|  |  | REUNION ANATOMOCLINICASINDROME MIELODISPLASICO, ENDOCARDITIS INFECCIOSA Y
 ACCIDENTE VASCULAR CEREBRAL
 Reunión anatomoclínica efectuada en el Instituto de
          Investigaciones Médicas Alfredo Lanari el 23-VIII-1996.Editores: Drs. Hernán
          Lago y Alejandro Grinberg
 H.C. 83424. A3076 S.M.I.: Paciente de 78 años. Sexo femenino.
          Fecha de ingreso: 28/12/95. Fecha de Defunción: 12/01/96.Paciente con antecedentes de litiasis vesicular y anemia
          sideroblástica diagnosticada con una punción de médula ósea en
          noviembre de 1993. El 5 de julio de 1995 se internó por primera vez
          en el IDIM y dada de alta el 23 de agosto. El motivo fue fiebre a
          predominio vespertino de seis meses de evolución, astenia, adinamia,
          pérdida de peso y anemia con hematocrito de 22%. Tenía un soplo
          sistólico regurgitativo en el foco mitral 3/6 y esplenomegalia. El
          electrocardiograma tenía ritmo sinusal, un PR de 0.20, bloqueo
          completo de rama derecha y un hemi-bloqueo anterior izquierdo. El
          ecocardiograma transesofágico del 14 de julio demostró una
          vegetación en la valva mitral anterior con insuficiencia mitral
          moderada y un absceso pequeño del anillo mitral. Los hemocultivos
          fueron positivos 3/3 para Streptococcus del grupo milleri:
          Streptococcus constellatus. Recibió tratamiento con ampicilina
          durante 36 días y genta-micina durante 29. En el curso de la
          internación presentó insuficiencia cardíaca en forma transitoria y
          se tuvieron que extraer piezas dentales en mal estado. A los 25 días
          de tratamiento presentó un registro aislado de fiebre y se observó
          una petequia conjuntival derecha. El 17 de agosto el nuevo
          ecocardiograma transesofágico demostró desaparición del absceso del
          anillo valvular mitral y persistencia de la vegetación pediculada y
          móvil con insuficiencia mitral severa. Los hemocultivos control
          fueron negativos y el 23 de agosto se dio de alta.
 Durante diciembre de 1995 consultó en forma ambulatoria por
          inestabilidad en la marcha y se constató una leve paresia braquial
          izquierda que fue transitoria. El 28 de diciembre se internó en
          terapia intensiva por fiebre de siete días de evolución,
          escalofríos, dolor lumbar, un episodio de pérdida de conocimiento e
          hipotensión arterial. Al ingreso presentaba una presión arterial de
          85/60 mm Hg, frecuencia cardíaca de 100 por minuto, frecuencia
          respiratoria de 14 por minuto, un soplo holosistólico mitral de
          intensidad 4/6, edema en miembros inferiores, temperatura de 38 grados
          y petequias en la mucosa yugal y conjuntival. El hematocrito era de
          22%, glóbulos blancos 9.000 por mm3, úrea 1.04 g/l, Na: 131 mEq/l,
          K: 3.5 mEq/l, tiempo de Quick de 65%, KPTT de 45 segundos y recuento
          de plaquetas disminuido, la eritrosedimentación era mayor de 150 mm y
          la bilirrubina total era de 1.89 mg/dl con una directa de 0.54 mg/dl.
          El electrocardiograma y la radiografía de tórax no presentaron
          cambios. En la radiografía de columna lumbar había espondilolistesis
          en L4. Se realizó un nuevo ecocardiograma que informó vegetaciones
          pediculadas en valvas anterior y posterior mitral y una tomografía
          computada (TAC) de cerebro en la que se observó una imagen de tipo
          isquémica, pequeña, en la corona radiada del lado derecho. Se
          tomaron muestras de hemocultivos y urocultivo e inició tratamiento
          antibiótico con ampicilina y gentamicina. El 30 de diciembre estaba
          afebril, sin cambios al examen físico y el 2 de enero de 1996 se
          recibió el informe de los hemocultivos: 3/3 positivos para
          Streptococcus gordonii. Al quinto día del tratamiento antibiótico
          persistía afebril. Se realizó una ecografía abdominal que
          evidenció hepatoes-plenomegalia, vesícula distendida de paredes
          finas con barro biliar y el colédoco de 10 mm de diámetro. El 3 de
          enero salió de terapia intensiva y el 7 presentó disartria,
          hemiparesia faciobraquiocrural izquierda con hiperreflexia homolateral
          y desviación de la mirada hacia la derecha. La TAC de cerebro
          demostró un accidente vascular hemorrágico en territorio silviano
          derecho. Posteriormente presentó deterioro neurológico progresivo
          llegando a tener un score de Glasgow de 4/15 por lo que se inició
          asistencia respiratoria mecánica, manitol y difenilhidantoína. El 8
          de enero tenía un score de Glasgow de 6/10 y se observó edema de
          papila. El ecocardiograma demostró desaparición de la vegetación de
          la valva anterior mitral. El 10 de enero presentaba un score de
          Glasgow de 3/10 y tenía movimientos respiratorios espontáneos. El 11
          de enero presentó episodios de bradicardia y desaturación y el 12
          presentó otorragia, hemorragia por fauces y posteriormente un paro
          cardíaco que no respondió a maniobras de reanimación.
