|  |  | Hamlet, el beleño y los
          canales iónicos
 Basilio A. KotsiasInstituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad
          de Medicina, Universidad de Buenos Aires
 Los hechos narrados por Shakespeare en su tragedia Hamlet son
          estos: el rey Hamlet de Dinamarca muere súbitamente y su hermano
          Claudio en pocas semanas ha desposado a la viuda, su cuñada, la reina
          Gertrudis. Una mordedura de serpiente es la causa de su muerte, de
          acuerdo a la explicación oficial. El espectro del rey aparece ante su
          hijo, el indeciso príncipe Hamlet y le relata que su propio hermano,
          ahora convertido en padrastro de Hamlet, violando su dominio y sueño
          lo ha asesinado, vertiéndole en el oído el contenido de una ampolla
          con zumo de beleño (Acto I, escena 5). Hamlet recibe un mandato claro
          y sagrado: vengar a su padre, e inicia la némesis que concluirá con
          la muerte de los principales protagonistas de la obra. Por el momento
          estos son los sucesos de la tragedia que nos interesan para este
          asunto. Aunque la forma de envenenamiento no haya recibido la
          atención de críticos o en las versiones filmadas de la obra, podemos
          afirmar que su autor eligió un modo singular de hacerlo y éste es el
          fundamento de nuestra nota. ¿El veneno extraído de una planta
          narcótica, de hojas vellosas y olor desagradable, con flores
          amarillas por encima y púrpura por debajo pudo ser el responsable de
          la muerte del rey Hamlet? Si se acepta que el preparado de beleño
          fuese de buena calidad ¿pudo ser efectiva la vía elegida por el
          fratricida? Retomemos por un momento el Hamlet. En la famosa escena de
          la representación teatral del asesinato, el atormentado príncipe la
          había planeado, (Acto III, escena 2) uno de los actores se refiere al
          veneno utilizado como «una fétida mixtura de hierbas»*.Explicamos un poco más diciendo que el beleño (henbane o hebona en
          inglés**) se extrae de las semillas y hojas de plantas de la familia
          de las Solanáceas (entre ellas Hyosciamus niger y Scopolia
          carniolica) nativas de Europa, Asia y Africa que tienen como
          principios activos a la escopolamina o hioscina (Esc en el gráfico),
          y la hiosciamina, muy similar a la primera, alcaloides sin función
          conocida en las plantas que los contienen. De otras solanáceas se
          extrae nuestra conocida atropina. La escopolamina es una droga
          anticolinérgica que bloquea en forma competitiva e inespecífica los
          receptores muscarínicos localizados en el sistema nervioso central,
          corazón, intestino y otros tejidos. Su absorción por la piel es
          limitada aunque un preparado de la misma se utiliza en previsión de
          los vértigos por movimiento en forma de un parche colocado sobre la
          piel de la zona mastoidea. La relativa facilidad de la escopolamina
          para atravesar la barrera hemato-encefálica permite que los efectos
          sobre el sistema nervioso central sean más importantes que los de
          otras drogas anticolinérgicas y es así que además de su empleo en
          la inhibición de la función parasimpática, es utilizada en los
          estudios experimentales de memoria por sus efectos adversos sobre esta
          función1. Su vida media en plasma es de 3 horas y las dosis tóxicas
          (5-10 mg) van acompañadas de pulso rápido y débil, parálisis del
          iris y visión borrosa, piel seca, caliente y rubicunda, peristalsis
          intestinal y micción disminuidas, ataxia, alucinaciones y
          eventualmente coma y muerte2.
 Las acciones analgésicas y anestésicas del beleño, aislado o en
          combinación con el opio y el estramonio se conocen desde hace
          siglos3, 4. Dioscórides (siglo I DC) que supo ser cirujano en el
          ejército de Nerón lo incluye en su obra sobre el poder medicinal y
          mortífero de las plantas, tratado que gozó de mucha fama, aludido
          por Cervantes en Don Quijote (I, 18). Fue empleado además para la
          inducción del sueño y para mitigar el tormento en la castración de
          seres humanos en China. Para no fatigar al lector, sólo agregamos que
          forma parte de la bebida con que el príncipe Segismundo es
          narcotizado por Basilio, su padre, en La vida es sueño de Calderón
          de La Barca (jornada segunda).
