|  |  | Sepsis ¿inflamación
          descontrolada o disregulación inflamatoria?
 Carlos G. Del BoscoLaboratorio de metabolismo del oxígeno, Hospital de Clínicas José
          de San Martín, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires
 El problema es antiguo, la sepsis (del griego sêpsis: podredumbre)
          acompaña al hombre desde sus orígenes. En nuestros días, la sepsis
          y el shock séptico son las más importantes causas de mortalidad
          postoperatoria y en unidades de cuidado crítico no coronarias. A
          pesar de notables avances en el conocimiento de su fisiopatología y
          en el sostén vital, su mortalidad no ha disminuido en la última
          década. Su incidencia tiende a aumentar en relación con el
          incremento de pacientes inmu-nocomprometidos, el uso más frecuente de
          procedimientos invasivos, la mayor frecuencia de infecciones por
          gérmenes resistentes a los antibióticos y el aumento de los
          pacientes con edades extremas. Históricamente ha existido confusión
          en la nomenclatura utilizada para definir los diferentes grados de
          severidad de las infecciones. En 1992, el American College of Chest
          Physicians y la Society of Critical Care Medicine acordaron
          definiciones aplicables a enfermos en diferentes estadios1. La nueva
          nomenclatura diferencia: infección, síndrome de respuesta
          inflamatoria sistémica (SIRS), sepsis severa, shock séptico y
          disfunción orgánica múltiple (MODS). En 1985, se propone como
          mecanismo patogénico la respuesta inflamatoria sistémica
          descontrolada2 y en 1992, se disponen de evidencias confirmatorias de
          esta hipótesis3.Más recientemente, el reconocimiento de la expresión exagerada de
          mediadores pro y antiinflamatorios, conforma la teoría de la sepsis
          como consecuencia de la disregulación del proceso inflamatorio ante
          un insulto bacteriano, viral, micótico o parasitario4. La mitad de
          los casos son causados por bacilos Gram negativos y la mortalidad
          global es del 35% y en el shock séptico del 46%. Múltiples
          fragmentos bacterianos, incluyendo endotoxinas de los Gram negativos y
          superantígenos de los Gram positivos, pueden iniciar la cascada
          proinflamatoria generando la liberación de mediadores que originan
          infiltración neutrófila, daño microvascular, activación de la
          coagulación y fibrinólisis y lesión celular. Los lipopolisacáridos
          bacterianos (LPS) interactúan con proteínas de unión de 55 kD,
          sintetizadas principalmente por el hígado, que pueden transferir el
          LPS a CD14 de membrana (CD 14m), CD14 solubles (CD14s) o a
          lipoproteínas de alta densidad (HDL). La unión LPS/CD14m resulta en
          activación celular (monocitos, macrófagos) y liberación de
          citoquinas. El complejo LPS/CD14s permite la unión a células sin
          receptor (endoteliales) y su activación. La unión a HDL lleva a la
          inactivación del LPS que también puede ser neutralizado por una
          proteína de 57 kD presente en los gránulos azurófilos de los
          neutrófilos (bactericidal permeability-increasing protein)5, 6. Los
          mediadores liberados por las células activadas originan la respuesta
          inflamatoria secuencial a la infección. Los mediadores primarios son
          el TNFa y las interleuquinas 1 (IL-1), 6 (IL-6) y 8 (IL-8). Estos a su
          vez estimulan la liberación de mediadores secundarios: prostaglandina
          E2, tromboxano A2, factor de activación plaquetario, bradiquinina,
          angiotensina, histamina, serotonina, óxido nítrico (NO) y productos
          derivados del complemento. El SIRS (systemic inflammatory response
          syndrome) puede ser entendido como la expresión clínica de un
          proceso continuo que intenta mantener la respuesta inflamatoria bajo
          control7. El descontrol implica una reacción sistémica masiva y sus
          consecuencias clínicas son el shock séptico y el MODS. El proceso
          antiinflamatorio moderador se vincula con IL-4, IL-10, IL-13,
          antagonistas del receptor de IL-1 y receptores solubles del TNF alfa I
          y II que actúan por inhibición competitiva del TNFa y de la IL-1b
          circulantes8. Ocasionalmente la reacción compensadora es excesiva y
          genera un estado de inmunosupresión o «anergia inducida por
          estímulo inflamatorio», que explica el incremento de la
          susceptibilidad a nuevos inóculos y el alto riesgo de infección en
          quemaduras, hemorragias y trauma. Este fenómeno se vincula con los
          mediadores antiinflamatorios antes mencionados y con la disfunción
          del factor nuclear kB, cuya fracción activa es normalmente
          estimulante de la síntesis de citoquinas proinflamatorias9.
 En la evolución del proceso séptico la mortalidad aumenta cuando se
          expresa deterioro cardiovascular. Dos mecanismos desencadenan el shock
          séptico: injuria microvascular generalizada y depresión miocárdica.
          En condiciones de hidratación adecuadas el déficit de O2 está
          presente a pesar de niveles de transporte y consumo de O2 normales o
          supranormales, situación sugerente de deterioro de la extracción
          periférica, de trastornos distributivos del flujo y de disfunción
          mitocondrial10, 11. La sintetasa del NO inducible es activada por IL-1
          y TNF y la vasodilatación contribuye fuertemente a la hipotensión.
          La sobreexpresión de endotelina 1 genera vasoconstricción e isquemia
          esplácnica y sus secuelas de endotoxemia endógena y traslocación
          bacteriana. No obstante el gasto cardíaco elevado hay depresión
          miocárdica y la fracción de eyección está deprimida. En etapas
          avanzadas el volumen minuto disminuye a pesar del uso de inotrópicos
          y el transporte de O2 es críticamente inadecuado a las demandas
          periféricas. En los sobrevivientes hay incremento de la compliance y
          del volumen de fin de diástole, que compensan el deterioro de la
          contractilidad y mantienen elevados el volumen sistólico y el gasto.
          En los no sobrevivientes, es evidente la disfunción diastólica con
          falta de dilatación compensadora, además del deterioro de la
          contractilidad y que la disminución del volumen sistólico por
          llenado inadecuado tiene tanta importancia como la caída de la
          contractilidad. La gran disminución de la resistencia periférica por
          vasoplejía, hace que algunos no sobrevivientes presenten fracciones
          de eyección mayores que los sobrevivientes12, 13. La disfunción
          miocárdica se vincula con el TNF y la IL-1 que activan leucocitos,
          células endoteliales y miocitos. Es probable que el NO liberado por
          el endotelio y el miocardio genere un efecto depresor. Los leucocitos
          activados son retenidos en la microcirculación y se origina daño por
          radicales libres y alteraciones del flujo con hipoxia en parches14,
          15. Las alteraciones leucocitarias no son sólo un fenómeno
          cardíaco, sino que se expresan en forma sistémica y se les atribuye
          responsabilidad en los fallos orgánicos16, 17.
 Las disfunciones leucocitarias son importantes y en ocasiones
          paradojales: leucopenia o leucocitosis, activación o depresión. La
          neutropenia inicial de la endotoxemia experimental es el resultado del
          secuestro leucocitario en un proceso regulado por tres familias de
          moléculas de adhesión: inmunoglobulinas (ICAM-1, ICAM-2), integrinas
          y selectinas y en el MODS es evidente la depresión del estallido
          respiratorio, de la producción de superóxido y de la liberación de
          NO18. Probablemente este balance todavía poco conocido entre
          fenómenos pro y antiinflamatorios defina el pronóstico de los
          pacientes sépticos y los enigmas que el proceso oculta expliquen los
          fracasos terapéuticos de la última década.
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