 Discusión radiológica Dra. Marcela C. Abruzzi: La radiografía de la primera
          internación en julio de 1995 no demuestra lesiones
          pleuroparenquimatosas, la aorta se ve elongada y calcificada, sin
          aumento de la relación cardiotorácica. La radiografía de la columna
          lumbosacra demuestra signos incipientes de osteoartrosis. La placa de
          tórax de la segunda internación y la realizada dos días antes de su
          fallecimiento no muestran cambios.Dr. Ricardo Ré: Esta paciente tiene dos estudios
          tomográficos; el primero se realizó en enero de 1996 en el que se
          observa una imagen pequeña en la corona radiada del lado derecho que
          parece una lesión lacunar. En la segunda TAC que fue realizada a los
          ocho días se observa una extensa lesión hemorrágica, homogénea en
          su parte central y heterogénea en la periferia. Hay efecto de masa,
          desplazamiento de línea media, compresión ventricular, compromete
          fundamentalmente el lóbulo frontal y parcialmente el temporal y
          pertenece al territorio silviano. Esta imagen puede corresponder en
          primer lugar a la transformación hemorrágica de un infarto
          isquémico y en segundo lugar a un infarto hemorrágico.
 Discusión clínica Dr. Hernán Lago: Se trata de una paciente de 78 años con
          antecedentes de anemia sideroblástica diagnosticada en 1993 pero con
          10 años de evolución de anemia, que se trataba en otra institución
          con múltiples transfusiones. Ingresó por primera vez al Instituto
          Lanari en julio de 1995 con una historia poco clara de fiebre
          vespertina de seis meses de evolución. Por los signos y síntomas que
          presentaba se hizo diagnóstico de endocarditis bacteriana. Tenía
          manifestaciones embólicas, fiebre, esplenomegalia,
          eritrosedimentación mayor de 150 mm y tres hemocultivos positivos. El
          ecocardiograma transesofágico demostró una vegetación en la valva
          anterior mitral y un pequeño absceso del anillo valvular que no se
          complicó con trastornos de la conducción. El electrocardiograma
          evidenció el segmento PR en el límite superior normal, bloqueo
          completo de rama derecha y hemibloqueo anterior izquierdo, trastornos
          que tenía previo al episodio de endocarditis. Evolucionó
          favorablemente con el tratamiento instituido: amipicilina y
          gentamicina durante 30 días y se fue de alta. Reingresó al Instituto
          hacia fines de 1995 por un episodio sincopal de cinco minutos de
          duración, episodios de hipotensión arterial y fiebre de una semana
          de evolución. En los días previos a su ingreso fue evaluada en
          consultorio externo por el Dr. Casas Parera quien encontró una ligera
          paresia braquial izquierda. Una vez internada se realizó la TAC
          cerebral que en la que apareció la imagen lacunar descripta, que
          justificó la paresia braquial. Rápidamente se tornó afebril con la
          restitución de la terapia antibiótica. En el nuevo ecocardiograma se
          observaron dos vegetaciones; una en la valva anterior y otra también
          pediculada y móvil en la valva posterior mitral, sin evidencias de un
          nuevo absceso del anillo mitral. Posteriormente estando en su
          habitación presentó súbitamente disartria, hemi-plejía izquierda
          con midriasis derecha y deterioro rostrocaudal que en 24 horas la
          llevó a tener compromiso del tronco cerebral con un score de Glasgow
          de 4/15. Lo interesante a discutir en esta paciente son las
          complicaciones de la endocarditis que sufrió. La primera fueron los
          abscesos miocárdicos por extensión de la infección más allá del
          aparato valvular. El germen involucrado en la endocarditis era un
          Streptococcus viridans y la forma de presentación fue subaguda. No es
          frecuente que este germen se complique con abscesos miocárdicos y
          tendremos que discutir cual fue la causa que la llevó al desarrollo
          del mismo. Los abscesos miocárdicos tienen distintas localizaciones,
          pueden ubicarse en la pared libre o en el septum interventricular y
          pueden ser únicos o múltiples. Cuando son únicos pueden crecer y
          romperse hacia el pericardio o romper el septum y producir
          comunicaciones interventriculares o lo que es más frecuente es que el
          absceso del anillo comprometa al aparato sostén de la válvula y
          genere trastornos de la conducción aurículo-ventricular, que en este
          caso no se produjeron. El más frecuente de estos trastornos es la
          prolongación del PR, en segundo lugar el bloqueo de rama izquierda y
          en tercer lugar el bloqueo de rama derecha que esta paciente tenía
          previo al inicio de los síntomas. El tratamiento de los abscesos del
          anillo mitral es quirúrgico, sobre todo cuando tienen trastornos de
          la conducción aurículo-ventricular. Un trabajo, publicado en 1993,
          estudia 40 pacientes con extensión de la infección al anillo
          perivalvular, constatado por la anatomía patológica o por cirugía,
          demuestra una elevada mortalidad (90%) en aquellos pacientes que
          recibieron exclusivamente tratamiento médico. En cambio la mortalidad
          era del 26.6% en los pacientes tratados con cirugía. Estos pacientes
          tenían el absceso del anillo mitral y trastornos de conducción
          aurículo-ventricular, de manera que estos últimos tienen indicación