 Avancemos con algunos detalles. Los receptores muscarínicos, la
          muscarina, un alcaloide presente en ciertos hongos los activa, son
          clasificados en 5 subtipos (M1-M5). El receptor es una macromolécula
          constituida por una cadena peptídica que abarca todo el espesor de la
          membrana con segmentos (dominios) transmembranales y otros extra e
          intracelulares, comprendiendo el sitio de unión a la Ach y el canal
          asociado. Aquí conviene aclarar la diferencia entre receptores
          nicotínicos y muscarínicos. En los nicotínicos, la unión de la Ach
          con el receptor directamente activa el canal al modificar la posición
          de las subunidades proteicas que lo forman (acción alostérica).
          Ahora bien, en los receptores muscarínicos como el que contiene el
          canal de K+ del nódulo sinusal, la unión de la Ach con el sitio
          específico en el receptor activa una de las proteínas G, moléculas
          transductoras y amplificadoras de señales originadas en receptores,
          permitiendo la apertura del canal. Tres cadenas, a, b y g forman la
          proteína G y a esto se agrega una molécula de difosfato de guanosina
          (GDP) unida a la cadena a y todo el complejo adosado al lado
          citoplasmático de la membrana celular. Intentaremos resumir los
          cambios que suceden al unirse la Ach con el receptor. Una vez activada
          la proteína G, se libera el GDP y éste es reemplazado por la forma
          trifosfato del mismo (GTP) y los dos conjuntos, a y b-g son liberados
          del complejo. Aquí distinguimos la acción directa de estos conjuntos
          sobre el canal como en el ejemplo del canal de K+ del nódulo
          sinusal5, o el inicio de una cascada metabólica de segundos
          mensajeros que promoverán la apertura o cierre de los distintos
          canales. Los M1, M3 y M5, se asocian a un incremento en la producción
          de inositol trifosfato (IP3) en tanto que los M2 y los M4 disminuyen
          los niveles de AMPc por una inhibición de la adenilatociclasa6, 7.
          Ahora podemos explicar la acción bradicardizante del nervio vago. Las
          fibras nerviosas que lo constituyen liberan Ach que actúa sobre el
          canal de K+ del nódulo sinusal, posibilitando la salida de iones K+ a
          favor de su gradiente electroquímico y la célula se hiperpolariza,
          contribuyendo a disminuir la frecuencia de generación de potenciales
          de acción. Por el contrario, la escopolamina, bloqueando la acción
          del neurotransmisor lleva a una taquicardia.
 Dos hechos pueden ser tomados a favor de la verosimilitud de lo
          escrito por Shakespeare. Primero, la piel del conducto está
          rígidamente pegada al hueso y cartílago subyacente y es muy
          vulnerable al daño mecánico, el rascado por ejemplo; puede
          inflamarse y los vasos dilatados o neoformados por la inflamación lo
          hacen más apto para la absorción de drogas. La membrana del
          tímpano, poco vascularizada, está cubierta como el conducto auditivo
          externo, por piel, reducida allí a una fina capa de epidermis y ésta
          es poco adecuada para una rápida absorción de drogas. Por otra parte
          la membrana del tímpano puede perforarse y el oído medio,
          vascularizado, está conectado con la faringe por la trompa de
          Eustaquio. En segundo lugar, la concentración plasmática efectiva de
          la escopolamina es extremadamente baja: 40 billonésimas de gramo por
          mililitro (40 pg/ml) son necesarios para sus efectos terapéuticos y
          hasta hace unos años, medio mg de la misma eran inyectados en la
          preanestesia2. La ampolla con beleño que Claudio vació en el oído
          de Hamlet bien podría tener una concentración de escopolamina
          suficientemente alta como para cumplir con su letal misión.
