los intereses económicos sobre valores espirituales
como el respeto de los demás y aun el propio.
Para con los afiliados, beneficiarios o clientes los empresarios
suelen ocultar el real contenido de sus servicios con una envoltura
promocional de virtudes formales y promesas cuya falsedad se desnuda
al ponerlas a prueba. La lucha competitiva se escapa de la
responsabilidad del servicio a áreas de más fácil dominio como
restricciones en la elección de las empresas servidoras, dominada por
prácticas corruptas, u ofertas que satisfacen expectativas no
médicas.
Los funcionarios del área salud deben concebir una medicina al
alcance de todos ya que representan a toda la población y han sido
designados para ser su custodio en lo que hace a su salud. La
exclusión de sectores sociales es discriminatoria y la priorización
de un sector sobre otro como solución temporaria se justifica sólo
si en esa elección no hay conflicto de intereses que beneficien al
funcionario o allegados. La equidad distributiva de los recursos es
una obligación a cargo de los funcionarios pero los agentes de salud
profesionales médicos y paramédicos deben sentir la responsabilidad
de no sabotear esta obligación por capricho, vanidad o simple
ignorancia.
La secretaría de Salud Pública ejerce el control de la
matriculación profesional, el hacer esto sin evaluación es un acto
de irresponsabilidad.
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