          quirúrgica1. En esta paciente los trastornos de conducción no se
          presentaron, tuvo una buena evolución con tratamiento médico y los
          ecocardiogramas transesofágicos realizados posteriormente demostraron
          desaparición del absceso. Teniendo en cuenta la buena respuesta al
          tratamiento médico (la reinternación fue tres meses después del
          alta), creo que la conducta de no operarla y tratarla médicamente
          inicialmente fue correcta. La segunda complicación que presentó fue
          un episodio embólico mayor, cerebral, que en pacientes con
          endocarditis bacteriana es frecuente. El 15% de los pacientes con
          endocarditis tienen algún episodio de embolia cerebral, que
          generalmente la desarrollan en las primeras 24 a 48 horas cuando la
          endocarditis es aguda. Las subagudas tienen una curva bimodal; hay un
          aumento de la incidencia en el período inicial y también en forma
          tardía; entre el primer y tercer mes. Esto se debe quizás a que la
          endotelización de la vegetación es lenta y una vez curada y con la
          infección controlada, los pacientes (en general con vegetaciones
          grandes) pueden tener un episodio embólico mayor. Este último tiene
          indicación quirúrgica; así que ni por el tamaño de la vegetación,
          ni por lo que le sucedió posteriormente, podemos afirmar que la
          paciente debió ser operada previamente. La evolución posterior de la
          paciente fue clara; en los ecocardiogramas que se hicieron después
          del evento embólico desapareció la vegetación de la valva posterior
          mitral, así que ésta fue la fuente cardioembólica y creo que
          desarrolló un infarto cerebral isquémico con transformación
          hemorrágica. Posteriormente desarrolló progresivo deterioro
          rostro-caudal, compromiso de tronco cerebral y muerte.Dra. Silvia C. Predari: Nosotros estudiamos los dos episodios
          de endocarditis bacteriana, a través del aislamiento en los
          hemocultivos seriados respectivos y en todas las muestras, de cocos
          gram positivos pertenecientes a Streptococcus grupo viridans, en ambas
          oportunidades. La primera cepa fue identificada como Streptococcus
          constellatus, una de las tres especies que constituye el grupo
          Streptococcus milleri, junto con el anginosus y el intermedius (todos
          dentro del grupo Streptococcus viridans). La cepa correspondiente al
          segundo episodio fue identificada como Streptococcus gordonii, otra de
          las especies del grupo Streptococcus viridans. Ambas cepas tenían
          muchas características bioquímicas y fisiológicas comunes, pero
          también algunas diferencias, por ejemplo, la primera cepa producía
          acetil metil carbinol y la segunda no lo producía. Además resultó
          diferente la fermentación de ciertos hidratos de carbono y la
          detección de ciertas enzimas prefor-madas como a y b - glucosidasa, b
          - galactosidasa, entre otras.
 En cuanto al perfil de sensibilidad a los anti-microbianos, la primera
          cepa era exquisitamente sensible a los antibióticos de elección, con
          concentraciones inhibitorias y bactericidas mínimas (CIM y CBM) de
          penicilina = 0.016 mg/l y de gentamicina de 0.008 mg/l. La segunda
          cepa mostró un perfil de mayor resistencia con valores de CIM para
          penicilina = ampicilina = 0.5 mg/l y CBM = 1 y 32 mg/l
          respectivamente, es decir tolerante a ampicilina. Las CIM y CBM de
          gentamicina fueron de 4 y 8 respectivamente. Es decir que se trató de
          dos cepas diferentes en sendos episodios, definiendo al segundo como
          una reinfección y no una recidiva.
 Con respecto al monitoreo de la terapia antibiótica en el primer
          episodio, que fue ampicilina y gentamicina en altas dosis, a través
          de los poderes inhibitorios y bactericidas del suero (PIS y PBS),
          fueron extraordinariamente buenos con valores de PIS = PBS en el pico
          de 1: 2048 y en el valle de 1:512 y 1:256 respectivamente, los cuales
          teóricamente garantizaban la curación bacteriológica. Finalmente
          los hemocultivos de control intra-tratamiento y a las 48 horas y 10 a
          diez días de finalizada la terapia antibiótica, resultaron todos
          negativos.
 Dra. Malena Molina: Evalué por primera vez a esta paciente en
          diciembre de 1992. Era reacia a concurrir al Instituto, o sea que el
          seguimiento era muy difícil, inclusive entre los dos episodios de
          endocarditis que sufrió. Vivía sola y había trabajado durante años
          como técnica de radiología en un hospital. En la primera consulta me
          refirió que venía para que un hematólogo le hiciera una orden de
          transfusión porque estaba acostumbrada a manejar la anemia de esa
          manera. Hacía diez años que presentaba anemia, le dijeron que la
          médula ósea era normal y que la anemia se debía a la radiación que
          recibió por su trabajo. Decidí estudiarla pero no quiso hacerse la
          punción de médula ósea. Tenía un hematocrito de más de 30%,
          macrocitosis, hierro sumamente elevado así que era probable que se
          tratase de una mielodisplasia, aunque por el frotis de sangre
          periférica no parecía. Después de esa consulta, tardó un año en
          reaparecer. Tenía el mismo hematocrito, no tenía leucopenia ni
          neutropenia, pero había cambios morfológicos en los glóbulos
          blancos y moderada trombocitopenia (alrededor de 100 mil plaquetas).