 Caben otras explicaciones para el crimen en cuestión como un reflejo
          por estimulación vestibular con consecuencias en centros nerviosos
          asociados a funciones autonómicas o una eventual perforación en el
          tímpano del rey traicionado con la que el veneno habría llegado a la
          faringe y haber sido ingerido por el occiso. Algo similar ocurre con
          las intoxicaciones por atropina contenida en colirios, debidas al
          pasaje por el conducto lagrimal de la droga hacia la nariz y su
          posterior deglución2. Nos preguntamos si el rey Hamlet padecía de
          problemas otológicos y si esto habría llegado a oídos del ambicioso
          Claudio. Tal vez esto impulsó a «esa bestia adúltera e incestuosa»
          a penetrar en el jardín durante la apacible siesta para verter el
          fatal destilado de beleño en el oído de su hermano, privándolo de
          ese modo «de su reino, corona y reina». El líquido, colmando los
          2.5 cm3 de capacidad del conducto auditivo externo, ¿habría
          despertado al rey? Nada de esto nos dice el autor y es más seguro no
          avanzar en este tema ni sobre la primera alternativa. Sin mayores
          razones, tampoco atendemos a la comparación del veneno con el azogue
          que «corta y cuaja la sangre sana y clara» ni el significado de las
          costras que cubren el cuerpo del difundo rey. Finalmente queda la
          posibilidad que todo lo relatado por la aparición fantasmal en la
          explanada del castillo de Helsingoer fuese producto de la fantasía de
          Shakespeare, al igual que la muerte del melancólico Príncipe herido
          con la espada envenenada –¿con qué veneno?– que empuña Laertes.
          De ser así, nuestra interpretación se convertiría en pura ficción.
 Bibliografía 1. Ohno M, Watanabe S. Blockade of 5-HT1A receptors compensates
          loss of hippocampal cholinergic neuro-transmission involved in working
          memory of rats. Brain Res 1996; 736: 180-8.2. Goodman and Gilman’s. The Pharmacological Basis of Therapeutics,
          8a edición, New York: Pergamon Press, 1990.
 3. Buzzo A. Tixocología. 3a edición. Buenos Aires: López y
          Etchegoyen 1946; p 661.
 4. Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano. Barcelona: Montaner y
          Simón, 1923.
 5. Schreibmayer W, Dessauer CW, Vorobiov D, Gilman AG, Lester HA,
          Davidson N, Dascal N. Inhibition of an inwardly rectifying K+ channel
          by G-protein a-subunits. Nature 1996; 380: 624-7.
 6. Tucek S, Proška J. Allosteric modulation of muscarinic
          acetylcholine receptors. Trends in Pharmacological Sciences 1995; 16:
          205-12.
 7. Jerusalinsky D, Harvey AL. Toxins from mamba venoms: small proteins
          with selectivities for different subtypes of muscarinic acetylcholine
          receptors. Trends in Pharma-cological Sciences 1994; 15: 424-30.
 
 El autor agradece la valiosa colaboración de Susie Kestner y la de
          los Dres. Juan A. Barcat y Leonardo O. Aiello.
 
 * En 1538, Francisco María I, Duque de Urbino, fue asesinado en
          Pésaro. El crimen fue atribuido a un Luigi Gonzaga, quien habría
          sobornado al barbero y cirujano del noble para que le introduciese
          veneno (cuál?) en su oído. Shakespeare posiblemente estaba al tanto
          de este episodio y lo utilizó en la mencionada escena de la
          representación teatral (teatro dentro del teatro) de su Hamlet. En el
          tercer acto, los actores representan «El asesinato de Gonzago», obra
          en la que se encuentra permutado el nombre, ligeramente alterado, del
          asesino por el de la víctima (Narrative and dramatic sources of
          Shakespeare, Vol. 7. Edit: G. Bullough, Columbia Univ., NY, 1973).
          Marlowe, en su Eduardo II( Acto V, escena 4), también se refiere a
          esta forma de envenenamiento, aunque utilizando polvos venenosos que
          son introducidos en el oído con la ayuda de una pluma.** Beleño quizás derive de la palabra anglosajona belene, con que
          también se conocía a la planta y que hace referencias a sus flores
          con forma de campana (bell). El hecho de ser considerado mortal (bane
          en inglés) para las aves de corral (hen) sería el origen de la
          palabra henbane (M. Grieve, A modern herbal, Barnes and Noble, NY,
          1995).
  
         |   |  |  |  |