          En ese momento la convencimos de efectuar una punción de médula
          ósea y el diagnóstico fue de anemia sidero-blástica. Lógicamente
          los cambios morfológicos más marcados se encontraban en la serie
          roja y tenía 60 a 80% de sideroblastos, todos en anillo. Además
          tenía otras características para incluirla dentro de las
          mielodisplasias: había también displasia en la serie blanca y
          moderados cambios displásicos en la serie megacariocítica. Dado que
          por las cifras de hematocrito no requería transfusión, la paciente
          no volvió a consultar. Volvió a los dos años, traída por una
          vecina, en muy mal estado general con fiebre prolongada y se
          diagnosticó endocarditis bacteriana. Nos preguntamos si hay algún
          tipo de vinculación entre la mielodisplasia y la endocarditis. Lo que
          se describe en las mielodisplasias son alteraciones en el número y en
          la funcionalidad de los glóbulos blancos, tanto en los neutrófilos
          como en linfocitos T y B. En los neutrófilos hay alteraciones en la
          fagocitosis, adhesividad, quimiotaxis y en la fijación del
          complemento y en los linfocitos T hay disminución de los CD4, sobre
          todo en aquellos pacientes que han sido politransfundidos. Ella
          siempre hablaba de una historia de politransfusión pero en los años
          que se trató en el IDIM nunca fue trans-fundida. En una publicación
          de hace 5 años se informaba la incidencia de infecciones en pacientes
          con mielodisplasia2. El trabajo, retrospectivo, cubría 18 años e
          incluía 86 pacientes; el 59% tenía anemia sideroblástica que es
          más o menos la incidencia de la misma en cualquier serie de
          mielodisplasia. La mayoría de las infecciones eran bacterianas y
          fueron la principal causa de muerte en las formas más avanzadas de
          mielodisplasia. Las más frecuentes fueron las infecciones pulmonares,
          cutáneas y urinarias, en ese orden. Buscando específi-camente la
          endocarditis bacteriana, en los 188 episodios infecciosos,
          curiosamente, había un solo caso. De esta manera, no creo que haya
          alguna vinculación etiológica entre la mielodisplasia y la
          endocarditis bacteriana.
 Dr. Julián Bastaroli: La historia de esta paciente duró más
          o menos un año y los seis primeros meses de ese año transcurrieron
          fuera del Instituto, probablemente ya con una endocarditis lenta en
          curso y sin tratamiento antibiótico. Yo a la paciente la seguí muy
          atentamente en los seis meses que siguieron que fueron los de la
          primera y la segunda internación, ya con tratamiento antibiótico. En
          el primer ecocardiograma, ya con la idea que tenía una endocarditis
          infecciosa, no aparecieron datos de la misma. Tenía una esclerosis
          con estenosis valvular aórtica leve y una insuficiencia mitral leve.
          En los siguientes estudios ecocardiográficos aparecieron las
          vegetaciones y hubo una cierta confusión. Había una vegetación en
          la valva mitral anterior y una vegetación pediculada en la valva
          mitral posterior. Tengo cierta duda sobre si la vegetación de la
          valva mitral anterior verdaderamente desapareció. Además se observó
          un absceso pero leyendo los informes con mucho cuidado, no pude llegar
          a una clara conclusión sobre si tuvo uno o más abscesos. Y si lo
          tuvo, tengo dudas si fue del anillo mitral o miocárdico, o si fue un
          absceso de anillo propagado al miocardio. Todo hace pensar en esta
          última eventualidad, pero en algún momento se habló de un absceso
          anuloaórtico. Esto tiene importancia porque está indicando la
          posibilidad de lesiones múltiples que aparecieron cuando otras se han
          curado, es decir, de una cierta resistencia a la curación y además
          porque los signos y síntomas son distintos según la localización
          del absceso (ej. septum alto o bajo). Además el tratamiento
          quirúrgico es mucho más complicado cuando el absceso está ubicado
          en la parte de la cima del septum interventricular. De manera que con
          todos estos datos yo tenía grandes dudas en relación a un posible
          tratamiento quirúrgico. La paciente no tenía elevación del recuento
          de glóbulos blancos pero si muy elevada la eritrosedimentación y
          esto está de acuerdo con el diagnóstico de endocarditis infecciosa.
          Tenía una infección por Streptococcus viridans, que habitualmente no
          es productor de abscesos pero en este caso el absceso estuvo. De modo
          que este hecho podemos atribuirlo a la presencia de otro germen que no
          apareció, a una mayor virulencia de este Streptococcus viridans o lo
          que es más probable, al largo tiempo transcurrido desde el comienzo
          del tratamiento. Cuatro meses constituyen un tope que diferencia
          claramente la sobrevida del paciente por bien que se lo trate después
          del comienzo del tratamiento. Estos hechos además de la posibilidad
          de fragmentación de la vegetación pediculada me hicieron pensar que
          la paciente tenía desde los primeros tiempos un muy mal pronóstico.
          Casi a un mes de tratamiento antibiótico efectivo tuvo un episodio
          que me inquietó mucho, que consistió en fiebre, una petequia
          conjuntival en un ojo y dolor en hipocondrio izquierdo que se definió
          ecográficamente como posible infarto esplénico. Estos datos
          indicaban que no estaba curada desde el punto bacteriológico aunque
          podría postularse que el mecanismo inmunitario es el causante de
          estas reactivaciones, pero desde el punto de vista de la lógica y la
          prudencia, es conveniente considerar que hubo una reactivación
          infecciosa. Se me ocurre una comparación entre la endocarditis y la
          tuberculosis pulmonar; esta última, virgen de tratamiento, si se
          trata adecuadamente una lesión pulmonar dada, se inactiva de
          inmediato y al cabo de varios años el porcentaje de reactivación es
          mínimo porque la mayor parte o la totalidad de los gérmenes han sido
          erradicados. Pero si el tratamiento es insuficiente queda un inóculo
          y es pasible de reactivarse. En el caso particular de la endocarditis,
          con lesiones de este tipo a cuyo sitio el antibiótico llega con
          dificultad, es un caso donde muy bien puede hablarse de una
          inactivación pero con gérmenes viviendo en sitios recónditos. Esto
          hace que la posibilidad de reactivación una vez suspendido el
          tratamiento sea elevada. Es por esto que postulé si esta paciente
          sufrió una recaída con hemocultivos positivos que pueden presentarse
          en los primeros tres meses, entre los tres y seis meses o después de
          los seis meses como esta paciente. Esto puede producirse por diversos
          mecanismos como la presencia de abscesos, de gérmenes que no han sido
          erradicados, e inclusive la presencia de grandes vegetaciones aunque
          se diga que el tamaño de la vegetación no tiene importancia. Para
          abonar más esta posibilidad, está el hecho del episodio con fiebre,
          infarto esplénico y petequias en un momento en que la paciente se
          daba casi por curada. La insuficiencia mitral en la última etapa se
          convirtió en severa, según el ecocardio-grama, y había una posible
          insuficiencia aórtica por un soplo diastólico que nunca fue
          confirmada por el eco-doppler. Otro dato importante es que había
          dudas sobre la ubicación ecocardiográfica de los abscesos; se habló
          de un absceso anuloaórtico en alguna parte de la historia, pero no
          presentó insuficiencia aórtica aguda ni derrame pericárdico.
          Durante todo este tiempo pensé que esta paciente no iba a tener más
          posibilidad de sobrevida que la quirúrgica y así lo manifesté
          reiteradamente. Se fue de alta con una vegetación menos, pero quedó
          la otra vegetación y se fue con insuficiencia mitral más severa.
          Pensamos que debía reinternarse para revalorar la insuficiencia
          mitral y la endocarditis y evaluar si realmente estaba curada, cosa
          que no parecía. En el último momento se cita una válvula mitral
          mixomatosa, diagnóstico complicado de hacer en presencia de una
          vegetación en la válvula mitral. Finalmente tuvo el accidente
          cerebrovascular y puedo agregar como diag-nóstico diferencial el
          aneurisma micótico intracerebral roto.
 Dra. Leila cura: La paciente tuvo un primer episodio
          neurológico en la segunda internación caracterizado por
          inestabilidad en la marcha y paresia braquial izquierda transitoria
          probablemente debido a un evento cardio-embólico aunque parecía
          curada de la endocarditis bacteriana. La embolia pudo provenir de la
          vegetación en la valva o pudo tratarse de una embolia de calcio.
          Debido a la inestabilidad en la marcha y al episodio de pérdida de
          conocimiento habría que descartar un bloqueo auriculoventricular
          completo. Cabe mencionar que los pacientes que tienen o tuvieron
          endocarditis con absceso del anillo, la frecuencia de esta última
          alteración del ritmo es mucho mayor. La anticoagulación en los
          pacientes con endocarditis infecciosa está contraindicada porque no
          deja formar el trombo sobre la vegetación y esto puede producir
          mayores bacteriemias y recidivas de la endocarditis. Un mecanismo
          similar ocurre en las embolias de colesterol y por eso la
          anticoagulación también está contraindicada. La imagen tomográfica
          es compatible con infarto hemorrágico y no se vio más la vegetación
          que tenía previamente en el ecocardiograma. El cuadro clínico de la
          paciente fue de comienzo brusco y como dijo el Dr. Bastaroli es cierto
          que hay que descartar la presencia de un aneurisma micótico. Cuando
          se descubre un aneurisma micótico, incluso asintomático, se debe
          controlar con una arteriografía cada tres semanas hasta los dos años
          subsiguientes luego de curada la endocarditis debido a que tienen
          riesgo de romperse y sangrar, lo que generalmente lleva a la muerte
          del paciente. Los abscesos también pueden ser una complicación de
          los aneurismas, pero no se vio en la TAC de cerebro de esta paciente.
          No sería raro encontrar alteraciones cerebrales vasculares
          isquémicas de distinto tiempo de evolución, lo que sugeriría que la
          paciente ha tenido múltiples embolias asintomáticas a punto de
          partida de la endocarditis. Con respecto a la endocarditis en
          pacientes mayores, habría que descartar si la vesícula o el
          colédoco (que en esta paciente eran patológicos) fueron la fuente
          infecciosa. A principios de siglo Osler decía que en todo paciente
          con cuadro neurológico y fiebre se debe tener como primer
          diagnóstico una endocarditis infecciosa.
 Dr. Andrés Sandor: En la primera internación de esta paciente
          se realizó el diagnóstico de endocarditis bacteriana. El
          diagnóstico fue clínico y microbiológico dado que tenía tres
          hemocultivos positivos para Streptococcus del grupo milleri especie
          constellatus, que produce sólo el 5% de las endocarditis bacterianas.
          El otro criterio diagnóstico fue el ecocardiográfico; en el
          transtorácico no se vio la vegetación y sí se vio posteriormente
          con el transesofágico. Esto habla claramente de la distinta
          sensibilidad que tienen ambos métodos ya que para el transtorácico
          la sensibilidad es del 60% y para el transesofágico es del 90%. Con
          respecto a la epidemiología, en los últimos años se vio que la
          endocarditis se da más en pacientes añosos y asociada a
          valvulopatía degenerativa, a diferencia de décadas previas en que
          aparecía en jóvenes, asociada a valvulopatía reumática y a
          cardiopatía congénita. El Streptococcus milleri constellatus es
          productor de abscesos; se puede encontrar en la boca (la cual en esta
          paciente estaba en muy mal estado), en el tracto gastrointestinal y en
          la vía biliar. En la ecografía abdominal se vio dilatación de la
          vía biliar así que este foco tampoco debe ser descartado. La
          paciente presentó fiebre de seis meses de evolución y al quinto día
          de internación comenzó a recibir antibióticos acordes al
          Streptococcus milleri. Con las pruebas de sensibilidad se vio que el
          germen era muy sensible a la ampicilina dado que tenía un poder
          bactericida del suero excelente: 1:2048 y se da como valor predictivo
          de curación bacteriológica títulos iguales o mayores a 1:64. Esto
          se correlaciona con la curación microbiológica, pero dada la imagen
          ecocardiográfica de absceso del anillo, la fiebre prolongada durante
          seis meses y la presencia del Streptococcus milleri que tiene gran
          capacidad de formación de abscesos, se decidió realizar tratamiento
          antibiótico prolongado de seis semanas con ampicilina y de cuatro
          semanas con aminoglucósidos. Evolucionó con insuficiencia valvular
          mitral que se controló médicamente y no presentó arritmias ni
          fiebre prolongada, que se asocian con absceso del anillo mitral. Otra
          complicación que presentó posteriormente fue la cardioembolia. El
          día 25 presentó petequias conjuntivales y en ese momento tenía
          hemocultivos negativos; las petequias pueden aparecer hasta varios
          meses después de comenzado el tratamiento antibiótico y esto no
          significa una falla terapéutica. Como en ese momento presentaba un
          absceso del anillo, insuficiencia valvular, una vegetación grande y
          algunos episodios de insuficiencia cardíaca, que fueron tratados
          médicamente, se decidió consultar al Servicio de Cirugía
          Cardiovascular del Hospital de Clínicas, quienes no creyeron que
          estaba indicada la cirugía. La paciente tuvo una buena evolución
          clínica y fue dada de alta con hemocultivos negativos y permaneció
          cuatro meses en relativo buen estado general. El ecocardiograma
          transesofágico de control no evidenció vegetaciones. La segunda
          internación fue nuevamente por un episodio de endocarditis bacteriana
          ocasionada por un Strepto-coccus, pero se trataba de una cepa más
          resistente que la del primer episodio: gordonii. El ecocardiograma
          transesofágico demostró una nueva vegetación. Nos preguntamos si la
          cirugía podría haber evitado esa complicación. Posteriormente
          desarrolló un accidente cerebrovascular embólico con transformación
          hemorrá-gica que le produjo compromiso de tronco y muerte. La
          incidencia de complicaciones neurológicas en la endocarditis
          bacteriana es de alrededor del 30% y obviamente esta incidencia es
          mayor en las series de autopsias. La complicación más frecuente y
          peligrosa es la que tuvo esta paciente, es decir un accidente
          embólico, que se produce en un 10 a 15% de los casos y tiene hasta
          80% de mortalidad. El riesgo de embolia se correlaciona con el tamaño
          de la vegetación. Una vez iniciado el tratamiento antibiótico, el
          porcentaje de embolias es un fenómeno tiempo-dependiente. Así, en la
          primera semana de tratamiento ocurren 17 episodios de embolias/1.000
          días/paciente, mientras que en la segunda o tercera semana esta cifra
          cae a 5 episodios de embolias/1.000 días/paciente. Es más frecuente
          que la endocarditis embolizante provenga de la válvula mitral y se
          asocie al Streptococcus (como en esta paciente) y se sabe que no tiene
          indicación de anticoagulación. En la autopsia probablemente se
          encuentre destrucción de la válvula mitral, no hay evidencia de
          compromiso de otra válvula y es sumamente infrecuente (menos del 5%)
          el absceso del anillo valvular.
 Dr. M. Andrés Nicastro: Concuerdo con la Dra. Molina en que la
          endocarditis bacteriana es una complicación poco frecuente de una
          anemia sideroblástica idiopática. Nos preguntamos si la anemia
          sideroblástica podría modificar la evolución de una endocarditis
          bacteriana, asociarse a una evolución más tórpida, con abscesos,
          etc. dado que se trataba de un germen fácilmente tratable con
          antibióticos. Teóricamente podrían vincularse estos hechos a las
          profundas modificaciones del metabolismo del hierro con siderosis que
          presentan estos pacientes. Estudios in vivo en ratas, parecen
          demostrar que la sobrecarga de hierro por hemolizados, disminuyen la
          dosis letal media de la Escherichia coli inyectada. La actividad
          bacteriana en medios de cultivo también se modifica por la presencia
          de hierro libre, según estos sean tratados o no con desferroxamina.
          La afinidad por el hierro del sideroforo bacteriano es mayor que la de
          la transferrina. Por esto es imprescindible en los mamíferos tener
          cantidades casi indetectables de hierro libre en suero. Se entiende
          entonces que el sistema de transporte sea reducido y con alta tasa de
          recambio y la saturación de transferrina baja. Uno se pregunta en
          esta paciente transfundida, con una saturación alta de transferrina,
          seguramente con siderosis, una mayor facilidad para el crecimiento
          bacteriano. Si bien este aspecto sobre el metabolismo del hierro,
          conocida en la década del 70 como inmunidad nutricional, sigue en pie
          para los casos de sepsis en anemia hemolítica en la infancia, no ha
          sido demostrado en patologías del adulto como la hemocromatosis.
 Dr. Gustavo de Feo: El día de la muerte esta paciente
          presentó otorragia y hemorragia profusa por fauces. Este hecho
          podría vincularse a que cinco días antes de la muerte tuvo
          plaquetopenia (74.000 por mm3) y se encontraba en asistencia
          respiratoria. Además en ese momento tenía un tiempo de coagulación
          normal, pero no hubo un estudio posterior por lo que podría
          plantearse la posibilidad de una coagulación intravascular diseminada
          en la etapa final.
 Dr. Eduardo De Vito: En el primer episodio de endocarditis la
          paciente no tenía criterios quirúrgicos; la vegetación pediculada
          no es per se un criterio y no tuvo complicaciones embólicas ni fiebre
          persistente. Además la endocarditis fue curada clínica y
          bacteriológicamente. Posteriormente la paciente vino con fiebre y
          hemocultivos positivos por una cepa distinta del primer episodio.
          ¿Cuál era el foco? Tenía los dientes en muy mal estado y se
          comentó en el ateneo clínico que si hubiéramos tomado la decisión
          quirúrgica en el primer episodio de endocarditis, el segundo episodio
          hubiera sido una endocarditis de válvula protésica.
 Dra. Silvia C. Predari: Las múltiples especies del grupo
          Streptococcus viridans constituyen, primariamente, parte de la flora
          normal de la cavidad oral y en menor grado del intestino y del tracto
          genital femenino. Causan enfermedad cuando por diseminación
          hematógena o por contigüidad alcanzan sitios estériles. Existe una
          gran anarquía en la taxonomía del Streptococcus grupo viridans y
          justamente por ello se encuentra en continua revisión. El grupo, que
          es sumamente heterogéneo, está constituido por unas 20 especies con
          factores de virulencia y potencial patogénico totalmente diferente.
          Las especies están a su vez agrupadas en otros subgrupos de especies
          de acuerdo a sus características fenotípicas y genéticas. Por
          ejemplo, Streptococcus grupo milleri, que nos ocupa, tiene las tres
          especies que ya mencioné: anginosus, aislada con mayor frecuencia en
          humanos, intermedius y constellatus, la especie aislada en esta
          paciente. Streptococcus mitis, sanguis, gordonii, parasanguis,
          salivarius, crista, etc., también forman parte del grupo viridans.
          Las especies más frecuentemente asociadas a endocarditis bacteriana
          son Streptococus mutans y sanguis. El grupo milleri representa a las
          especies más piogénicas y ampliamente asociadas a la formación de
          abscesos de todo el grupo viridans. Hemos tenido en este Instituto
          abscesos hepáticos por Streptococcus anginosus y han sido descriptos
          en la literatura abscesos cerebrales, de pulmón, empiemas pleurales y
          sepsis neonatales. Enzimas extracelulares como las hialuronidasas,
          desoxirribonucleasas, etc., contribuyen a su patogenicidad. Todo esto
          explica el absceso del anillo mitral que desapareció luego de la
          terapia antibiótica específica. Justamente, otra característica del
          grupo milleri es que suele ser muy sensible a los diferentes
          antibióticos, tal como sucedió con la cepa de Streptococcus
          constellatus de la paciente. A pesar de ello y por su enfermedad de
          base fue tratada con terapia combinada durante cuatro semanas
          completando con ampicilina un total de seis semanas, casi como si se
          tratara de una endocarditis por Enterococcus faecalis, así que,
          contestando al Dr. Bastaroli, la posibilidad de selección de alguna
          mutante resistente, en este caso, era prácticamente nula. Con
          altísimos poderes inhibitorios y bactericidas del suero que superaban
          holgadamente el criterio de curación bacteriológica, los
          hemocultivos control negativos y la recuperación clínica, la
          paciente fue dada de alta. A los cuatro meses cuando ingresó
          nuevamente con signos y síntomas de endocarditis bacteriana, aislamos
          en 3/3 muestras de hemocultivo seriado otra cepa del grupo viridans.
          La cepa fue identificada como Streptococcus gordonii, también flora
          normal de la boca, bastante más resistente que la primera cepa,
          aunque menos virulenta, según la literatura. Finalmente, creo que en
          esta paciente nunca se controló el único foco infeccioso y
          reservorio de gérmenes que siempre mantuvo, que fue su boca, en muy
          mal estado. Probablemente, si se la hubiese desdentado totalmente, se
          podía haber evitado el segundo episodio de endocarditis bacteriana.
 Dr. Héctor Calbosa: Si se es simplista nos equivocamos. Si se
          hubiera operado, tal vez no hubiera tenido el segundo episodio de
          endocarditis. El problema es que el manejo de esta paciente era
          complicado ya que hasta revisarla o movilizarla era un problema.
          Prácticamente no permitía ni que le saquen sangre. Se le extrajeron
          algunos dientes en la primera internación, pero con mucha dificultad
          porque se negaba. Teníamos dudas, a raíz del absceso, si la conducta
          era quirúrgica. La edad de 78 años y la mielodisplasia nos inclinó
          a ser conservadores y nos fue bien, dado que se curó de la primera
          endocarditis. Posteriormente desarrolló el segundo episodio mucho
          más agresivo por una cepa distinta y las complicaciones fueron
          dramáticas, lo que impidió el planteo quirúrgico.
 Dr. Aquiles J. Roncoroni: Pienso que la cirugía no hubiera
          sido útil en esa paciente, además, se consultó a los cirujanos
          cardiovasculares y la cirugía fue rechazada. Creo que la segunda
          infección no tuvo nada que ver con la primera. Con respecto a lo que
          se va a encontrar en la necropsia, creo que tuvo la endocarditis
          bacteriana y quizás un absceso miocárdico; en el cerebro
          probablemente hubo hemorragia, quizás alguna localización embólica
          bacteriana o un absceso cerebral.
 Discusión anatomopatológica Dr. Juan Antonio Barcat: En la autopsia el corazón pesaba
          340 g y estaba ligeramente dilatado; la lesión principal era una
          placa de endocarditis en la válvula mitral, la placa toma ambas
          valvas en la cara auricular, desde la base hasta el borde libre, son
          vegetaciones friables que en la parte profunda se están organizando;
          la valva posterior es ligeramente redundante (¿floppy?); las cuerdas
          tendinosas son finas y no hay lesiones viejas; es una endocarditis
          aguda en una válvula propia (Fig. 1). Microscópicamente se ven en
          las vegetaciones cocos Gram positivos dispuestos en cadenas,
          estreptococos. Me preguntaron si ésta era la primera o segunda
          endocarditis, o, dicho de otra manera: ¿hay evidencias de una
          endocarditis anterior a la presente? me atrevería a decir que sí, la
          válvula tiene fibrosis, vascularización y, en el anillo valvular de
          la mitral, hay una lesión granulomatosa pequeña, de alrededor de 2
          mm de diámetro, que podría ser la reparación del absceso
          diagnosticado por el ecocardiograma (Fig. 2). El anillo tenía,
          además, calcificaciones microscópicas. No repetiremos los argumentos
          utilizados para no clasificar, ahora, las endocarditis en agudas y
          subagudas3. Digamos que esta es una endocarditis infecciosa en
          válvula propia causada por una bacteria de poca virulencia, a juzgar
          por el estudio bacteriológico, que afecta a una persona con una
          enfermedad que altera la función de los leucocitos.Dr. Eduardo De Vito: En el último electrocardiograma realizado
          antes del alta de la primera internación, donde no se veía la
          vegetación que se vio después, indica una insuficiencia mitral grave
          ¿hay alguna evidencia anatómica?
 Dr. Juan Antonio Barcat: Tal vez no sirva el método anatómico
          para establecer la suficiencia o insuficiencia valvular, con el
          ecocardiograma pueden verse las válvulas funcionando, anatómicamente
          sólo podemos ver las consecuencias de la función, de todas maneras
          las cavidades estaban ligeramente dilatadas y las medidas de los
          anillos valvulares, de los bordes libres y el grosor del miocardio
          estaban dentro de límites normales. En síntesis, encontré pocas
          consecuencias anatómicas de insuficiencia. La endocarditis produjo
          embolias múltiples en el bazo y en el cerebro. El episodio final se
          debió a una catástrofe anatómica: un gran reblandecimiento
          hemorrágico que destruye desde el lóbulo frontal hasta el parietal
          derecho, predomina la hemorragia y seguramente es una embolia que
          partió de la endocarditis aunque no encontré un émbolo o aneurisma
          micótico. Tal vez haya sido la vegetación pediculada de la válvula
          mitral que desapareció del ecocardiograma la que ocluyó una arteria.
 Dr. Héctor Calbosa: En la TAC del cerebro se observaron
          lesiones heterogéneas ¿pueden distinguirse las hemorrágicas de las
          isquémicas? Las vistas en la segunda TAC de las encontradas en la
          primera.
 Dr. Juan Antonio Barcat: No puedo dar precisiones con una
          lesión destructiva tan grande del cerebro, por otra parte pasaron
          algunos días entre la TAC y la muerte, cinco días entre el comienzo
          de los síntomas y la muerte, las lesiones tienen precisamente esa
          antigüedad. En los riñones había cicatrices de infartos viejos, tal
          vez consecuencias de la primera endocarditis; en los pulmones había
          trombos no sépticos en ramas pequeñas de la arteria pulmonar. En la
          médula ósea los resultados decepcionan por lo poco llamativos, es
          una médula ósea con celularidad normal, la única anormalidad es la
          distribución anormal de los precursores: se ven megacariocitos
          ubicados contra las trabéculas4. Los sideroblastos en anillo se ven
          mejor en los extendidos de la médula ósea que en los cortes
          histológicos5.
 Diagnóstico anatómico (A3076) 1. Endocarditis infecciosa (S. viridans, sspp) de válvula mitral;
          reblandecimiento hemorrágico de lóbulos frontal y parietal derechos
          (¿embólicos?) Infartos anémicos viejos de bazo. Trombosis reciente
          de yugular interna (catéter). Aspiración de sangre, lólulo inferior
          de pulmón izquierdo. Valva posterior de mitral parcialmente
          redundante («floppy»).2. Mielodisplasia (anemia sideroblástica).
 3. Quiste seroso, unilocular, 20 cm, ovario derecho. Pólipo
          endometrial. Mioma calcificado, 2 cm, útero. Complejos de von
          Meyenburg y angioma hepático. Sinequias pleurales derechas. Status
          post-apendicectomía.
 
 BIbliografía 1 Aguado JM,
          González-Vilchez F, Martín-Durán R, Arjona R, Vázquez de Prada JA.
          Perivalvular Abscesses Associated with Endocarditis. Clinical Features
          and Diagnostic Accuracy of Two-dimensional Echocardiography. Chest
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          Myelodysplastic Syndromes. Am J Med 1991; 90: 338-344.
 3 Korzeniowski OM, Kay D. Infective Endocarditis. In Braunwald E (ed),
          Heart Disease. A Textbook of Cardiovascular Medicine. (4th Edition)
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 4 Bartl R, Fritsch B,
          Burkhardt R. Bone Marrow Histology. In Catovsky D (ed.) The Leukemic
          Cell. Edinburgh: Churchill Livingstone, 1991.5 Brunning RD, McKenna RW. Tumors of the Bone Marrow. Washington DC:
          Armed Forces Institute of Pathology, 1994. pp 143-194.
 
 Fig. 3.– Detalle de zona indicada con la fecha en figura 2;
          tejido de granulación en anillo de válvula mitral. H.E. x 240,
          aprox.Fig. 1.– Corazón; válvula mitral con endocarditis en cara
          auricular. Valva posterior redundante.
 Fig. 2.– Válvula mitral. Tejido de granulación en anillo. H.E.
          x 6, aprox.
  
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